miércoles, 30 de mayo de 2018

La Pradera

La historia de María Dolores Pradera no es sólo la historia de una mujer elegante que cantaba como una diosa, sino la historia de todas aquellas personas que, de un modo u otro, la fuimos descubriendo y admirando. Y seguiremos haciéndolo, admirándola, a través de todas esas grabaciones que perdurarán a lo largo de los años, y a través también del recuerdo de todas aquellas veces que la vimos actuar en directo. Memoria sentimental de primer orden. (Ah, aquellas noches en el Campoamor, sola o con Carlos Cano). Sobre el escenario, alentada por un público siempre fiel y entregado, la Pradera se crecía al mismo tiempo que crecía nuestro entusiasmo por sus canciones, por sus movimientos, por su luz incuestionable. 
La muerte es una especie de tránsito estúpido, inexplicable y doloroso. La desaparición física de quienes amamos o admiramos. Todo lo demás continúa en el mismo sitio. El sitio de nuestros recreos, que diría aquel otro genio.

lunes, 28 de mayo de 2018

Las manos de la abuela

La abuela siempre tenía las manos frías y las uñas, muy cuidadas, pintadas de rosa. Veo aquellas manos cada día porque hoy son las manos de mi madre. (Y mañana serán las de mi hermana). La genética, a veces, es despiadada y otras ofrece regalos de incalculable valor. Aquellas manos, las de la abuela, te mantenían a resguardo de la tormenta. Las de mi madre, a día de hoy, realizan el mismo cometido. Manos, las de la abuela, que trabajaban las telas, que removían los alimentos, que daban caricias y pesetas (billetes de cien, de quinientas o de mil pesetas: una verdadera fortuna de la época) a los nietos. Se cumplen hoy 29 años de su desaparición. Y aunque el mundo ha cambiado tanto como todos nosotros, el recuerdo avasalla, conmueve, y también alivia. Porque hay cosas que, aún transformadas, mantienen su esencia de autenticidad. 

sábado, 26 de mayo de 2018

Francesca y las maletas

Antes, cuando sacaba la maleta del armario Francesca enseguida se ponía a revolotear a mi alrededor. Al menor descuido, ya estaba dentro, si la había dejado abierta, o encima, si estaba cerrada. Le encantaban las maletas y a nosotros nos hacía mucha gracia su curiosidad. A veces, como esos padres a los que se les cae la baba observando a sus hijos pequeños, nos escondíamos y vigilábamos sus movimientos. Ya estaba dentro. O encima. Dentro, no, Francesca, que lo llenas todo de pelos, le decíamos desde la puerta, sin ningún tipo de autoridad. Y ella nos miraba con cara extraña, sin entender muy bien los motivos por los que no le permitíamos estar allí, entre camisetas y chaquetas, vaqueros y playeros. Como se las sabía todas (entendía perfectamente cuando estaba haciendo algo que no nos gustaba), salía de allí y, al menor descuido, regresaba a su refugio.
Hace un rato saqué la maleta del armario y, de pronto, recordé todo esto. A través de las grietas, siguen apareciendo los recuerdos. 

sábado, 19 de mayo de 2018

Aquel 19 de mayo

Te miro y sigues siendo el mismo de aquella madrugada que cambió nuestras vidas para siempre. La misma inocencia, la misma bondad, la misma inteligencia, la misma belleza. El amor, sí. Han pasado muchas cosas desde entonces. Días soleados y días de mucho frío a nuestro alrededor. Pero lo importante es atravesar la nieve sucia y llegar juntos al otro lado, sin resbalar. Desafiando las inclemencias y disfrutando de las treguas. Han pasado muchas cosas desde la madrugada de aquel 19 de mayo. Y también once años. 
Qué lujo poder escribir esto mientras siento cómo tu respiración aleja todas las formas del miedo. 

domingo, 6 de mayo de 2018

Dos meses después

Como la vida tiene sus abundantes dosis de crueldad y capricho, hoy, precisamente hoy, se cumplen dos meses de la muerte de mi amiga Loli. Y he pensado en ella, como casi todos los días, durante la mañana. Y en su marido, en sus hijos y en sus nietos, que no pudieron disfrutar de su risa, de su sentido del humor, de sus ganas de tomar ese último vino a la hora del vermú, en esta jornada de sol y de abrazos. Hoy, precisamente hoy, que todos sabemos que el día de las madres son todos los días, pero hay fechas en el calendario que no se pueden tachar cuando las ausencias los hacen -inevitablemente-más significativos. 
Es cierto que recordar a las personas que quisimos hace que no desaparezcan del todo de nuestra memoria. Pero también es cierto que hay días en los que recordar también hace daño. Hoy, precisamente hoy, es uno de ellos. 
Yo te sigo viendo, amiga, cada día, entrando en esos cines que sólo existen en un lugar privilegiado de nuestra memoria. Con tu melena rubia, tu diferencia, tus ganas de hacer mil cosas y de disfrutar de la vida. Como si el tiempo no hubiera transcurrido y no nos hubiese traído a este presente que hoy se nos antoja un poco más melancólico.