El silencio. Los silencios de la niña, de la adolescente, de la joven, de la mujer adulta. Los ojos tristes, la mirada perdida, los nervios en el estómago, las pastillas, las ganas constantes de ir al baño, de encerrarse, de huir sin saber muy bien cómo. El padre, ese ser al que se supone que todos debemos querer y admirar, enturbia la mirada de la niña, de la adolescente, de la joven, de la mujer adulta, y la vuelve triste, terriblemente triste y apagada. Más que eso aún: perdida. Ese ser humano, ya adulto, se encuentra sobretodo así, perdido. El padre, la madre, esos referentes, no están: desaparecieron. El padre destroza ese referente. La madre, aún más cruel que el padre si cabe, mira hacia otro lado, casi sin inmutarse, con toda esa frialdad. La joven, con ese terrible pasado ya a sus espaldas, sólo quiere huir, aunque no sepa cómo, ni cuándo, ni hacia qué lugar. Encerrarse. Lo hará, sí, ¿pero encontrará en ese huida el alivio para todo ese dolor, para todo ese pasado? Ah, la incógnita. Ni siquiera la música -su extrema belleza- puede con ese dolor, con ese pasado. No tengas miedo. ¿No debemos tenerlo? Entre medias, otras historias, muchas historias, de personas como ella, en terapia, la niña, la adolescente, la joven, la mujer adulta, cuyos padres o tíos o abuelos destrozaron todo referente y cuyas madres miraron hacia otro lado, casi sin inmutarse. No tengas miedo, sólo son unas cosquillas, coge tu peluche, niña, mi pequeña.
"No tengas miedo", de Montxo Armendariz, esconde en ese silencio, en esos silencios, terribles, angustiosos, escalofriantes -tan terribles, angustiosos y escalofriantes como todo aquello que vemos sin ver, que intuimos, no hace falta más, y que nos desgarra-, muchas incógnitas, muchos interrogantes, muchos debates. Una gran película, con unos actores que te hacen contener el aliento, quitarte el sombrero. Lluis Homar, sin perder toda la dulzura de la que es capaz de transmitir, ofrece, disfrazada, la perversa crueldad del malo del cuento, del auténtico ogro. Belén Rueda, en su breve pero aprovechado papel, da una lección de interpretación con mayúsculas. (Sólo recuerdo algo parecido pensando en lo que hizo la gran Victoria Abril en "El séptimo día"). Cuánta sabiduría en sus gestos, en sus miradas, en cada uno de los movimientos de esa mujer sin nombre, la madre, que bien podría ser la más terrible de las madrastras. La más cruel. Cuánta tristeza en esta película, "No tengas miedo", de Montxo Armendriz. Qué bien contada. Qué frío cuando se acaban los créditos, cuando se encienden las luces. Qué miedo. Cuando la música ya no suena. Qué miedo, sí. Aunque el padre le diga lo contrario a su hija, en un susurro, no, no tengas miedo.
"No tengas miedo", de Montxo Armendariz, esconde en ese silencio, en esos silencios, terribles, angustiosos, escalofriantes -tan terribles, angustiosos y escalofriantes como todo aquello que vemos sin ver, que intuimos, no hace falta más, y que nos desgarra-, muchas incógnitas, muchos interrogantes, muchos debates. Una gran película, con unos actores que te hacen contener el aliento, quitarte el sombrero. Lluis Homar, sin perder toda la dulzura de la que es capaz de transmitir, ofrece, disfrazada, la perversa crueldad del malo del cuento, del auténtico ogro. Belén Rueda, en su breve pero aprovechado papel, da una lección de interpretación con mayúsculas. (Sólo recuerdo algo parecido pensando en lo que hizo la gran Victoria Abril en "El séptimo día"). Cuánta sabiduría en sus gestos, en sus miradas, en cada uno de los movimientos de esa mujer sin nombre, la madre, que bien podría ser la más terrible de las madrastras. La más cruel. Cuánta tristeza en esta película, "No tengas miedo", de Montxo Armendriz. Qué bien contada. Qué frío cuando se acaban los créditos, cuando se encienden las luces. Qué miedo. Cuando la música ya no suena. Qué miedo, sí. Aunque el padre le diga lo contrario a su hija, en un susurro, no, no tengas miedo.
Lo peor de estas historias, es las que se quedan encalladas, escondidas detras de mil enfermedades que ningún médico,ni psicólogo es capaz de encontrar.
ResponderEliminarLo peor de estas vivencias es acostumbrarte a olvidarlas y que ellas se empeñen en recordartelas.
Lo peor de "no tengas miedo" es que es una frase dulce y bonita que te ayudaría a tirar para adelante en muchos momentos si no fuera porque al oirla se te respigan hasta los pelos que aun no te han nacido.
Precioso lo escrito.