martes, 22 de agosto de 2017

Nati Mistral

Fue la mejor Celestina que recuerdo haber visto sobre las tablas. La mejor, en general, junto a la de Terele Pávez (en cine). Aquella lejana tarde, en el Jovellanos, pensé que si se abriesen las puertas del teatro la gente que pasaba por la calle podría escucharla perfectamente. Tan poderosa era su dicción y la proyección de su voz. Estaba perfecta en el personaje. Cada gesto, cada matiz, cada tono de voz. Y, además, se notaba que disfrutaba muchísimo representándolo. Como se notaba que disfrutaba recitando todas aquellas poesías que guardaba en su portentosa memoria. Cabe imaginarse las horas de estudio que había detrás de todo aquello. La vi más veces en el teatro, y su magnetismo era tan grande que no podías apartar los ojos de ella. Deslumbraba con aquella manera de hablar y de moverse por el escenario. Era una de esas actrices -cada vez van quedando menos, lamentablemente- que se las sabía todas: por talento, sabiduría y esas horas de estudio a las que antes me refería. 
Es una pena que algunas personas sólo la recuerden por su postura política y por las tonterías que decía últimamente en las televisiones derivadas de ella. No fue, desde luego, el mejor final para alguien de su categoría. Así son las luces y las sombras de las divas (ella lo era, sin discusión). Por eso, vuelvo al principio y pienso de nuevo en aquella Celestina teatral que aún no he visto superar a nadie. 

lunes, 21 de agosto de 2017

Más sudor, menos postales

'La seducción', de Sofía Coppola, es una película interesante pero irregular. Hay un momento (más o menos hacia la mitad) en el que la historia parece estancarse, como si la directora hubiera rodado algunas secuencias más y después hubiese decidido eliminarlas en el montaje final. Pese a una excesiva frialdad, está bien tratada la relación entre las mujeres cuando aparece el objeto del deseo de casi todas ellas, ese Colin Farrell que debería mostrarse más intenso para dilucidar desde el principio si estamos ante una víctima o un verdugo. De hecho, es en este punto, el de la seducción, sobre el que se sustenta toda la película. Sin embargo, insisto, esa frialdad en el tono resulta un tanto decepcionante. Se echa en falta más sudor, más garra, más desmelene. Un toque más salvaje. Por decirlo claramente: estamos en Virginia (en guerra), no en Versalles. Las mujeres no pueden exhibir los mismos maravillosos vestidos e inmaculados peinados en esas cenas elegantes y en los duros trabajos en el campo o en la cocina. No resulta creíble. 
Nicole Kidman está bien, y el resto de las chicas también. A Kirsten Dunst le hemos visto mejores interpretaciones. Su papel es el más complejo de la película y su rostro, impasible, ofrece el mismo registro en todo momento. 
He pensado, al salir del cine, que la historia tiene todos los requisitos para ser una buena función teatral. Donde el calor y el desgarro y el deseo furioso sean palpables. Y las bonitas postales de las que Coppola abusa, queden a un lado.  

sábado, 19 de agosto de 2017

Nuestra historia

Tenía muchas ganas de leerlos, pero las cosas llegan cuando tienen que llegar. Así en la literatura como en la propia vida. El caso es que vayan llegando. Lamentablemente, no pude asistir a la presentación que hizo en Oviedo hace unos meses. Pero ahora 'Nuestra historia', los últimos relatos publicados de Pedro Ugarte, ya está en mis manos. Un puñado de relatos fabulosos, muy recomendables, donde esos pequeños detalles que dan, para bien o para mal, un giro a la historia están muy presentes. Y a veces, con ellos, también el frío de vivir, que diría el maestro Castán. Aunque un poco tarde respecto a su publicación: enhorabuena, Pedro. 

lunes, 14 de agosto de 2017

Los paraísos perdidos

Ayer estuve viendo de nuevo 'Los paraísos perdidos', de Basilio Martín Patino, que es la mejor manera (creo) de homenajear a alguien que se acaba de ir. Me interesan mucho los temas que aborda: como espectador, como lector y como escritor. La vuelta a los orígenes, el regreso a los paisajes de la infancia, la muerte de los padres, el paso del tiempo, el olvido... Temas esenciales, evidentemente. Me gusta ese modo de narrar, que a veces casi parece un documental. Y la voz de Charo López leyendo las palabras escritas por Hölderlin. Charo compone muy bien ese personaje de mujer comprometida, intelectual, con algunas heridas a sus espaldas, que se resiste al olvido. Y que, a pesar de los vaivenes de su propia existencia, decide que es mejor arriesgarse a un baile que quedarse sentada de brazos cruzados. Esas determinadas maneras de posicionarse en aquellos tiempos en los que se rodó la película (1985) y también en estos. 

domingo, 6 de agosto de 2017

Carteles

En el primer piso del edificio donde vivían mis abuelos maternos, en Mieres, había una peluquería. Una de esas peluquerías, tan características por entonces, situadas en una de las habitaciones de la casa de la propia peluquera. Mi abuela, que vivía unos pisos más arriba, bajaba todas las semanas y mi madre también se arreglaba allí muchos sábados. De niño, me gustaba el olor y el ambiente de aquel lugar. Las risas de las mujeres, el sonido de los secadores, el olor de todos aquellos productos, el pelo (de diferentes colores) recién cortado sobre las baldosas. A veces, entre ellas, también se peleaban y, ante mi asombro, se decían de todo para, minutos después (la peluquera era la que ponía un poco de orden), volver a reírse alegremente, aquí paz y después gloria. Todo ese jolgorio era mucho más divertido que aquellos otros locales masculinos, tan serios y envarados, donde mi madre me llevaba a cortar el pelo, dónde iba a parar. 
Ayer, unas calles más arriba de nuestra casa, me encontré con el cartel tan setentero de una peluquería que me hizo recordar todo aquello.