La chica del perrito vivía en el edificio de enfrente. Cada mañana, mientras preparaba el primer café, Toni la veía entrar en su apartamento, quitarse aquellos vistosos zapatos de altísimo tacón y jugar -pese al evidente cansancio de su rostro- con aquel caniche, blanco e inquieto, que siempre la recibía alborozado. Nunca echaba las cortinas. Una calurosa noche de agosto, después del tercer gin-tonic, se atrevió a hacerlo por primera vez: Toni llamó a aquel anuncio del periódico que había recortado en otro momento en el que también se sentía muy solo. No te arrepentirás, decía. A la media hora, deslumbrante, la chica apareció en la puerta. Se quitó la ropa y le dijo que dejara los cien euros al lado de su bolso. Ahora, aquel blanco e inquieto caniche juega a los pies de Toni mientras prepara una pasta con salsa boloñesa para la cena y ella, Elena, su dueña, le ha dicho que sí, que nada más que encuentre un trabajo se casará con él.
Que pena que no sea más largo, quiero saber como sigue.....
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