Todos los que hemos pasado por allí, por el INEM, sabemos lo importante que es que te atienda una persona amable. No siempre sucede, claro. Ah, la célebre frase del personaje estrella de "Un tranvía llamado deseo", Blanche Dubois: siempre he confiado en la bondad de los desconocidos. Se hace más vigente que nunca en estos tiempos tremendos. Es una situación difícil y complicada pasar de tener un empleo a no tenerlo. Los nervios acumulados durante los días previos (desde que te dan la noticia hasta que estás allí, tramitando tu situación económica para los próximos meses: y, dadas las circunstancias, a saber hasta qué momento), el estrés por cerrar de golpe y porrazo una etapa de tu vida (otra más), el aceleramiento que provoca querer tenerlo todo solucionado cuanto antes. El caso es que allí estábamos, la otra mañana, un día después de dar carpetazo a la mudanza (¡qué trajín!), alrededor de las once (ahora dan cita previa, como en el médico, pero no sé muy bien para qué si te atienden una hora más tarde de lo acordado el día anterior por teléfono). Y enseguida la vimos: era idéntica a Susan Sarandon. Los mismos ojos grandes, la misma boca, la melena rojiza, los movimientos de las manos, de la mirada. Quizá algo más joven: poco más. Observarla era una manera de hacer más llevadera la espera. Hay algo -no sólo el parecido con Susan Sarandon- que la hace destacar por encima de sus compañeras, algunas medio amodorradas y con cara de sueño y malas pulgas. Es nuestro turno y nos toca ella. ¡Bingo! Nos acercamos a su mesa y desde el primer momento despliega una amabilidad y una profesionalidad fuera de lo común. No todo está perdido, pienso: por un momento me alegro de no haberme largado de esta ciudad. Íñigo habla con ella, movimiento rápido de sellos y papeles, de fechas y cifras, de anotaciones en el ordenador y recordatorio de las próximas fechas de sellado, y yo fantaseo con su vida. ¿Vivirá aquí o vendrá todos los días a Oviedo a trabajar? ¿Estará casada, tendrá hijos? ¿Qué le gustará leer? ¿A qué partido votará? ¿Qué pensará de Cascos? ¿Habrá visto todas las películas de Susan Sarandon? ¿Le habrán dicho muchas veces que se parece a ella? Me imagino, cosas mías, que sí, que le han dicho muchas veces que se parece a la actriz americana, que ha visto todas sus películas, que no soporta a Cascos, que vota a la izquierda (ya que se parece a la Sarandon, no me la voy a imaginar votando a Mariano o celebrando las últimas decisiones de Gallardón: ay, Gallardón, Gallardón...), que le chifla Javier Marías, que no está casada ni tiene hijos (pero sí un novio estupendo) y que viene todos los días a trabajar desde Gijón, donde, por supuesto, tiene un piso con vistas al mar. Ya puestos a ser positivos y a dar rienda suelta a la imaginación... No es sólo la amabilidad lo que me lleva a imaginar que su vida no está mal, sino el sosiego que transmite, la seguridad que comunica: algo así como "estás aquí, pero no te preocupes, pronto se solucionarán las cosas y dejarás de estarlo". Lo que, en estos momentos, necesitamos oír y sentir, vaya. Lo que se entiende por una profesional de lo suyo. Íñigo termina de hablar con ella, recoge los papeles, el DNI, cierra la carpeta, se levanta de la silla, y yo me quedo, por unos segundos, allí, detenido frente a ella, observándola por última vez. Me sonríe, me dice adiós, mueve la melena hacia atrás, y por un instante siento que se ha dado cuenta de todos mis pensamientos, de la película que me acabo de montar yo solito en la cabeza. Y cuando ya nos alejamos, y me vuelvo a dar la vuelta -igual que lo hacía cuando era muy pequeño y mi madre me llevaba a ver a un Rey Mago a Galerías Preciados: la misma fascinación, el mismo temblor-, su sonrisa, aún dirigida a mí, me lo confirma.
Este Ovidio, creativo, sacando el lado positivo de las cosas, plasmando la realidad por dura o difícil que sea, es al que yo quiero.
ResponderEliminarFantástico el relato, pero yo creo que ese sentimiento tuyo hacia la ciudad de Oviedo no es muy justo. Yo conocí una vez a un chico extranjero que estuvo viviendo en Oviedo y que chocó con lo más rancio y burgués de esta ciudad. Cuando nos conocimos, le dije que no había tenido suerte con la gente. La gente es la que nos hace amar los lugares, la que nos hace tener o no querencia a un sitio. Oviedo también es General Elorza hacia abajo y ahí en los barrios es donde está el mejor Oviedo, que no digo yo que Gijón sea malo, pero tu Susan Sarandon a lo mejor tiene vistas al Aramo o al Naranco y ésas tampoco están tan mal.
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