Andrea y Diego, los encantadores y estupendos libreros de Kafka & Co recomiendan así 'Carver y el metro de Berlín':
sábado, 25 de febrero de 2023
Los libreros de Kafka & Co recomiendan Carver y el metro de Berlín
jueves, 16 de febrero de 2023
Rachel Welch
Hay actrices que, independientemente de que sus cualidades artísticas sean mayores o menores, son diosas. Hay actrices enormes que son diosas, hay actrices menores que también lo son. No importa si tienen cincuenta premios o ninguno. Rachel Welch, qué importa ahora la categoría a la que perteneciese, era una de ellas. Una diosa. Cantando, bailando, actuando. Su presencia hacía que fueses incapaz de apartar la vista para otro lado. Era una mujer con un físico despampanante, sí, pero no se trataba sólo de eso, sino de esa especie de don que poseen algunos hombres y mujeres que están por encima de todo, incluso de sí mismos. Pura magia. Puro arte. Pura fantasía. Puedes ver a esos hombres y mujeres en una mala película de sobremesa y te quedas allí prendado, mirándolos. Haciendo su papel, anunciando una conocida marca de champán o marcándose un número musical con la esencia del mítico Broadway. Rachel Welch pertenecía a este grupo. Estaba más allá del bien y del mal. Más allá de su personaje. Más allá de sí misma. Mítica
domingo, 12 de febrero de 2023
Horas de invierno
Hace frío y al instante siguiente ya no lo hace. Todo depende de la ubicación, de que quedes atrapado o no en los espacios que ocupan esos rayos de sol sueltos, desperdigados. Ahí, donde ahora estamos sentados, se siente calor en la piel. Como la primavera, puro espejismo. Al mover la mano para llevar la copa de vino a la boca, volverá a ser invierno de nuevo. El invierno más largo que recuerdo. 'Horas de invierno', precisamente, es el libro de ensayos de Mary Oliver que estoy leyendo lentamente, retrasando el final. Escribe Oliver: "En el invierno sobre el que escribo hubo mucha oscuridad. Oscuridad en la naturaleza, oscuridad en los acontecimientos, oscuridad en el alma". Todavía quedan días y noches para despojarnos del abrigo y la bufanda. Sin embargo, no se está mal aquí. El cuerpo, quién lo diría, se habitúa a casi todo. El frío, el calor, la humedad, la enfermedad... Las costumbres, las caídas, los imprevistos. Hacerse viejo no consiste más que en aceptar esos cambios. Vamos haciéndonos viejos. Al ver a cierta gente después de muchos meses o años, pienso en ello. En cómo han cambiado sus rostros, sus cuerpos, sus voces. Supongo que esa misma gente pensará lo mismo de nosotros. El tiempo es implacable. Como el invierno. Como el domingo. Como esos rayos sueltos de sol que ya han desaparecido, dejando la mano, la copa de vino y el libro que hoy he encontrado por dos euros helados. Otra vez Oliver: "Puedo pensar durante un ratito; después, otra vez el mundo". El mundo, ahora.
sábado, 11 de febrero de 2023
Dos tíos y una rosa
Me gustan las flores. No suelo comprarlas porque vivir con una gata no es compatible con ellas. Poca gente me las regala porque todavía sigue vigente esa estúpida idea de que las flores se suelen regalar a las mujeres. El otro día, cuando llegué a la librería La Buena Letra para presentar 'Carver y el metro de Berlín', había una rosa encima de la mesa. Rafa, el librero, me dijo que era un detalle de Emilia, legendaria librera de Personajes (hoy cerrada), donde tengo comprado numerosos libros de segunda mano a lo largo de mi vida. También había un libro al lado para que se lo dedicara (gracias). Pensé: mañana se la llevaré a mi madre, a la que también le gustan las flores. Después de una estupenda presentación (mucha gente, libros agotados) y de despedirnos de las caras conocidas, nos dirigimos al coche, aparcado a bastante distancia de la librería. Tanto Íñigo como yo teníamos necesidad de ir al baño. Decidimos entrar en un bar que encontramos de paso. Nos acercamos a la barra y pedimos las consumiciones. Íñigo dejó la rosa encima de la barra y se dirigió al baño. El camarero sonrió con malicia. Después, un compañero se acercó y, tras cuchichearle algo al oído, empezaron a reírse. Sin disimulo. A descojonarse abiertamente. Pasé. Estaba demasiado cansado (y contento por lo ocurrido en la librería) para líos. Tengo 51 años y estoy demasiado cansado para muchas cosas, es un hecho. Dos tíos y una rosa, qué risa. Qué buen chiste para Arévalo. Fui al baño, terminamos la consumición y nos largamos de allí. En mis relatos, entre otras cosas, se habla de homofobia, de acoso escolar, de nazismo. Retroceder todo lo recorrido, luchado y avanzado es cuestión de tiempo si nos descuidamos. De la rosa a la piedra, medio segundo. Cuidado. Hoy es una anécdota cargada de grosería. Mañana podemos volver a la casilla inicial.
viernes, 10 de febrero de 2023
Buen viaje, señor Saura
La triste muerte de Carlos Saura, con el importantísimo legado que deja al mundo de la cultura, me lleva a una reflexión sobre la que llevo dando vueltas desde hace mucho: ¿hay que esperar tanto tiempo para conceder un premio de estas características (pongamos que hablo también del Cervantes) a una personalidad, como tantas otras que aún no lo han recibido, que se lo merecía desde hace treinta años?
lunes, 6 de febrero de 2023
La escritora Maite Núñez escribe sobre Carver y el metro de Berlín
No nos conocemos personalmente, pero no me resulta difícil imaginar a Ovidio Parades sentado en la terraza de una cafetería, disfrutando de un vermut o una copa de vino, viendo pasar a la gente, fijándose en los cambios de semáforo, en el vuelo de una melena, en el logo estampado en una camiseta. Eso pensaba al acabar Carver y el metro de Berlín. La literatura de Ovidio está ahí, en esa mujer que cruza el paso de cebra, en esa pareja que ríe en la mesa de al lado, en la lluvia que acaba de empezar y que hace correr a los viandantes. Me es muy fácil empatizar con los cuentos de Ovidio, porque ahí también entiendo yo que está la literatura, en la cotidianeidad en la que el autor escarba. Lo que identifica a Parades es esa capacidad para traspasar lo “normal” (cabría preguntarse, sin embargo, qué es lo “normal”) e iluminar esas zonas grises, melancólicas. En definitiva, lo que engrandece los textos de este libro (pero también de los anteriores) es esa mirada de Ovidio que trasciende lo cotidiano y lo convierte en extraordinario. Háganse un favor y léanlo.
miércoles, 1 de febrero de 2023
La ballena
Qué gran película podría haber sido 'La ballena'. Tenía varios ingredientes para ello. La historia de un hombre aislado del mundo. La historia de un hombre que se oculta por su excesiva obesidad. La historia de un hombre que busca reconciliarse con su hija antes de que todo termine. La historia de un hombre roto por la pérdida. La historia, en definitiva, de una redención. Un hombre que quiere dejar una minúscula huella. Certificar que, pese a todo, ha merecido la pena su paso por aquí. Que apuestas como el amor, por ejemplo, siguen vigentes en este mundo repleto de injusticias, inseguridades, miseria moral, degradación. Darren Aronofsky, el director de la película, sabe dirigir historias, mantener el pulso, llegar hasta las últimas consecuencias. 'Cisne negro', sin olvidar 'Réquiem por un sueño' y 'El luchador' (y olvidando completamente 'Mother!'), es la máxima representación de ese salvaje (des)equilibrio entre la locura y la cordura, entre el cielo y el infierno, entre el sufrimiento y el placer. Ese brillante pulso narrativo no está aquí, salvo en contadas ocasiones: los encuentros entre Brendan Fraser y Samantha Morton, otorgando credibilidad y hondura a uno de esos pequeños papeles que cuentan vidas machacadas, con difícil retorno. Y poco más. Brendan Fraser conmueve e impresiona, claro, por su situación y por las consecuencias que le llevaron a ella. Porque la película es él (y Morton, brevemente) desde la primera escena en la que aparece masturbándose (prometedor comienzo), pero tendría que haber sido más, mucho más. Subir a lo alto (lo roza en el final, pero ya es tarde), dejar un nudo en la garganta, encogerte en la butaca. Otra vez será.