miércoles, 29 de agosto de 2018

Un año después

Que, transcurrido un año desde que mi madre fuese operada del cáncer en el pecho y empezase posteriormente los correspondientes tratamientos, la doctora le diga que a día de hoy todo está bien, es la mejor noticia que uno puede recibir en este tramo final del verano. 
La sensación de alegría y también la de algo parecido al sosiego o a la serenidad. A seguir el camino, con otras historias (que nunca faltan), pero lejos de ese abismo, de esa fisura que de repente, de un día para otro, hace que la vida gire hacia otro lado, de un modo distinto. Y en ese giro va incluido un nuevo planteamiento, una manera diferente de ver las cosas y de enfrentarse a ellas. La manera actual con la que ahora encaramos las cosas, los hechos. Lo verdaderamente importante. Avanzamos. Nosotros. Juntos, como siempre. 

domingo, 26 de agosto de 2018

Glenn Close y su hija

Me levanto y leo los periódicos. La misma morralla y las mismas injusticias de todos los días. No voy a entrar en detalles: no quiero ensuciar este muro con esos nombres, con esas noticias. Y de repente, cuando estoy casi a punto de cerrar esas páginas, me encuentro con una fotografía de Glenn Close y su hija, también actriz, Annie Starke, y me conmueve el equilibrio, la serenidad y la belleza que transmite. Y pienso que hoy será domingo todo el día, como decía Edward Albee en su obra más importante, y esa imagen guiará mi domingo, lejos del ruido y la furia de unos tiempos infames, ridículos y avasalladores. Una madre con los ojos cerrados apoyada levemente en el rostro de su hija. Domingo todo el día, habitando en otros rincones donde las piezas encajen con sentido y donde aún nos permitan imaginar que (casi) todo puede ser posible. 

viernes, 24 de agosto de 2018

La cara de Tom Hardy

Un apreciado escritor está preparando un libro de relatos con la participación de diferentes escritores y me ha pedido uno. Me sedujo la idea (hay un tema común en todos ellos: ya os contaré más detalles cuando pueda) y le dije que sí. Estoy escribiéndolo estos días. Lo protagonizan una chica y un chico. Una historia inventada, que no tiene nada que ver conmigo. A veces, cuando escribo relatos, les pongo la cara de actores y actrices a los que admiro a los personajes. Otra veces, no. No hay una regla determinada. La cara aparece o no aparece. Es sencillo, no hay más vueltas que darle. En este caso, los personajes no tenían cara. Sin embargo, esta mañana, a primera hora, vi en un kiosko a Tom Hardy en la portada de Fotogramas y el chico de mi relato ya tiene cara. La cara de Tom Hardy. La cara de Tom Hardy en esa portada, una mañana desapacible de finales de agosto. La cara que me está mirando mientras escribo esto. 

lunes, 20 de agosto de 2018

En un cine

Yo no quiero estar en un cine como en casa. Yo no quiero estar en un cine en zapatillas ni en pijama. Yo no quiero estar en un cine hablando ni escuchando lo que hablan los demás. Yo no quiero estar en un cine pendiente del móvil ni tampoco quiero que la persona que está sentada a mi lado lo haga. Y, mucho menos, yo no quiero estar en un cine comiendo (¡como si no tuviésemos bastante con las dichosas palomitas!) como si estuviese en la cocina de mi casa ni tampoco quiero que lo haga el resto de los espectadores. 
Para mí, esta moda que está llegando de comer en los cines es el horror. Simplemente. Si lo que pretenden es que las personas que amamos el cine nos quedemos en nuestra casa, lo están haciendo muy bien. Poco a poco, ya no me cabe la menor duda, lo conseguirán. 

sábado, 18 de agosto de 2018

Leer a Lorca

Leer a Lorca. Leer a Lorca por placer, por amor, por dolor, por desamparo, por extravío. Leer a Lorca para saber lo que es un genio, para rastrear inspiración, para buscar cobijo. Leer a Lorca en aquella lejana mañana y en la mañana de mañana. Leer a Lorca hoy, precisamente hoy, por cuestiones de trabajo. Leer a Lorca, todo este tiempo, como si el tiempo, curiosamente, no significase apenas nada. Tiempo, sólo eso. Leer a Lorca, lejos de todo. Aquí, a solas. Ahora. 

jueves, 16 de agosto de 2018

Catherine y Catherine

La otra tarde estuve viendo 'Dos mujeres', la última película de Catherine Deneuve, dirigida por Martin Provost. Tiene más hondura y relevancia de la que en principio pudiese parecer. Narra con acierto las brechas que la vida nos va haciendo y también las que hacemos a los demás. Hay nostalgia, hay poesía, hay inteligencia, y hay un mano a mano entre Catherine Deneuve y Catherine Frot (tan diferentes como actrices y como mujeres como diferentes son sus respectivos personajes) memorable y sin aspavientos de divas. Frot borda su personaje de comadrona. Y creo que Deneuve no me emocionaba tanto desde 'Los ladrones', aquella maravilla de André Techiné que hoy, lamentablemente, no se puede encontrar en ningún formato. Vuelvo a dejar constancia de ello. 
Una de esas tardes en las que sales del cine con la eufórica sensación de que no todo, incluido el cine, está perdido. Y, a día de hoy, volver a sentir eso tras ver una película no tiene precio. 
(Nota personal: me acordé mucho de mi amiga Loli viendo la película porque ella, mi amiga, sobre todo en los últimos años, se daba un aire muy grande a la actriz francesa, pero ésa ya es otra historia). 

lunes, 13 de agosto de 2018

Custodia compartida

Ayer estuve viendo 'Custodia compartida', de Xavier Legrand, y ese momento (medio spoiler) en el que la madre y el hijo tienen que refugiarse en la bañera para "protegerse" del maltratador aún no se me ha quitado de la cabeza. La fragilidad más absoluta frente al sinsentido de la violencia desatada. Esos dos seres indefensos frente a la bestia. El miedo frente a la sinrazón. Qué bien queda reflejado en toda la película y en ese tramo en concreto. La angustia que sufren esa mujer y su hijo no puede transmitirse de mejor modo. Los dos, juntos, en esa bañera. 
Si, como pienso, la educación (y no lo escribo en mayúsculas, aunque debería) es una de las bases fundamentales para terminar con esta locura que sufren tantas mujeres (y, de paso, tantos niños y niñas), este tipo de películas deberían tener una mejor distribución (aquí ni llegó a estrenarse en los cines) y ser objeto de estudio y análisis en colegios, institutos, universidades y demás centros. 
Para las personas interesadas, la película está disponible en Filmin. 

jueves, 9 de agosto de 2018

El derecho a decidir

Sé que hay que intentar ser optimistas y pensar que la próxima vez ganará la justicia. Los principios que deberían de regir esta circunstancia: la libertad -no la obligación: porque el aborto tiene que ser un derecho, no es una obligación, que parece mentira que haya que recalcar estos términos una y otra vez- de cada mujer para decidir. Pero cuesta, ¡vaya si cuesta! Cuesta porque el hartazgo ya es muy grande, y la iglesia mira desde lo alto con su soberbia y entrometimientos habituales. Y siempre estamos a vueltas con lo mismo: las que tienen dinero abortarán libremente donde les dé la gana y las demás tendrán que joderse y tirar hacia delante como mejor puedan, y, lo que es aún más salvaje todavía (lo que es intolerable, habría que decir, a estas alturas de la película), arriesgar sus vidas en lugares de mala muerte y abortos clandestinos. Y eso sí que es una película antigua. Mala y antigua. 
Hay que ser optimistas, sí. Y supongo que mañana lo seremos. Pero hoy cuesta, y mucho, tratar de serlo, de intentarlo al menos, rodeados de tanta ignorancia, intolerancia y oscurantismo. Lo único positivo de la tristeza es que tiende una red entre todos los pensamientos que apuntan hacia el mismo lado, el lado de la decencia y su cabal posicionamiento. 

sábado, 4 de agosto de 2018

Gena

Gena es una gata de dos meses y medio. Es inquieta, juguetona, cariñosa. Llegó ayer por la tarde del albergue y, tras cinco minutos iniciales de indecisión y relativa timidez, se hizo con la casa de inmediato. La recorrió de punta a punta, husmeándolo todo, como cuando uno llega a una casa en la que piensa vivir los próximos años. Se subió a las estanterías, observó el interior de la lavadora, se acercó a todas las ventanas. Inspeccionó sofás, sillas, mesas y cama. Se instaló sobre nuestras piernas como si nos conociese de toda la vida, ajena a cualquier tipo de miedo. Y ya de noche, se le notaba cansada, se le cerraban los ojos, pero no quería dormir. Como en esos momentos en los que iniciamos un viaje o una aventura muy excitante y el cansancio nos vence pero no queremos cerrar los ojos, no vaya a ser que nos perdamos algo, por insignificante que sea. He tenido que instalar el ordenador en la mesa de la cocina porque no había manera de que me dejase escribir en cualquier otro lugar, y ya está trepando por las patas... 
Esto promete.