viernes, 29 de noviembre de 2019

Los 80 de la Velasco

Nos has hecho reír, llorar, soñar, emocionarnos. Nos has hecho viajar a otras ciudades sólo para ver tus interpretaciones. Nos has hecho sentir que podías ser una santa, una loca enamorada, una buena mujer, una mala mujer, una mujer seductora, una mujer guapa, una mujer fea, una mujer perdedora (varias, en realidad, como correspondía a aquellas mujeres que perdieron la guerra), una mujer desabrochada, una mujer enclaustrada que se largó más allá del jardín, una mujer cuyo mayor deseo era bailar... Una mujer de rompe y rasga. Pim, pam, pum... ¡fuego! Nos has enseñado las tetas con descaro y elegancia y nos has dado las buenas noches, como a tu madre teatral, aquella Mary Carrillo que hilaba con tanta elegancia cada personaje y a la que considerabas una de tus maestras, como no podía ser de otra forma. Nos has ofrecido espectáculos dignos del mejor Broadway, Hello Dolly, tantatararararará (aún recuerdo el olor de tu perfume desde las primeras filas), y nos has convencido de que no te equivocaste lo más mínimo cuando gritaste aquello de que querías ser artista. Qué otra cosa si no. 
Felices 80, Conchita, Concha. La Velasco. 

lunes, 25 de noviembre de 2019

Otro 25 de noviembre

Que no te engañe esa gente que quiere empoderar a la mujer cosiendo botones y que se aparta de la foto cuando hay una protesta. La violencia machista existe y está extendida como una auténtica plaga por cada rincón del planeta. No se llama violencia en el hogar, ni violencia en el embarcadero. Se llama así, con todas las letras, violencia machista. Punto. Esa violencia que engendra falta de respeto, odio, muerte. Y miedo, no nos olvidemos del miedo. Ese miedo que precede al asesinato es una de las peores circunstancias por la que pasa la mujer que es maltratada. Ese miedo que paraliza, que aniquila, que rompe por dentro a quien lo sufre. Miedo a no haber dicho lo correcto, miedo a que la cena esté fría, miedo a que estás mirando a donde él piensa que estás mirando (otro hombre, básicamente) siendo mentira, miedo a que esa noche vuelvan las hostias, miedo a la penetración sin consentimiento...  Miedo, y el vacío posterior. Ese vacío que, después de todo lo ocurrido y si tiene la suerte de no haber perdido la vida a manos del maltratador, convierte a la mujer en un trapo. Y convertir ese trapo en lo que fue, una mujer, es un camino complicado y doloroso. 
La violencia machista (que sigue matando mientras escribo esto) es un problema de toda la sociedad. La violencia machista se previene con educación (en casa y en el colegio, por este orden). Las leyes y quienes las representan tienen que proteger con firmeza a las mujeres que se ven envueltas en esta locura. 
¿Obviedades? ¿Palabras repetidas? Desde luego, y aun así ahí sigue cada vez más abultada la lista de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas. 
Que las voces alzadas de hoy sean las voces de todos los días hasta que todo esto llegue a su fin. 

viernes, 22 de noviembre de 2019

La Nati

El destino, fiel a su idea de la contradicción y el capricho, quiso que nos encontrásemos una tarde cualquiera. No importa ahora en qué tiempo ni en qué circunstancias porque, a estas alturas, todo parece ya muy lejano. Enseguida conectamos. Y surgió la complicidad, el afecto, la amistad. Nos apoyamos en momentos conflictivos de nuestras respectivas vidas. Y también nos reímos mucho. De casi todo, empezando por la mediocridad y terminando por nosotros mismos. Seguiremos haciéndolo. 
Natividad, Nati, la Nati. Nerviosa, inquieta, divertida, sarcástica, generosa. La voz de Lola Gaos y el esqueleto de Marisa Paredes. Una de las mujeres más bravas y luchadoras que conozco. Lo diré claro: una mujer extraordinaria. 
La Nati. Mi amiga. Qué adecuadas resultan hoy, al escribirlas, esas dos palabras. 

lunes, 18 de noviembre de 2019

Otra madre

Una madre pierde a un hijo de seis años. Y ahora, diez años después de esa pérdida, la madre deambula (es la palabra exacta, deambula) por la misma playa en la que el niño desapareció. Este es el núcleo central de la nueva película de Rodrigo Sorogoyen, 'Madre'. Utiliza el impactante corto de igual título para arrancar la película, pero, tras esos diecinueve minutos impecables, la historia sigue por otros derroteros. Al director no le interesa contar lo que sucedió realmente, huye de lo que se podía esperar. Giro radical en el guión. Se centra en el personaje de la madre, en su desganada relación con su nueva pareja, en sus estados interiores, en su tormento particular. Ese deambular de la madre: los gestos mecánicos y la mirada ausente de quien conoce las particularidades del infierno y de ese otro infierno que pueden ser los otros. Ese dolor. Marta Nieto consigue transmitir esa sensación de absoluta derrota, de pérdida y de desgana: tanto con las palabras como con los silencios. Y entonces, aparece un chico en esa playa que piensa que puede ser su hijo. Ahí, en esa relación, está lo mejor de la película. Hay algo turbio y fascinante en esos encuentros. Un misterio. Un enigma. Muchas sombras, muchas dudas y pocas certezas. Y un final inesperado y sorprendente, que no evita la sorpresa ni el escalofrío (como también ocurría en la espléndida 'Stockholm'). Una verdad que puede tener muchas caras o, quizá, solo una. 

sábado, 16 de noviembre de 2019

Un cuentista extraordinario

Ha muerto Stephen Dixon, un cuentista extraordinario. Uno de esos escritores que van al grano, que buscan la palabra precisa, que emplean la sutileza de modo impecable. Sus temas son los temas esenciales: las relaciones de pareja, la pérdida, el miedo... Lo cotidiano. Lo insignificante que somos en un mundo lleno de gente que, pese a la variedad, la procedencia y las circunstancias personales, sufre y goza con lo mismo (los temas esenciales). Y pese a esa insignificancia, los problemas que somos capaces de crear y encarar. 
Lo tuve muy presente mientras escribía los relatos de 'Mujer en el bar', así como estos últimos que he ido publicando en diversos libros colectivos, editados por alternativas y Más madera. 
Lo tendré presente en los próximos relatos que vaya escribiendo, no me cabe duda. 
Ojalá se traduzcan pronto más historias del señor Dixon. Palabras mayores. 

jueves, 7 de noviembre de 2019

Tres años después, Leonard Cohen

En la cocina, mientras preparo el desayuno, rememoro la escena como si se tratase de la escena de una de esas películas que hemos visto numerosas veces. Dos hombres, en silencio, frente a un hotel. Dos hombres, él y yo. Un hotel, el Chelsea de Nueva York. ¿Qué hacemos allí? Nada, en realidad. O todo, según se mire. Uno viaja por muchos motivos y uno de ellos, en nuestro caso, es conocer los lugares donde alguna vez estuvieron esas personas a las que admiras profundamente desde la juventud. Imaginando, en aquel cálido septiembre, a Leonard Cohen y a Janis Joplin en una de las habitaciones de un hotel desvencijado, detrás de alguno de aquellos visillos viejos y sucios que entonces, probablemente, no fuesen tan viejos y sucios. O quizá sí: las leyendas siempre se enredan en lo cotidiano. Un hombre y una mujer que se necesitaban y que no se necesitaban, que eran feos pero tenían la música, encerrados en aquella habitación. La habitación que, años más tarde, a aquellos dos hombres, él y yo, les hubiese gustado conocer. 
La historia es tan sencilla como el desayuno que estoy preparando. 
Y suena su música, claro. Y la de Marianne Faithfull evocándolo: "I love to speak with Leonard". 
No podía ser de otro modo. 

martes, 5 de noviembre de 2019

Una silla abandonada

La silla está ahí, abandonada a su suerte, al lado de los contenedores de reciclaje. A la intemperie, bajo la tormenta de un día de otoño que parece un día de invierno. ¿En qué salón, salita, dormitorio o espacio para la costura habrá pasado sus días? ¿Quién se habrá sentado en ella? ¿Qué conversaciones mantuvieron y con quiénes esas personas que la utilizaron? Quizá se ha desmantelado recientemente  la casa de una pareja de ancianos y la silla terminó ahí, un día cualquiera de la semana. Martes, para ser exactos. Un martes que se pierde en el calendario de este mes un tanto anodino, noviembre, que nos conduce directamente a la vorágine de unas fiestas que a casi nadie le apetece ya celebrar, estragos y más estragos, lotería que no toca, falsedad y risas enlatadas, besos de compromiso y olor a cordero por todas partes, roscones de unos Reyes que sólo tuvieron gracia en aquella lejana infancia. Tal vez el hombre murió primero y la mujer conservó la silla donde tanto había cosido junto a la ventana hasta el final. La silla, ahora a la espera de la recogida por parte de los operarios del ayuntamiento, duró casi tanto como su vida, casi tanto como su matrimonio. Un hombre y una mujer que, finalmente, puede que ya no tuvieran nada que decirse, puede que ya no recordaran nada, y menos aún la procedencia o la utilidad de esa silla, abandonada en esta mañana triste y lluviosa que, si lo analizas en profundidad, uno no sabe muy bien qué sentido tiene. 

domingo, 3 de noviembre de 2019

En un café de Berlín

El amor también puede ser eso:
contemplar juntos la vida 
que hay al otro lado de un cristal. 
Una noche cualquiera, 
en un país frío y lejano. 
Pedir dos copas de vino, 
y hacer que los dedos 
se rocen con disimulo
mientras señalamos 
un punto en el mapa. 
El itinerario de la mañana siguiente.
El amor, 
en su esencia, 
era simplemente eso. 
Dos voces, un viaje, un proyecto.