En estos tiempos difíciles y extraños, de recortes e incertidumbres, lo mejor es refugiarse en las cosas pequeñas. No es un tópico. Es un hecho más que evidente. Son las únicas que salvan, aunque sea momentáneamente, de lo complicado que tenemos frente a nosotros, del tiempo que imaginamos que vendrá. La otra tarde, sin ir más lejos, haciendo una merienda para celebrar el carnaval, con chocolate y frixuelos incluidos. En casa de mis padres, por desgracia, no hay niños y de los mayores, mi hermana, como siempre, es la única que siempre quiere disfrazarse, pero dado el éxito de su iniciativa nunca hay disfraz para ella. Creo que un día se va a desquitar y se va a pasar un mes entero disfrazada por todos los disfraces que no pudo ponerse durante estos años. El caso es que allí estábamos, sin disfraz, pero en la cocina de la casa de mis padres, preparando la merienda. Esa cocina donde, tanto mi hermana como yo, tantas tardes pasamos: merendando, discutiendo, riéndonos, haciendo los deberes, recibiendo a amigos, hablando con mi madre de nuestras cosas cuando volvíamos de madrugada y ella siempre se levantaba a ver qué tal nos había ido, si habíamos visto a aquel chico que nos gustaba o si la noche no nos había sido demasiado propicia. Sólo con ver nuestra cara o sentir nuestros pasos antes de abrir la puerta, ya sabía la respuesta. Ah, las madres... Removiendo la pasta para los frixuelos, pensaba en todo esto. Deshaciendo el chocolate, también. Cuarenta años ya van siendo unos cuantos años y hay lugar para toda clase de recuerdos. Con el tiempo, se van dulcificando los amargos (bastante trabajo cuesta con algunos de ellos, no lo vamos a negar) y los otros, los mejores, fueron los que ayudaron a llegar hasta aquí. Hay, pese a todo, pese a todas estas circunstancias que nos rodean, que ser positivos. O intentarlo al menos. Me preguntaba hace poco el estupendo periodista Alberto Piquero para el suplemento cultural de El Comercio que de dónde provenía esta fuerza para, pese a algunas cosas y situaciones, encarar la vida con ese sentido positivo. De una depresión que sufrí durante dos años interminables, le contesté. Ay, suspiró. De la cama al sofá y del sofá a la cama: sólo tenía fuerzas para realizar esos viajes. Y cuando salí de aquello, me dije que nunca más. O que haría todo lo posible, todo, lo que fuera, para no volver a verme en una situación así de lamentable. Y ahí sigo. Creo, sin ánimo de parecer inocente o ingenuo, que en esas cosas pequeñas está la clave. Una charla con amigos, una tarde de cine, un paseo con tu pareja, una merienda con la familia. Son sólo algunos ejemplos. Dejémonos de tonterías, de intentar alcanzar lo imposible (lo bueno que tienen los años es eso: que los pies ya van estando más en la tierra y no intentas alcanzar lo imposible, ni siquiera, si me apuras, lo que parece posible). No me puedo imaginar una tarde más feliz que ésta de la que hablo. Mi madre y yo en la cocina, preparando los frixuelos y el chocolate, celebrando el carnaval a nuestra manera. Y el resto de la familia, en el salón, disfrutando del delicioso olor que llegaba hasta allí, contando los minutos para degustar la merienda. Y mi hermana, claro, de un lado a otro, intentando convencer a algún incauto para ir a comprar algún disfraz de última hora y salir este sábado a las calles vestida de china, de india, de pirata o de payasa, que lo mismo le da.
Leyéndote, me viene a la cabeza la canción de Joan Manuel Serrat, "Aquellas pequeñas cosas". A fin de cuenta es lo que sirve: lo pequeño, lo menudo, lo que da calor. Como siempre, magnífico.
ResponderEliminar¡Qué bien traido Serrat por Mayte! Cuántas pequeñas cosas para recuperar en estos malos tiempos... un rayín de sol que tiene un efecto tan benefactor en estos días tan frios...la sonrisa de mi sobrino de 13 meses que está aprendiendo a andar...un café con leche con mi madre... una botella de sidra con mi padre... un paseo con Lolina... un buen libro (ahora estoy con Sandor Marai)... las montañas asturianas... son muchas pequeñas cosas que disfrutar y para disfrutar, compartidas o no... son las que nos hacen seguir sintiendo que estamos vivos... besos para todos
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