viernes, 27 de abril de 2018

Un chute de vida

Me gusta caminar. Caminar hasta sentir cansancio en las piernas. Me gusta caminar acompañado y me gusta (mucho) caminar solo. Cuando camino solo, observo y escucho mejor todo lo que voy encontrando a mi paso. Durante esos paseos solitarios no me agrada especialmente encontrarme a gente conocida con la que tenga que detenerme a hablar, aunque sea gente que me caiga bien. Uno, con la edad, va teniendo sus manías. Me gusta caminar y pensar en mis cosas, sin dejar por ello de observar lo que me voy encontrando ni de escuchar las voces que van surgiendo. 
Un día de la semana pasada recorrí prácticamente la ciudad entera para conseguir un libro que sólo tenían en una biblioteca que está situada a unos cinco kilómetros de mi casa. Y durante el recorrido, escuché a mis espaldas la frase. "Quiero un chute de vida". La pronunció una mujer en voz alta a mis espaldas. Cuando me di la vuelta, su figura ya se había perdido entre la gente. No pude verle la cara. "Quiero un chute de vida". Fui pensando en esa frase hasta llegar a la biblioteca. La anoté en el cuaderno. ¿A qué se referiría exactamente aquella mujer? ¿A un cigarro, a un trago, a unas vacaciones? Sigue ahí, en el cuaderno, entre otras anotaciones e incógnitas. 

martes, 24 de abril de 2018

Aniversario

Y vas caminando y caminando, esquivando charcos, tapando heridas, pasando las hojas del calendario para que las ausencias y las decepciones se vayan haciendo menos dolorosas, y llega un día (hoy) y te das cuenta de que han pasado ocho años desde aquella luminosa mañana en la que te casaste, y comprendes una vez más que nada tiene demasiado sentido, nada, excepto que los charcos, las heridas, las ausencias, las decepciones y demás retahílas de las que nadie se librará tarde o temprano se hacen más llevaderas cuando su risa o su silencio inundan el espacio que compartís, y todo, aún con todas esas cicatrices a cuestas, vuelve a empezar con la misma ilusión con la que la aguja del tocadiscos se sitúa de nuevo al principio de esa canción que has escuchado dos millones y medio de veces y aún así te sigue erizando la piel como si nunca antes la hubieses escuchado. 

domingo, 15 de abril de 2018

Su último gesto

Su último gesto fue sencillo: apoyó su cabeza (endeble ya) contra mi pecho y se adormiló en aquel calor. Mis manos, más bien pequeñas, abarcaban por entero su frágil cuerpo. Y así, así, se adormeció. Al otro lado de la ventana, ya no sabíamos si hacía frío o calor. Estúpida primavera. Lo que había allí, al otro lado de la ventana, no nos importaba. A ninguno de los tres. 

sábado, 14 de abril de 2018

Milos Forman

Me gustan las películas de Milos Forman. Todas ellas forman parte de nuestra educación sentimental. Aunque algunos, por edad, hayamos visto buena parte de sus trabajos en aquellas primeras cintas de VHS, qué tiempos. Era un director más que notable. Era, a estas alturas, una especie de clásico. Su versión de 'Las amistades peligrosas' ('Valmont') era sobresaliente, está claro (¡aquella Annette Bening!), pero tuvo "la desgracia" de que la versión de Frears fuese una obra maestra desde el momento número uno.Mal ajuste de agendas, quizá. No importa. Todos sus títulos lo hacen merecedor de un lugar más que destacado en la historia del cine y en el de nuestro propio camino. Le recordaremos, qué duda cabe. 
Let the sunshine in. Como siempre. 

viernes, 13 de abril de 2018

Ausencia

Ayer nos deshicimos de todas las cosas de Francesca. Una buena amiga se quedó con lo que le interesaba y el resto se lo llevó para entregarlo a un albergue de animales que hay al lado de su casa. Pensábamos que al deshacernos de todo eso, la situación se volvería menos complicada. Qué ingenuos. Las cosas materiales son sólo eso, cosas materiales, por mucho apego que alguna gente les tenga (a las cosas materiales y al dinero). Los sentimientos siempre van por otro lado. Siempre. 
Es muy duro llegar a casa y que Francesca no salga a recibirte. Entrar en el estudio de madrugada y ponerte delante del ordenador sin ver su cara soñolienta y sin sentir su pata sobre tu brazo como un modo de darte los buenos días. Cocinar y no notar su presencia rondando cerca de los pies, alegremente. Llamarla y que no acuda a tu encuentro. Y así, tantos actos del día a día compartido durante nueve años, podría enumerar (si tuviera fuerzas) muchísimos más. 
Todo es cuestión de tiempo, lo sé. Pero qué tristes se vuelven algunas ausencias. Y qué vacío tan inmenso nos dejan. 

martes, 10 de abril de 2018

Te vas, Francesca

Te vas, Francesca, en esta tarde de abril, que no sé si es el mes más cruel pero lo parece. Te vas, con movimientos silenciosos y elegantes, que son tus movimientos de siempre. Te vas, sí, mirándome a los ojos como se miran dos seres que no necesitan expresarse en el mismo lenguaje para entenderse. Te vas, hoy, después de enriquecer nuestras vidas durante nueve años. Te vas, cansada ya de tu enfermedad pero luchando hasta el final. Te vas, y tu imagen no será la de esta partida (tan triste), sino la de tantas mañanas, tardes, noches y madrugadas compartidas. (Ah, la complicidad de nuestras madrugadas). Te vas, y el eco de tus maullidos y tu sombra al recibirnos cada amanecer o cada vez que regresábamos a casa, permanece. Te vas, gatina, te vas, pero te quedas -luminosa, radiante, decididamente única- en cada rincón de esta casa. Y en la memoria de ambos, tus compañeros de viaje, hasta que resista. 

domingo, 1 de abril de 2018

Audran y Moix

La mañana en la que me enteré de la muerte de Stéphane Audran, encontré por un euro un ejemplar de 'Ese chico pelirrojo a quien veo cada día', los cuentos de Ana María Moix que había leído en mi juventud pero que no tenía en la biblioteca (vuelven a estar descatalogados: no sería mala idea, ahora que se acaban de cumplir cuatro años de su muerte, volver a editar su obra). No sé si Audran y Moix tienen mucho que ver. Sin embargo, me pareció curioso que el azar las uniese así una mañana soleada y sin lluvia de finales de marzo. Pensándolo bien, supongo que Moix admiraría, como me pasa a mí, aquella elegancia y frialdad de la actriz francesa (más cerca de Huppert que de Deneuve, creo). Sobre todo, en las películas de Claude Chabrol, donde muchos la descubrimos, ya no recuerdo si en uno de aquellos ciclos del Campoamor o a una hora intempestiva en la 2, cuando todos en la casa ya estaban dormidos. Releo de madrugada los cuentos de Moix y me parecen magníficos. Supongo que revisaré alguna película de Audran estos días. Entretanto, las subo a este rincón. Las dos, con azar o sin él de por medio, se lo tienen bien merecido.