miércoles, 29 de febrero de 2012

Contrastes

No es tan temprano como otros días, ni hace tanto frío como las pasadas semanas. Luce un sol que, cuando te atrapa sin rastro de sombras o corrientes de aire, calienta la piel, traspasando las gruesas ropas de abrigo. Un sol que, sin llevarte a engaños, te hace estirar la mano hasta el cuello para aflojar el nudo de la bufanda y pensar en la cercanía de la primavera. Todos tenemos ganas ya de que lleguen esos días, los de la primavera. El invierno está siendo demasiado largo e intenso. Es un día por semana, un día cualquiera, cerca de los mercadillos de flores del Fontán. Rosas, claveles, margaritas de todos los colores y mimosas, cientos de mimosas. Su olor, asociado siempre al último tramo del invierno, alcanzando ese espacio que nos separa de ellas. El amarillo de su tacto algodonoso, suavísimo, leve como un copo de nieve o una de aquellas pompas de jabón que hacíamos cuando éramos pequeños y que los niños, hoy, continúan haciendo. Las mujeres de esos puestos hablan entre ellas, se desabrochan los anoraks y se acercan a la gente que pasa y observa sus flores, tan bien colocadas, les preguntan qué flor les apetece hoy, qué flor nos apetece hoy. Nos apetecen todas, desde luego. Un ramo gigante, desmesurado. Necesitamos luz, color. Y ese olor que hace que por un momento -sólo por un momento- nadie dude de la existencia de la magia, de alguien que es capaz de crear cosas así y ponerlas a nuestro alcance. Necesitamos olores que borren ese olor tremendo (a puré, a lejía, a medicina, a jeringuilla, a viejo) de los hospitales, de donde venimos de hacer unos análisis rutinarios. Era temprano, muy temprano entonces. La niebla se iba despejando poco a poco, con dificultad. Ahí, en ese hospital construido hace décadas, en ese mamotreto tan feo y deprimente, las colas son interminables para todo, da igual a la hora que te presentes. Como siempre, hay gente eficaz que te indica las cosas, que se las indica sobre todo a la gente mayor, que siempre anda un poco perdida, un poco asustada y desvalida. Y hay, faltaría más, la típica marisabidilla que no tiene un ápice de sensibilidad con el que está allí, en el hospital, que nunca es por gusto. La historia, esa historia (como casi todas), siempre se repite. Pensamos ahora en ese chico que no sé muy bien qué iba a hacer -análisis, radiografías, un electro...- y que iba esposado. No tendría ni veinte años y allí estaba, alto, guapo, con un futuro por delante y escoltado por dos guardias civiles fornidos y con cara de pocos amigos. Ah, los destinos... En esa pareja de mujeres, hermanas probablemente, que parecían sacadas de "Grey gardens", aquella película donde una madre y una hija (Jessica Lange y Drew Barrymore, soberbias ambas, dando vida a dos personajes reales), primas lejanas de Jackie Kennedy, que vivían en el abandono, la miseria, el síndrome de Diógenes y la decadencia más absoluta, añorando aquel pasado dorado, su improbable regreso a él. Esos dos mujeres, con sus arañados abrigos de piel, sus pañuelos al cuello llenos de pelos de gatos (gatos que quizá ya no vivan en su casa), sus cabellos sucios y despeinados, sin medias ni nada que se le parezca, con los zapatos y los bolsos tan viejos como ellas mismas, que se sentaron a nuestro lado, a esperar. Ese olor a colonia rancia que no podía ocultar el olor de sus cuerpos, el olor de sus camisones (ese olor que ya nunca podrán quitar de sus ropas, de sus pieles), el salvaje zarpazo del tiempo. Todos esos olores están borrados ahora por el olor de estas flores, las de estos mercadillos del Fontán, esta mañana, una mañana como cualquier otra, donde la luz y ese cielo azul, completamente despejado, hacen que pensemos que aún está muy lejos lo verdadermente malo (en todos los sentidos, en cualquier sentido) que esté por venir, aunque a veces lo presintamos tan cerca, justo al lado, ofreciéndonos su pegajoso aliento.

3 comentarios:

  1. Sublime el contraste, precioso.Me encantan las mimosas primer aviso de que la primavera está aquí. No tengo especial aversión a los hospitales (será porque no me han tocado demasiado, cruzo los dedos) pero que realismo en la descripción de tus vecinas en la sala de espera, cuántas novelas por escribir en las vidas de los que se sientan a nuestro lado. Un beso lleno de sol y de esperanza.

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  2. Lo cotidiano, la voz del día a día, la palabra sentida, esas cosas que nos ocurren, aquellos lugares por los que todos pasamos, esos sentimientos que nos hacen vibrar, los miedos que hacen temblar nuestra voz... La vida, ni más ni menos, está cada escrito de Ovidio.

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  3. Lo verdaderamente malo siempre eatá por venir y en este momento dudo si es una frase optimista o no.Hoy tengo motivos para pensar en negativo pero tu relato me gustó tanto que voy a mirar hacia adelante y como de costumbre seguir caminando con fuerza por la vida.
    Gracias Ovidio.

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