martes, 28 de junio de 2022

Otro 28 de junio

A veces, caminando por Viena, uno tiene la sensación de estar en otra época. Las calles, los edificios, los monumentos, los emblemáticos cafés... Y, sin embargo, inesperadamente, uno también se puede encontrar ciertos toques de modernidad. Una música, los carteles de la exposición de algún museo, un paso de cebra con los colores de la bandera gay o unos bancos pintados con esos mismos colores. Así encontramos entonces estos bancos, después de una larga y provechosa caminata, frente a un local de comidas con la estructura de esos cafés antiguos. Clasicismo y modernidad en natural armonía. Naturalidad. Libertad. Tolerancia. Respeto. La vieja Europa acoplándose a los nuevos tiempos. Unos colores, simplemente. Los colores que llevan implícitas esas consignas. Naturalidad. Libertad. Tolerancia. Respeto. ¿Palabras muy repetidas? Puede ser. Pero hoy, a la vista de determinados acontecimientos (constantes agresiones y atentados incluidos), vuelven a ser más necesarias que nunca. Ese mundo en el que todo el mundo tiene el derecho de habitar (recordemos que la homosexualidad sigue estando perseguida y castigada en numerosos lugares). Todos los 28 de junio y todos los años que queden por delante. Así que volvemos a repetirlas. Alerta. Siempre alerta, pese al cansancio acumulado. 

A Romy Schneider, aquellos lejanos días en Viena, no la encontramos. Principalmente, porque nunca se consideró de ninguna parte, que es la manera más importante de ser de todas las partes.

viernes, 24 de junio de 2022

San Juan

San Juan. El comienzo del verano. Los paseos por Mieres. El olor de los troncos quemados. Los primeros pantalones cortos. El sabor amargo del Bitter Kas y el de las aceitunas rellenas. El bar Carolina, el auténtico. La comida en casa de los abuelos (Mieres). Las primeras lecturas mientras los demás dormían la siesta. Los coches de choque y el tren de la bruja. El hombre que se escondía debajo de la careta y del vestido de la bruja, su barba cerrada y su intenso olor a tabaco rubio y a whisky cola. Las rodajas de coco. Los helados de corte. El flamenco de aquella manera de los gitanos de la feria. "Si me das a elegir entre tú y la gloria...". La gitana, vestida de luto de la cabeza a los pies, que dice qué niño tan guapo. La curiosidad por todo. El billete arrugado del abuelo, siempre generoso. El libro que pensabas comprar con aquel billete arrugado. La aparición de los primeros deseos, ya muy definidos. Las ganas de ser mayor.   

miércoles, 22 de junio de 2022

Marianne en concierto

Hay conciertos que dejan huellas importantes. El de Marianne Faithfull en el Jovellanos, como el de Chavela Vargas en el mismo teatro, es uno de ellos. Aquella voz, aquella presencia, aquella belleza, aquel talento. Todo eso, además de la leyenda y el misterio, a escasos metros de mis ojos, de mis enrojecidas manos de tanto aplaudir. Filmin, dentro de su programación musical, ofrece ahora un concierto de esta mujeraza desde Hollywood, grabado hace unos años. No es lo mismo, claro, pero sigue removiendo entrañas y conciencias. Solo hay que poner en penumbra la habitación y dejarse llevar.

domingo, 19 de junio de 2022

Rowlands cumple 92 años

La protagonista de uno de los relatos de mi próximo libro se parece a Gena Rowlands. Tiene sexo con un hombre (el narrador) todos los domingos. Su relación, así pactada entre ambos, se basa en eso: sexo y compañía por unas horas. Las horas más tediosas de los domingos. Se parece a Gena Rowlands, pero no es ella. Porque Gena Rowlands solo hay una. Y hoy cumple 92 años. Y aquí, en este domingo incierto, mientras los protagonistas de mi relato vuelven a encontrarse, la auténtica Gena, legendaria ya, besa de nuevo a John. 

jueves, 16 de junio de 2022

Feria del Libro de Gijón

Gijón. Libros y feria. Libros y calle. Libros y más libros. Buenas editoriales, buenas librerías, buenos libros. Escritores, escritoras. Amistades, en algunos casos, con las que he compartido risas, vinos, charlas, presentaciones, tertulias, casetas, clubs de lectura, complicidades, empeños, miradas. Tantos empeños, tantas miradas. Todos aquellos sueños iniciales. Toda esta dedicación. Que no decaiga. Gente que lucha por aquello en lo que cree. Así vamos dejándonos la piel y los años. No encontramos mejor manera. Ahí, en Ediciones Trabe, estará mi novela, que vuela de feria en feria casi dos años después de su publicación (gracias a quienes seguís acercándoos a ella). Y otros libros. Muchos libros. Buenos libros. Hará buen tiempo, dicen. Y aun lloviendo. No cabe la disculpa. A la calle, a los libros. 

Todo esto empieza mañana. O sea, hoy. 

martes, 14 de junio de 2022

Clarice

Era complicado, después de la magistral 'El silencio de los corderos', hacer algo decente con el personaje de Clarice Starling. Sobre todo, teniendo en cuenta que no lo iba a interpretar Jodie Foster. Pues esta serie, 'Clarice', lo ha conseguido. Aunque por cuestiones de derechos no se puede mencionar al personaje de Hannibal Lecter (una pena), mantiene a lo largo de sus trece capítulos la intriga y el turbio y característico universo literario de Thomas Harris, que no es poca cosa. Bien dirigida e interpretada por todos sus secundarios (mención especial a Jayne Atkinson y Michael Cudlitz), y con una Rebecca Breeds que no es Foster pero que mantiene dignamente el tipo, abriéndose paso entre machirulos, psicópatas y tormentosos recuerdos, y avanzando en la compleja investigación de esas mujeres asesinadas. Está en Amazon.   

lunes, 13 de junio de 2022

Mamá cumple 73 años

Mi madre cumple hoy 73 años. Desde hace tiempo, debido a sus problemas físicos, aparte de hijo, soy padre, madre, cuidador (algunos hombres también cuidamos, quede constancia) y lo que haga falta. Con todo, ella, mi madre, es infinitamente más necesaria para mí de lo que yo lo soy para ella, quede constancia también de eso. Por muchos años, madre.


domingo, 12 de junio de 2022

La peluquera de mi abuela

Era la peluquera de mi abuela. Y también la de todas las mujeres del barrio. Era alta, delgada, elegante, rubia y coja. Cosas de la guerra, decía. La peluquería, instalada en su propia vivienda, olía intensamente a toallas recién lavadas, a esmalte de uñas y a laca. Al perfume entremezclado de todas las mujeres que se reunían allí. Risas, revistas, cotilleos. Tendría nueve o diez años, pero lo recuerdo todo perfectamente. La risa de la abuela. Bárbara Rey, vestida de novia, en la portada de aquellas revistas. Las andanzas del vecino de no sé qué calle con otras mujeres que no eran la suya. Si me asomaba a la ventana, podía ver a los mineros que entraban o salían del trabajo. Cuidado con el niño, no vaya a caer. ¿Por qué no te casaste, chica?, le preguntaban aquellas mujeres. Mira Bárbara Rey, qué guapa, apuntaba una mientras señalaba con la mano llena de anillos el bello y jovencísimo rostro de la actriz. Y ella, la peluquera, hacía un gesto con las manos. Les había contado la historia cientos de veces, pero a aquellas mujeres les gustaba escucharla de nuevo. Un clásico: el tipo que le gustaba desde años atrás no le hacía ni caso y todos los que se lo hacían no le gustaban a ella. No hay que ser tan exigente, decía la más atrevida. Quita, quita, replicaba ella embadurnando de tinte caoba a la del tercero, metiendo la cabeza de la del quinto debajo del secador o dándole los últimos retoques a la abuela. Y añadiendo, con retranca antigua, algún comentario subido de tono sobre la anatomía masculina para que todas se rieran. Y se reían, claro. Cuidado con el niño, coño. 

Nos enteramos la otra tarde de su muerte. Y yo he vuelto a recordar estas escenas, como tantas otras veces. 


viernes, 10 de junio de 2022

Los cien años de Judy Garland

El final del arco iris llegó pronto. No sé lo que Judy Garland se encontraría allí. Hasta entonces, mucho trabajo desde niña, emociones disparadas, depresiones, decepciones, adicciones, maridos, hijos y esos zapatos de rojo brillante que simbolizan el inmenso talento de una artista excepcional. Uno de esos pájaros heridos que se transforman en el escenario, bajo las luces, pensando tal vez que esos momentos pueden llegar a ser eternos. En realidad, artistas de su calibre deberían poder vivir así, lejos de la fragilidad siempre amenazante y de un mundo que día a día (noche a noche, madrugada a madrugada) devora a quien es más grande que la propia vida. Así quiero recordarla hoy en su centenario: rutilante, pletórica de voz y movimientos, símbolo de la auténtica genialidad.   

lunes, 6 de junio de 2022

Espíritu sagrado

Esta película es brutal. Bajo la aparente normalidad de un barrio pobre y la historia de una panda de iluminados que cree (y espera) la llegada de los extraterrestres para salvar el mundo y todos esos rollos que conllevan siempre este tipo de grupos o sectas, se esconde una realidad escalofriante que da pánico solo con pensar en ella. Pero eso sucede en el último tramo de la película y lógicamente no vamos a desvelarlo aquí. Entre medias, la comedia (a ratos) y el esperpento (continuamente). Pinceladas del primer Almodóvar, como la vecina de las gafas negras (de lo mejor de la peli), como claro homenaje a la gran Chus Lampreave. Pero manteniendo un estilo muy personal, alejado de todo convencionalismo. En Filmin. 

sábado, 4 de junio de 2022

Cantando en las azoteas

La casa es oscura, húmeda y antigua. El hombre camina con dificultad por el largo pasillo. Tiene 95 años. Sus piernas están cansadas pero la cabeza aún se mantiene en forma. Fue transformista. Gilda Love. Unas imágenes de vídeo recuerdan las épocas de gloria. De hecho, todavía lo es: transformista. Llama a los dueños de los locales donde antes lo contrataban para pedirles trabajo. Necesita pagar sus facturas, les dice. No parecen hacerle mucho caso. Vive con una miserable pensión. Canta en las azoteas, como hacía de niño, mientras tiende la ropa y calienta la piel hinchada al sol. Pese a su situación y a otros problemas que irán surgiendo en el documental ('Cantando en las azoteas', dirigido por Enric Ribes. Filmin), Gilda no parece derrumbarse. Quizá esa actitud sea la que mantiene su cabeza en forma. Se sienta -acaso por última vez- delante del tocador para maquillarse y ponerse la peluca y las largas pestañas postizas. Las grandes actrices del cine clásico (el rictus imponente de Bette Davis sobre todas las demás) lo observan desde la pared del fondo. Le cuesta mucho calzarse los viejos zapatos de tacón. Y después, ya está ahí: en el bar donde esta noche vuelve a actuar. Escaso público. Hombres de bigote que parecen transportados de aquellos garitos de los años 70 y 80, cuando Gilda conoció el éxito y el país se estaba despertando de un interminable letargo. La canción y las coletillas son muy antiguas. Picardías añejas. Pero Gilda parece sentirse fuerte sobre sus tacones, bajo la enorme peluca. Está en su territorio. Hace lo que mejor sabe hacer, aunque las modas ya no sean las mismas. Y el país, con todo, haya evolucionado favorablemente. Pese a lo anticuada que parece la situación, produce cierta ternura. Un anciano -superviviente de tantas batallas como nos podamos imaginar- rememorando sus épocas de gloria (la Barcelona de los últimos años de la dictadura, los primeros de la democracia), sacando unos euros para pagar sus facturas, ofreciendo al escaso público su profesionalidad y su manera de entender el trabajo y la vida. Rememorando, tal vez, al niño que cantaba en las azoteas junto a su madre, siempre presente. Todos los respetos.