viernes, 28 de junio de 2019

Símbolos

Una bandera es un trapo, sí. Un trapo que en este caso, con el arco iris estampado, representa respeto y libertad. Un poco de pintura en un banco es eso, un poco de pintura en un banco, pero, en este caso, pintura que combinada forma el arco iris, quiere decir que hubo (y hay) muchas personas perseguidas por su condición sexual en todo el planeta, en todas las épocas. Y esa pintura es un símbolo, un gesto que dice que no se está de acuerdo con esa persecución, que acepta la diversidad que hay en todas las partes del mundo, incluidas las más pequeñas. 
Orgulloso de haber llegado hasta aquí, hasta este 28 de junio. Orgulloso de quienes, a lo largo del camino, homosexuales y heterosexuales, lucharon por la igualdad y, llegado el caso, me apoyaron cuando alguien me amenazaba por ser como soy. 
El viaje -ahora más que nunca- continúa. 

jueves, 27 de junio de 2019

Los mundos sutiles

Mujeres. Son muchas las mujeres que habitan los cuentos del último libro de Alena Collar, 'Abre la puerta' (Editorial Talentura). Mujeres que recuerdan, que no quieren volver al pasado, que miran hacia delante, que están cansadas, que buscan, que aman, que han amado... Mujeres que, probablemente, están ahí, a nuestro lado, en la terraza de un café, en la parada del autobús, en la entrada de un cine, en un paso de cebra o esperando que el semáforo cambie de color. Están ahí, a nuestro lado, sí, con sus vidas cotidianas, con sus ilusiones, con sus preguntas, con su pasado y también, cómo no, con su futuro. Porque las mujeres de Alena, que son también muchas de las nuestras, de quienes intentamos atrapar en un puñado de palabras eso que puede pasar desapercibido -el detalle, los detalles, el pequeño gesto: donde reside lo importante, lo decisivo-, las mujeres de Alena, digo, tienen futuro. El futuro -elegido, determinado por el destino- les pertenece. Y eso, la esperanza, hace que, pese a las dificultades, los problemas, lo raro que es vivir, que diría (nuestra adorada) Carmen Martín Gaite, la Gaite, se imponga sobre todo lo demás. No es poca cosa. Todo lo contrario. Es lo importante. Lo que verdaderamente cuenta.
Narra, Alena, estas vidas con una sutileza exquisita (el detalle, el detalle). Las palabras no escritas importan tanto como las otras, las escritas. El enigma. O, a veces, lo evidente. Todo eso que no hace falta decir. Para eso están las mentes de las personas que leen: para buscar el enigma. Alena domina este terreno, que es el suyo y el de muchas personas que a la hora de escribir consideramos que eso, el silencio, ciertos silencios, son fundamentales en la narración. Tanto como la propia historia que nos están contando.
'Abre la puerta' es un libro para gozar, para disfrutar, para releer. Para entender que la vida, con todas sus miserias a cuestas, merece la pena. Un libro brillante y sutil que te deja con ganas de seguir leyendo. O sea, que aguardamos impacientes sus nuevas historias.

martes, 25 de junio de 2019

Ana María Matute, cinco años después

La inocencia y la crueldad. La oscuridad y el chispazo azul que ilumina. La luz de una vela que alumbra y abrasa los dedos y las pestañas si te acercas demasiado. Los secretos de la infancia y los secretos de la edad adulta. Todos esos secretos acumulados que nos protegen y nos arañan al mismo tiempo. Tengo la sensación de que la obra de Ana María Matute, cinco años después de su muerte, no sólo conserva su vigencia sino que va en aumento. ¿Por qué? Es sencillo: porque hay algo en ella que la diferencia del resto. La creación de un universo propio que parte de su imaginación y del que te hace partícipe cada vez que regresas a él y te involucras como uno se involucra en un viaje que se lleva planeando mucho tiempo.   
Siempre he pensado que leer libros viene a ser algo así como abandonar con todas las consecuencias este mundo y adentrarse en otros donde a veces hallamos reflejo. Pocas veces esta idea está tan clara como leyendo (releyendo) a la Matute. 

lunes, 24 de junio de 2019

Marina Mayoral, el origen del deseo

Marina Mayoral conoce bien los paisajes interiores, los entresijos del alma humana, los complicados vaivenes del deseo (ahora sereno, ahora desatado). Quienes seguimos su brillante y coherente trayectoria estamos de enhorabuena. Tras su reciente ingreso en la Real Academia Gallega (alguien debería proponerla también para la RAE) y la reedición de uno de sus mejores libros de relatos -sobre el deseo, precisamente-, 'Recuerda, cuerpo' (Editorial Raspabook), presenta ahora una nueva novela de la mano de Edhasa, 'La única mujer en el mundo'. Y todos esos argumentos vuelven a estar presentes. Con el deseo, naturalmente, en primer término. El deseo como motor de vida. Como una manera (casi sublime) de acercarse al otro ser humano y comprenderlo y aceptarlo. Y detrás del deseo -o mejor, a su lado: codo con codo, mano a mano- todo lo demás: la infancia, el amor, el crecimiento personal, las borrosas líneas que hay en todas las vidas, los lazos que nos unen a quienes nos rodean, las incertidumbres, las dudas, los anhelos, las penas, las alegrías, los conflictos, los momentos de euforia o de melancolía... La vida y la muerte. Y todo el arco de emociones y sensaciones que une un término con el otro. Todo ese período de años. 
Estamos ante una novela en apariencia sencilla. Sólo, insisto, en apariencia. Hay muchas vidas en esa narración, muchas idas y venidas, saltos en el tiempo, y un manejo extraordinario de los silencios y las elipsis. No se trata de un puzle,no es eso, no, pero casi. Vamos avanzando por tiempos, espacios y diferentes edades. Y finalmente, todo encaja de forma natural y convincente. Y no era una tarea sencilla, ya que, como apunto, hay muchas vidas en esta historia y mucha miga detrás de cada una de ellas. Ah, la complejidad del alma humana, como decía al principio. Aquí, como en el resto de las narraciones de Mayoral, hay un buen ejemplo. Y pienso de nuevo en los cuentos citados más arriba y en novelas tan extraordinarias como 'Recóndita armonía', 'Casi perfecto' o 'Deseos' o 'La única libertad'. Y en ese ensayo, 'El amor, la vida y más allá', primorosamente editado, donde, junto a esos otros temas, el feminismo también ocupa un espacio destacado. Son sólo otros ejemplos.
Busquen esta novela de la que hoy hablamos y busquen también sus anteriores trabajos. Marina Mayoral nunca defrauda, nunca deja indiferente. 
Terminaré diciendo que ojalá el buen criterio se imponga y Marina Mayoral reciba más pronto que tarde el Premio Cervantes.

sábado, 22 de junio de 2019

Segundo día de verano (en Asturias)

Me han propuesto colaborar en un nuevo libro colectivo cuyo tema no puede interesarme más. Llevo un rato en la cocina barruntando sobre el tema, y creo que ya tengo el hilo. Tengo el hilo, definitivamente. 
(No hay nudo que no se deshaga en la cocina: lección aprendida de mi abuela, de 'Las chicas de oro' y de tantas escritoras a las que admiro con devoción).
Abro la ventana, hace calor y parece que va a salir el sol (toquemos madera). No vamos a pedir más. Sí, sí, ya sé: lo imposible, siendo realistas. Pero eso casi lo vamos a dejar para otro día. 

viernes, 21 de junio de 2019

Verano

Dicen que hoy llega el verano. Aquí, en Asturias, pasamos palabra y vamos a nuestro aire, como siempre. Paraguas, botas y abrigo, y no sacamos la bufanda porque decimos mañana sí, mañana sí, camiseta, alpargatas y terraza hasta las doce de la noche, lo que yo te diga, ¿a qué hora quedamos? Mañana, playa. Qué verde era mi valle, verde de monte y negra de minerales, cuando es invierno en el mar del norte (casi siempre), y todo el blablablá poético que queráis. Lluvia y más lluvia. Un junio tras otro. Sin tregua. Sin contemplaciones. Ah, se siente. 
O sea, que hoy tocan lentejas. 
Y mañana, según el pronóstico, puré de lentejas con las que sobren. 
Y sin rechistar. 

miércoles, 19 de junio de 2019

Happy birthday, Mrs Rowlands

Escoger a la actriz con la que pasarás tus noches de insomnio sigue siendo uno de esos oasis que ni los malos tiempos que corren pueden arrebatarte. Gena Rowlands, que hoy cumple 89 años, es, en este sentido, una cima. Gena es, en todos los sentidos, una cima. Con Cassavetes, naturalmente, y después de él. Una actriz que no necesita aspavientos para expresar cualquier rasgo de la complejidad humana. Una actriz inmensa. Dice que no considera imprescindible revisar las películas de Cassavetes. Con cerrar los ojos, afirma, es más que suficiente para rememorar cada fotograma, cada escena. Creo que a mí me pasa lo mismo cuando pienso en todas esas noches de insomnio que compartimos, dejando a un lado la vida (la noche) que, como siempre, iba a su aire. 

domingo, 16 de junio de 2019

David Wojnarowicz, el artista comprometido

Cipotes enormes dibujados en los márgenes de la sociedad, en paredes manchadas de semen y pinturas de muchos colores que guardan secretos y besos furtivos y aullidos secos y feroces. El sexo fugaz, la eclosión de creatividad del Nueva York de finales de los 70 y principios de los 80, hasta que la aparición del sida acabó con buena parte de aquellos sueños de libertad y de una euforia que se manifestaba en todas sus expresiones y dimensiones. Artistas de toda condición: inconformistas, iconoclastas, enfervorecidos, autodidactas, salvajes, radicales, marginados... Artistas, como David Wojnarowicz (1954-1992), que admiraban a otros artistas, pero que anhelaban dejar sus propias huellas en aquellas paredes y en todas las que se fueran poniendo por delante. El arte y el sexo (y sus numerosos riesgos) como motor de vida. Arthur Rimbaud, emblema total. Genet, Whitman y Burroughs, justo detrás, como maestros a seguir. La humedad del río, en cualquier estación del año, siempre cerca. El propio río y su caudaloso runrún, uno de los ejes de esa ciudad que nunca duerme, como una especie de barrera que separaba ambos mundos. 
A partir de entonces, de la aparición del sida, David Wojnarowicz, escritor, fotógrafo, escultor y músico, radicalizó su posicionamiento de activista a favor de las personas seropositivas. Alzó la voz de una manera casi violenta, se enfrentó a políticos que miraban para otro lado, a médicos que temían rozar aquellos cuerpos que ya parecían cadáveres y con los que les tocaba enfrentarse casi a diario. Su voz, la voz de David, que puede escucharse en la exposición que estos días el Museo Reina Sofía le dedica en una de sus salas, sólo puede asustar a quienes se empeñan en creer que el pensamiento y las formas de vida únicamente poseen una dirección: la que ellos determinan con sus votantes y demás compinches, sin pararse a pensar en el pensamientos del otro, de los otros. Esas otras formas de vida, de entender el mundo y de situarse en él. Con todo un compromiso ético (y estético, sin duda) detrás. 
El fotógrafo Peter Hujar fue su amante y mentor. "Mi padre, mi hermano, mi lazo emocional". Tras la muerte de Hujar en 1987 a causa del sida, David filmó y fotografió su cabeza, sus manos y sus pies. Tanto el vídeo ('Fragments from a film about Peter') como las fotografías pueden verse en la exposición y conmueven por la dureza y el afecto con el que están realizadas. La cara afilada, los huesos desencajados, el camisón del hospital: toda esa desnudez, toda esa desolación. Un cuerpo casi a la intemperie. Es, sin duda, la parte más dura y a la vez más emotiva de esta exposición que muestra fotografías, collages, dibujos, pinturas... Color y blanco y negro. Amor y fragilidad y rabia y una voz que ya no se callará hasta su muerte (fue diagnosticado de sida pocos meses después de la muerte de Hujar).
David Wojnarowicz murió a los treinta y siete años. Dejó escrita una de las frases más escalofriantes que he leído en los últimos tiempos: "Transformar lo privado en público es una acción con consecuencias terribles". 

La exposición puede verse hasta el 30 de septiembre. 

sábado, 15 de junio de 2019

Toni Rodero

Hay personas con las que uno establece casi de inmediato una relación muy especial. Una relación (por abreviar) basada en la complicidad. Es algo extraño y fascinante: como ese hilo que une las historias de un buen libro, sea cual sea su género. Salvo maravillosas excepciones masculinas, suelo compartir ese tipo de vínculos con las mujeres. Surge o no surge. Surge y ya está. Es algo parecido a las relaciones amorosas. Todo está en la mirada. Y en el bagaje que cada uno llevamos a nuestras espaldas y que a veces no es necesario ni explicar. Que el mundo se derrumbe cuando quiera (que lo hará, no os preocupéis), pero esa complicidad seguirá ahí. 
Hay mujeres excepcionales con las que comparto ese tipo de relación. Toni Rodero es una de ellas. Y nada más. Bueno, sí, que está de cumpleaños, y la felicito, claro, pero no hacía falta que fuese su cumpleaños para que dijese esto que ella ya sabe.  
Te quiero, pelirroja. 

viernes, 7 de junio de 2019

Ruta 66

Cuando escucho 'Don´t think twice, it´s all right', de Bob Dylan, bajo el sol y con los ojos cerrados, el rumor del mar a lo lejos, sólo pienso en una cosa: coger un avión (o los que sean), luego un coche, y hacer a su lado la Ruta 66.
Esto es así. Y será así hasta que suceda. 

miércoles, 5 de junio de 2019

El cine de aquellos veranos

Recuerdo la emoción de aquellas noches, después de una cena rápida y ligera. Recuerdo a mi madre con un vestido de color naranja y sin mangas, y a mi padre con una camisa blanca, fumando. Recuerdo el olor a bronceador en las pieles, la incomodidad de las sillas y el cielo estrellado. Recuerdo la brisa suave que se levantaba cuando ya nos acercábamos a la medianoche y la hermosa piel de un jovencísimo Denzel Washington. Recuerdo el murmullo de la gente en las escenas donde los protagonistas se besaban apasionadamente y a algunos niños dormidos encima de sus madres. Recuerdo que yo nunca me quedaba dormido allí y también recuerdo los primeros deseos. Recuerdo que, ya en la cama, me costaba mucho conciliar el sueño debido a la emoción que suscitaba en mí lo que había visto y también recuerdo que insistía mucho para que volviésemos la noche siguiente. Recuerdo la sonrisa dulce de mi madre, su voz conciliadora, reclamándome, como siempre, tranquilidad. Recuerdo también sus palabras: volveremos, no te preocupes, cuando cambien la película, tienes que aprender a ser paciente. 
El cine (al aire libre) de los veranos de mi infancia y de mi primera juventud. Ahí sigue. 

domingo, 2 de junio de 2019

Volver


Dicen que no se puede volver al lugar donde fuiste feliz. Mentira. La frase queda bien en las canciones o en los poemas pero es mentira. Con matices, claro. Se puede volver asumiendo que las circunstancias son otras. Que la edad es otra. Que la vida es otra. Que las cicatrices pesan y que lo mejor que puedes hacer para aligerarlas es asumir que tu rostro en el espejo no es el mismo. Que lo que hay detrás, que es lo verdaderamente importante, tampoco.
Se puede volver a los lugares donde fuiste feliz, no hay duda. La leyenda se queda para las canciones o los poemas. Lo importante es dejar lo más pesado del equipaje a un lado. Y a estas edades, qué demonios, lo pesado es mucho. Saber dejar eso a un lado, aunque sea por unos días, es lo inteligente. Que 20, 30, 40 años no son nada. 
Y luego, frente a ese mar que es tan importante como el mar del territorio donde naciste, ya sólo queda dejarse llevar.
Sin ropa, sin miedo, sin aderezos.
Como si todo ocurriese por primera vez.
Porque, en el fondo, sin ingenuidades, todo ocurre por primera vez.