miércoles, 25 de mayo de 2011

¿Quién teme a Virginia Woolf?

Nunca tuve deseos de ser una chica. Me gustan cómo piensan, cómo se mueven, cómo actúan ante la adversidad, cómo en ocasiones sacan fuerzas de donde no las hay para seguir tirando, cómo se recomponen tras sufrir alguna desgracia, alguna pérdida, algún descalabro amoroso. Hablo de la mayoría de ellas, de muchas a las que he conocido: no conviene generalizar. Recuerdo todos los días de mi vida -todos- a mi abuela Virginia, muerta hace casi veinticinco años, por el ejemplo de dignidad que dejó en esta tierra, por las enseñanzas que me dio, por todas aquellas clases de cocina (desoyendo a los hombres de la casa), por los libros que me compró, por aquella maravillosa filosofía (que ella se aplicaba) de que debemos amar a los demás como son y no como nos gustaría que fuesen. Siempre me encuentro mejor entre un grupo de chicas que entre uno de chicos. Compartimos ciertas complicidades, ciertas posturas -al margen de ideologías, según en qué casos- esenciales para la vida. Siempre estaré a su lado a la hora de reivindicar igualdades, derechos y dignidad, sobra la duda. Admiro profundamente la labor de muchas actrices, escritoras, fotógrafas, pintoras, cantantes, bailarinas... Muchas de esas mujeres están aquí, siempre a mi lado, mientras escribo. Las paredes de nuestra casa están llenas de fotografías de esas mujeres: Judy Garland, Elizabeth Taylor, Bette Davis, Gena Rowlands, Marguerite Yourcenar, Clarice Lispector... Y también admiro los trabajos de esas otras mujeres que se dedican a otras cosas menos creativas, pero que son imprescindibles para la sociedad. Barrenderas, limpiadoras, carniceras, pescaderas, abogadas, ingenieras, ministras, etc, etc, etc. A la hora de trabajar, otro tanto de lo mismo. Después de hacerlo con algunas de ellas, he conseguido mantener una buena amistad (Patricia Hevia y Esther Prieto, tan diferentes entre sí, las dos vinculadas al mundo de los libros, son buena prueba de ello). Y la risa, ay, la risa, qué necesaria, sobretodo en estos tiempos tan grises y anodidos, tan necesitados de dinero, oportunidades y esperanza. Cuánto me he reído con las mujeres. Sin embargo, nunca tuve deseos de ser una chica. Ni siquiera se me pasó por la cabeza en alguna ocasión vestirme de mujer, disfrazarme en carnaval como hacen algunos de la manera más burda y grosera, ridiculizando por completo la figura femenina. Qué le vamos a hacer. ¿A qué viene todo esto a cuento?, se preguntarán. Es sencillo: desde hace unos días, en medio de los numerosos comentarios de gente a la que le gusta mi manera de escribir, estoy recibiendo algunos mensajes (anónimos) de alguien que me dice que escribo como una mujer. Pues vale. Todavía estamos así. Porque el buen hombre (deduzco que se trata de un hombre) utiliza esas palabras a modo de desprestigio. A vueltas con el machismo más lamentable que muchos presenciamos desde la infancia. "No cocines porque pareces una mujeruca". "No juegues con muñecas porque acabarás muy mal". "No leas esa revista o ese libro porque sólo los leen las mujeres". Qué hartazgo, de verdad. Ahora viene este buen señor (imagino que es un hombre) con parecidas peroratas. Es lamentable, pero aún estamos así, en pleno siglo XXI. Soy un hombre, sí, homosexual, a punto de cumplir cuarenta años y escribo, desde esa posición, como puedo, como sé y, en ocasiones, hasta como me da la gana. Para mí no es ninguna ofensa, como pretende el que lo dice, que me digan que escribo como una mujer. Más bien al revés: me enorgullece. Las mujeres ocupan buena parte de mis gustos literarios, la mayoría. Ya me gustaría a mí escribir como Elvira Lindo, como Soledad Puértolas, como Carmen Martín Gaite, como Alice Munro, como Ana María Matute, como Idea Vilariño... Tener la ironía de Maruja Torres (y su ternura) o la de Dorothy Parker, sobria o borracha. No, sinceramente, no me importaría lo más mínimo. Firmaría ahora mismo donde hiciese falta. Por eso, por el desprecio que pretende ejercer sobre las mujeres este hombre (supongo que es un tipo), es por lo que escribo este artículo hoy. A mí, que me digan que escribo como una mujer no me molesta en absoluto, todo lo contrario: me siento profundamente halagado. Lo que me repatea, una vez más, es el machismo que esa afirmación encubre. Ese tonillo tan rancio, tan pasado de rosca. Como la base de la educación de nuestra infancia: los chicos por un lado, las chicas por otro. Los chicos, a jugar con balones y escopetas; y las niñas, con muñecas y cocinitas. ¡Por favor! Como dice mi tía Maru -otra de mis favoritas-: ¡No quemamos tantos sujetadores en el 68 para esto! Pues eso. Ah, si Virginia Woolf levantara la cabeza...

10 comentarios:

  1. Bravo Ovidio! Un alegato excepcional.
    Yo que tú no haría mucho caso a alguién que seguro que se esconde tras un anónimo. Yo no sé si será un hombre o no el que te hace esta crítica, crítica a la que fantásticamente das la vuelta para declarar que te enorgullece lo que te dice.
    Yo creo que no hay sólo dos formas de escribir. No se puede encasillar la escritura en "escribir como una mujer" o "escribir como un hombre" Yo creo que hay tantas formas de escribir como personas. A mi lo que me intesera es que me revuelva lo que leo.
    Si es verdad que algunos escritores muestran una especial sensibilidad y que las mujeres lo hacen más. Pero ¿no somos por lo general más emocionales que los hombres? ¿Acaso es eso pecado?
    Yo me alegro porque tú escribas como escribas lo sigas haciendo día tras día, para emocionarme a mi y a los que sean capaces de emocionarse, para reirnos juntos en voz ata (si hubiera más risas en voz alta este país y este planeta iría mejor, para llorar también (que es tan bueno y saludable) para seguir disfrutando juntos y viviendo nuestros días a nuestra manera.
    Besitossss

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  2. Ovidio, no hagas ningún caso de los envidiosos. Es precisamente ese estilo que tanto nos recuerda a nuestras abuelas o tías favoritas- lo que te hace triunfar. No cambies nunca.

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  3. No sé si escribes como una mujer, como un hombre, como un niño, como un joven, como un adulto, como un filólogo, como un librero... No importa. Escribes como Ovidio Parades o, al menos, muy parecido y eso es lo que nos congratula tus lectores. A los comentarios de quien se refugia en el anonimato para tratar de descalificar (obviamente ni lo logra ni se aproxima) no merecen, por mi parte, ni una respuesta.

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  4. No sé si escribes sobrio o ebrio, pero en absoluto creo que escribas como una mujer. De hecho pienso que la visión que tienes de las mujeres es bastante estereotipada. Supongo que es tu mitomanía lo que te impide una aproximación más auténtica a las mujeres. Nadie ha dicho nunca que seas perfecto.

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  5. Si se me permite polemizar en casa y blog ajenos, diré al último anónimo que, efectivamente, el autor Parades no es perfecto, entre otras cosas, porque perfectus en latín significa "acabado".
    Y ahora me retiro pues, como digo, no estoy en mi casa ni en mi blog... que no tengo, por cierto.

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  6. Nunca he entendido eso de literatura masculina o literatura femenina, me parece una chorrada del nueve y el típico tópico de aquellos a los que les gusta tanto encasillar para, probablemente "organizar" su desordenada mente, allá ellos, que les den¡ Tu a lo tuyo que lo haces muy bien y nosotr@s te lo agradecemos un montón.

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  7. Para Cristian, del anónimo anterior al que te referías:
    1. Si no tienes blog será porque no quieres ;-)
    2. No entiendo dónde está la polémica si estás de acuerdo en lo que decía

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  8. Y si escribes como una mujer que pasa?
    Los hombres que escriben como hombres lo hacen mejor?
    Sigue escribiendo, como hombre o como mujer o como te salga de.....

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  9. Angelus officii nomen est, non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est; Quaeris officium, ángelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit, angelus

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  10. Acabo de conocer tu blog de casualidad y leyendo esta entrada, lo he imaginado, me he dicho este tío es gay fijo, jejejejee. NO es que escribas como una mujer pero al escribir como uno habla o se expresa es evidente lo que hay, jejejeejje. Frases, palabras y expresiones típicas de gay. Te lo dice un hombre, también gay. jejejejeje. un saludo.

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