lunes, 31 de octubre de 2022

Peter von Kant

Volvamos a 'Peter von Kant'. O sea, a la libre adaptación de 'Las amargas lágrimas de Petra von Kant' de Fassbinder por parte de Ozon. He leído por ahí que Isabelle Adjani se hace con la película. No es cierto. La película -muy teatral, como corresponde- es la pasión desmesurada del director Peter von Kant por un joven actor que está buscando su lugar en el cine y la fama. Y esa pasión desmesurada está brutalmente encarnada por Denis Ménochet. Él es una especie de  Fassbinder. Él es Fassbinder. Él es la película. Cómo bebe, fuma, grita, camina, golpea la máquina de escribir, maltrata a su asistente, rompe las botellas contra las paredes. Cómo mira. Cómo se desgarra, se descompone, se enfurece. Cómo el amor y el desamor lo transforma. Justo lo que el propio Fassbinder expone en 'Las amargas lágrimas de Petra von Kant' mediante la voz de la protagonista femenina. Adjani, en su papel secundario, está espléndida (como Hanna Schygulla, excelente y justo homenaje al mundo del director de cine alemán), pero la película no es suya. Es de ese enorme actor, Denis Ménochet, que se merece todos los premios. 

miércoles, 26 de octubre de 2022

Victoria Abril, Espiga de Honor

No recuerdo bien cuál fue la primera película que vi de Victoria Abril. A veces, quizás más a menudo de lo deseado, en la memoria de las personas cinéfilas, traspasadas ciertas edades, se van mezclando ya imágenes y recuerdos, y en esa mezcla es probable que se vayan perdiendo este tipo de datos sin demasiada relevancia. Sólo sé que muy pronto comenzó a ser una de esas actrices que, hiciese lo que hiciese, en cine o en televisión, había que verla. Abril era (es) un torrente, un torbellino, una fuerza única. Con una mirada, te desarma o te fulmina. Con un gesto, ordena y manda. Con otro gesto, se viene abajo si está interpretando a una mujer sin suerte. Con otro más, se viene arriba aunque la vida siga yendo cuesta abajo. Con un tono de voz (y sus diferentes matices), ama desmesuradamente y también puede odiar con la misma intensidad. Con un movimiento de gafas o de cabeza, explica cinco páginas de guion. Con un canturreo, define todo lo que lleva a cuestas su personaje. Nada se le pone por delante. Arrasa. Araña. Arrebata. Seduce. Pide calor o lo entrega. Acaricia o te lanza un puñetazo certero al estómago. Sus interpretaciones perduran en la memoria, no importa el papel que haga. Nunca deja indiferente. Nunca defrauda. Pocas actrices como ella van dejando un legado tan importante sobre el deseo y el placer en una pantalla. Sobre la pérdida de la inocencia. Sobre la falta de escrúpulos o de esperanza. Sobre toda esa multitud de maneras de vivir. Sobre las distintas formas de agarrarse a la vida cuando la vida no hace otra cosa que pisarte las entrañas. Qué extraordinarios momentos ha dejado en nuestra memoria. Qué ganas de que le den otro papel en el cine a su altura. Qué alegría produce verla recoger esa merecidísima Espiga de Honor. Qué grande eres, Victoria Abril.  

sábado, 22 de octubre de 2022

Catherine cumple setenta y nueve años

Cuando pienso en Catherine Deneuve, como es lógico, me vienen a la cabeza muchas imágenes. Catherine, sofisticada, bebiendo un Martini; Catherine, diva consentida, fumando en un hotel durante una rueda de prensa; Catherine, en San Sebastián, recogiendo un premio Donostia; Catherine, sobre un escenario, cantando con Rufus Wainwright; Catherine, con un vestido lleno de plumas, en la gala de los Oscar la única vez que fue nominada (por 'Indochina'). Y así, un largo etcétera. Después, aparecen casi todas las imágenes pertenecientes a sus películas más emblemáticas. Catherine joven, Catherine de mediana edad, Catherine cerca de los ochenta años (cumple hoy 79). Y sobre todas ellas, la imagen de Catherine en 'Los ladrones', de André Techiné. El director conoce bien a la actriz (han rodado varias películas juntos), pero creo que es en esa donde Catherine realiza uno de los mejores trabajos de su carrera, con permiso de Buñuel, Truffaut, Polanski, Ozon y demás. Ríe, sufre, se enamora, se desmorona. Transmite humanidad, calor dentro del frío, emociona. No es complicado comprenderla. Ella, más alejada que de costumbre de su hierático rictus, consigue todo eso. A su lado, inmenso como siempre, Daniel Auteuil. 

Es curioso cómo quedan grabadas en la memoria algunas interpretaciones. Volveré a verla cualquier día.    

viernes, 21 de octubre de 2022

Encuentro con Rosa Montero

Hacía tiempo que no veía la televisión. No es una pose. Es cansancio y falta de interés por los contenidos en general. Ayer, sin embargo, vi Encuentros, en la 2, donde Jesús Marchamalo charlaba con Rosa Montero. Dos butacas, dos voces respetando los turnos, una luz acogedora, una agradable conversación en torno a la escritora. Su vida, sus recuerdos, sus proyectos, sus libros, su pasión por la cultura. Sí, eso que tan bien sabe transmitir Rosa, la pasión por la cultura y el conocimiento. La televisión de entonces, de siempre. La que me gusta. Y qué difícil de encontrar. Y qué hora tan reconfortante. Recuperaré el de la semana pasada y repetiré. Enhorabuena. 

lunes, 17 de octubre de 2022

Día de las Escritoras

Día de las Escritoras. Son muchas, muchísimas, a las que agradecerle tantas cosas. Lo hago a menudo desde aquí, ya lo sabéis. Escritoras fundamentales en mi vida como lector y escritor. Sus nombres, textos y perfiles desfilan por este muro cada dos por tres y sus libros siempre están al alcance de mi mano. Para deshacer un nudo, para consultar, para disfrutar, para admirar. Para leer y releer. Para calmar heridas. Para salir de algún laberinto. Para seguir adelante. En espera de lo nuevo de tantas de esas escritoras admiradas, algunas incluso también apreciadas en lo personal, este deseo:  

Salud, compañeras, que la función debe continuar. 

jueves, 13 de octubre de 2022

En los márgenes

'En los márgenes', la primera incursión del actor Juan Diego Botto en la dirección, es una película honesta sobre los desahucios. Brutal, sí, como corresponde al hecho de que te despojen miserablemente de tu casa y de tus pertenencias. Angustiosa, sí, como una orden judicial que llega al buzón para poner en marcha todo el procedimiento. No hay respiro para el alivio. No hay tregua. Vivimos en una sociedad salvaje y la película lo refleja a la perfección, sin concesiones de ningún tipo. La única ayuda proviene de quienes también están pasando (o han pasado) por ello y de un abogado comprometido (Luis Tosar, enorme) hasta el punto de echar a perder su vida privada en el empeño. Miseria, precariedad, pastillas para la ansiedad y el nerviosismo: todo eso que sigue a la orden del día, aunque haya quien mire para otro lado (algunos políticos incluidos). El día a día, la noche a noche. El miedo que corroe cerca del amanecer, antes de que suene el despertador, previendo lo que va a suceder. En lo que se va a convertir la vida de quien está a punto de perderlo todo. Verse en la calle, sin miramientos. Y a quién le importan los menores. Uno de los grandes logros de la historia es la figura de esa madre (Adelfa Calvo, impresionante) que camina como un fantasma desesperanzado por las calles, por las farmacias, por la casa. Sus pasos (y sus miradas) escuecen como un golpe policial. Metáfora todo ello de demasiadas cosas. La pura realidad. Y la impotencia, y las manos atadas. Y la solidaridad, que siempre procede del mismo lado. 

Una más que digna primera película. Un espejo que nos devuelve en forma de náusea y puñetazo una realidad tan injusta como despiadada.   

miércoles, 12 de octubre de 2022

Las tazas de Duralex

[Leo que cierra la fábrica de Duralex y me acuerdo de este texto que escribí hace algún tiempo. La taza ahora está en mi casa]

La taza es de Duralex verde. Está ahí, en una de las estanterías más altas de uno de los armarios de la cocina de mi madre, junto a otras tazas y platos de los que se resiste a desprenderse. Siempre hay algo en la cocina de nuestras madres que, aun siendo cocinas nuevas, nos remiten a las cocinas de sus madres. La cojo. La miro. Me preparo un café con leche y me lo tomo en ella, en esa taza de Duralex verde, mientras observo impotente cómo este inesperado temporal arrasa con todas las plantas que mi hermana tiene en la terraza. Una taza de la Transición. Una taza en la que se agolpan muchos recuerdos para los que ahora tenemos entre cuarenta y cincuenta años (más o menos). Recuerdos personales, no los que se derivan de esa serie que, a mi juicio, tiene más prestigio del merecido. Los recuerdos propios. Los niños de entonces no sabíamos quién era Adolfo Suárez. Era un señor que salía en la televisión. Un señor al que casi todo el mundo, en principio, votaba. El presidente del gobierno. El primero de la democracia. Pero eso lo supimos mucho después. Entonces, tomando nuestros Cola-Caos en aquellas tazas de Duralex verde, no sabíamos nada de lo que estaba pasando. La taza conserva el recuerdo de aquellos sabores, el de los Cola-Caos, el de los primeros cafés con más leche que café, no el de lo que hacía aquel señor que salía en la televisión y sonreía mucho, y todo el mundo decía que qué gran político era. Alrededor de la taza también se agolpan las imágenes de aquellos cómicos que lo imitaban exageradamente. De las leyes que cambió tuvimos noticia tiempo después, cuando ya no éramos unos niños. Y aquellas tazas de Duralex verde ya comenzaban a arrinconarse, a ocupar espacio en las estanterías más altas de los armarios. En casa de algunas amigas, en aquel tiempo en el que estábamos descubriendo lo que había hecho aquel señor y tantas otras cosas, los platos que acompañaban a aquellas tazas eran ya utilizados como ceniceros. Aunque los fregases con abundante jabón, la ceniza ya estaba adherida con fuerza en el fondo de aquellos platos y no había modo de deshacerse de ella. Las vajillas, como los tiempos,  ya eran otras. Y nadie quería mantener aquellos utensilios que remitían a un pasado en blanco y negro y que parecía casi remoto. Aquellas amigas, como nosotros mismos, aguardábamos un futuro lleno de promesas y esperanza. No sé muy bien en qué momento todo eso -como tantas otras cosas- se volvió añicos.

viernes, 7 de octubre de 2022

Bárbara Lennie

Bárbara Lennie, con ese aire lejano a la joven Charo López y a las actrices del cine clásico (eso que también podríamos decir de Cate Blanchett, por ejemplo). Bárbara Lennie, inmensa, arrolladora, en 'Los renglones torcidos de Dios'. La cámara la sigue, no se despega de ella en ningún momento. Refleja sus comportamientos, sus juegos, sus ambigüedades, sus poses distinguidas, sus movimientos elegantes, sus aires sofisticados, sus hermosos rasgos, sus recelos. Y ella, Bárbara Lennie, le ofrece toda la verdad, aunque a veces esa verdad no sean más que mentiras. Silencio. Silencios. En los silencios, también se mueve con soltura. Los silencios se centran entonces en la mirada. Sobran, por tanto, las palabras. Lennie hace y deshace, aparenta y deja de aparentar, finge y dejar de fingir. Sigue jugando. Y baila. Y cómo baila. Cómo baila. Es durante ese baile cuando me viene a la cabeza (no puede evitarlo) su interpretación en la potente obra de teatro 'Hermanas', de Pascal Rambert, sobreviviendo -sin exagerar- a toda clase de dificultades: sillas que vuelan por los aires, palabras que hieren, pasados que sobrecogen. Enfrentamientos salvajes, lamentos difíciles de ocultar por más tiempo. Todo parece fácil, aunque no lo sea. Nada lo es. La película es la fiel adaptación de la novela, sí, y es ella, Bárbara Lennie, aun estando tan bien acompañada por los demás actores, sobre todo ella.   

lunes, 3 de octubre de 2022

Felicitaciones

Que gente a la que aprecias -como personas y como profesionales- te feliciten de esta manera, resulta tan emotivo y sugerente como los propios reconocimientos. Muchas gracias, Iván Alonso. 


"Felicidades a nuestro amigo Ovidio Parades por quedar primer finalista en este premio de relatos sobre Javier Marías, que imagino muy concurrido. Aprovechad para conocer sus libros. Al igual que Marías, él también tiene una voz literaria única y muy particular."

(El texto, Días en el hospital, se puede leer en este mismo blog y en las páginas de la revista Zenda).