domingo, 19 de febrero de 2017

Modistas

Recuerdo a mi abuela Virginia siempre alegre delante de su máquina de coser. A pesar de los problemas, ella cosía y reía. Era feliz haciendo su trabajo. A veces, cantaba. Y nosotros, tan pequeños entonces, nos uníamos a la fiesta. Cuando estoy triste o agobiado, recuerdo aquellas tardes de sábado. Y me digo que aquella actitud de la abuela es la que hay que seguir. Leyendo la entrevista que hoy Elvira Lindo le hace a una de las modistas de Caprile, me he vuelto a acordar de mi abuela. Aquella risa. Aquellas canciones. Aquel amor que sentía por su trabajo. Ésa es la actitud, me digo una vez más. 

jueves, 16 de febrero de 2017

Ian McEwan

Todos tenemos autores a los que leemos pase lo que pase, sea su último trabajo una obra maestra o simplemente se trate de una buena obra. El caso es que no podemos dejar de leerlos. La manera de escribir, de atrapar las emociones, de concebir sus mundos propios. Los leemos, irremediablemente. La lista, con los años, se va volviendo más grande. Muchos escritores, muchas escritoras. No podemos dejar pasar una. Las ganas son superiores a la posible decepción. Aunque eso ocurra, la decepción, aparecerán destellos por los que habrá merecido la pena. 
Ian McEwan es uno de esos autores, para mí, imprescindibles. Escriba lo que escriba, voy a leerlo. Unas veces me gusta más que otras, naturalmente. Eso es normal. Quizá 'Chesil Beach' sea su mejor novela. A mí -si tuviese que elegir- es la que más me gusta. Superarla será algo complicado. Tal vez lo consiga, quién sabe. Ahora llega 'Cáscara de nuez' (Anagrama). Empecé a leerla a las cuatro de la mañana y no he podido dejarla hasta ahora. Con eso lo digo todo. Y también que este señor se merece el Nobel mucho más que otros que aparecen siempre en las encuestas. Pero todo es cuestión de suerte, ya se sabe. 

miércoles, 8 de febrero de 2017

Revisión

Siento ser pesado con este tema, pero creo que conviene repetirlo. Hoy a mi madre le tocaba revisión con la cardióloga en el hospital. Una de las muchas revisiones que aún tenemos por delante. Son las nueve de la mañana y entrar en aquella consulta es entrar en un lugar cálido, acogedor, luminoso (pese al día), incluso alegre. La doctora nos recibe con su mejores palabras y sonrisas. Mi madre está asustada, apenas ha podido dormir. Normal. Estamos asustados, pero a nosotros nos toca disimular. Le hace una serie de preguntas sobre cómo va, sobre el tratamiento, sobre el día a día, etcétera, y parece como si estuviésemos hablando con una amiga de toda la vida. Esa encantadora mujer, que se llama Laura, no le quita importancia a las cosas, pero sí aligera con su carácter el trámite, la situación, la tensión inicial, el miedo que reflejan nuestros rostros. Nos tranquiliza. Y eso, como muchos sabéis, es tan válido como todo lo demás. Hay que tener cuidado con todo, ser prudentes, eso ya lo sabemos, pero la manera de decirlo nos ayuda a respirar con alivio. La cosas van bien. ¿Que puede volver a repetirse? A todos los que estamos vivos nos puede pasar, dice. Pero no hay que obsesionarse con eso ni con nada. Mi madre sale más contenta de la consulta. Y la verdad es que, aparte de dar las gracias una y otra vez por la sanidad que tenemos, a mí lo que me apetecería antes de abandonar la consulta es darle un efusivo abrazo a Laura. Lo sustituyo por un eufórico agradecimiento y mi mejor sonrisa.   

jueves, 2 de febrero de 2017

Adopción

Hace unos años, Íñigo y yo pensamos en la idea de tener un hijo. Los dos éramos jóvenes, teníamos trabajo y ganas. Siempre pensamos, aún a pesar de las trabas y dificultades añadidas por ser una pareja gay, en la adopción. Hay tantas niños en el mundo con falta de todo tipo de necesidades que pensamos que ese era el camino correcto. Nunca nos planteamos la posibilidad de un vientre de alquiler. Nos parecía tremendo que una madre se tuviese que desprender de su hijo al nacer, aunque supiese que iba a tener un buen hogar y todo eso. Pero, respetando las opciones de cada uno, esa era nuestra opinión. Poco después, las cosas cambiaron de modo radical. Me quedé sin trabajo y aquella idea tuvo que quedar descartada. Los años fueron pasando y la posibilidad de tener hijos se fue desvaneciendo, como tantas otras posibilidades. Así es este juego. A veces, si soy sincero, lo echo de menos. Porque se habla mucho del instinto maternal, pero el paternal también existe. Puedo dar fe. 
Dicho lo cual, añado que estoy a favor de que se regule la ley en nuestro país. Porque, más allá de las opiniones de cada uno y de nuestro propio ombligo, están las de los demás. Las de las demás, en este caso. Si una mujer, libremente y sin coacciones, quiere ejercer de madre de alquiler, ¿quiénes somos los demás, aunque no nos parezca una buena idea, para negárselo? Creo que hay mucha hipocresía al respecto. Pienso que la libertad individual está por encima de todo lo demás. La libertad de esa mujer que quiere hacerlo, por los motivos que considere. Y cada uno tiene derecho a hacer con su vida lo que mejor le parezca, sin presiones, coacciones y con leyes que nos respalden.