martes, 7 de febrero de 2012

Días de radio

Mis primeros recuerdos de la radio vienen de la cocina de la casa de mis padres, los sábados por la mañana, mientras mi madre cocinaba y yo, con apenas nueve años, escribía mis primeras historias. La radio estaba allí, entre la cocina de gas (nada que ver con estas cocinas vitrocerámicas que tenemos que padecer ahora en todas las casas) y la ventana, y de ella salían las voces de grandes cantantes extranjeras o españolas: de Ella Fitzgerald a Concha Piquer. A mi madre le gustaban más esos programas, los musicales, que los de opinión, entrevistas o debate. Al menos, para cocinar y hacer las tareas de la casa. Siempre la instaba a que subiese el volumen. Todas aquellas músicas prodecentes de aquel aparatito me ayudaban a inspirarme, hacían que mi imaginación volase a buen ritmo para contar todo lo que veía a mi alrededor, mis propias historias basándome en los personajes de Zipi y Zape, o qué sé yo qué cosas. Después, la radio ha sido fundamental en mi vida, mucho más que la televisión, de la que podría prescindir fácilmente, como le escuché decir un día a José Luis Sampedro, hombre lúcido entre los lúcidos. Llego a casa y una de las primeras cosas que hago es poner la radio, un programa u otro, una emisora u otra, dependiendo de la hora. Lo mismo cuando me acuesto o me despierto en mitad de la noche y quiero seguir atrapando el sueño un ratito más. Ah, la radio nocturna. No todo el mundo es capaz de hacerla, aunque sea un buen comunicador. La radio nocturna requiere un tono especial, una manera de acercarte al oyente. Recuerdo a Carlos Pumares, hace más de veinte años, en aquel "Polvo de estrellas" del que tantas cosas de cine aprendí. A Isabel Gemio y sus "Noches de amor", que fue uno de sus grandes trabajos y que si en este país existiese la justicia se hubiese llevado un más que merecido Ondas. También recuerdo a Gloria Berrocal (sustituyendo a Gemio, cuando se fue a la tele), a Concha García Campoy abriendo cada noche el programa con la voz rota de Paolo Conte, a Rosa María Mateo y Diego Manrique en "Modernos populares" (hacían el programa -dos diferentes- a las tres de la tarde y después de las doce de la noche: mi absoluta rendición ante la voz de la Mateo hacía que nunca me perdiese ni uno ni otro, como tampoco me perdía ninguno de sus telediarios), a Marta Robles, en la SER, cuando empezaba, o a Andrés Aberasturi, quizá ya más cerca de la madrugada o del amanecer, susurrando poemas, propios y ajenos. (Desde hace algún tiempo, la noche está bien cubierta con los magníficos Silvia Tarragona y Óscar López: y para los que desde aquí reclamo un premio Ondas). Estos días que Radio Nacional cumple 75 años, me he acordado de algunos de ellos, aunque casi todos los grandes pasaron en algún momento por la radio pública, la de todos, como dice la publicidad. Beatriz Pécker, Olga Viza (mejor en la tarde que en la mañana), Ángeles Caso, Mavi Aldana, José María Pou (llevándome a la calle 42, antes de conocerla), Íñigo Alfonso... Radio 5 o Radio Clásica suelen ser en los últimos tiempos mis favoritas, dependiendo del momento o del estado de ánimo. Algunas veces, en la tarde, vuelvo a Julia Otero, a la que, en unos horarios u otros, tantas veces escuché. O a la Gemio, en las mañanas de los fines de semana, que el año pasado tuvo el detalle de hacerme una pequeña entrevista a propóspito de mi anterior libro y que consideré como un regalo por tantos años de fidelidad. Recuerdo, trabajando aún en la librería Aldebarán, sus dos horas, las de Julia Otero, por la mañana, en Punto Radio, como uno de sus mejores trabajos. ¡Qué rabia me daba cuando alguna clienta, al hilo de un libro o cualquier material de papelería, decidía contarme su vida! Ah, ¿volvió Julia a la radio?, me preguntaban cuando veían que estaba muy pendiente del programa que salía de aquella pequeña y antigua radio que Paquita conservaba como oro en paño desde los tiempos en que había abierto la librería, veinte años atrás. Muchos programas de radio, muchos momentos de la vida (sensaciones, imágenes, vaivenes, risas y menos risas), muchos recuerdos asociados a ellos. Algunos de mis días de radio. Cada uno tendrá los suyos, lógicamente. Desde aquellas lejanas mañanas de sábado a la actualidad. Un largo recorrido, sin duda. Y el que aún nos queda por hacer. Y la ilusión por todo lo que le rodea vuelve a unir a aquel niño de nueve años que escuchaba la radio en la cocina de su madre con este adulto de hoy, que sigue escribiendo y escuchando, mientras lo hace, uno de esos programas donde sólo suenan esas músicas que te reconcilian con la vida. Muy bajito, eso sí, para que nadie se despierte aún.

5 comentarios:

  1. Yo también estoy enamorada de la radio. Como es lógico por generación he vivido además de los programas que tú nombras, otros anteriores: El Gran Musical con Tomás Martín Blanco, los seriales de Radio Madrid con aquel magnífico elenco de actores, ustedes son formidables con Alberto Oliveras, etcétera. También soy oyente de Julia como lo fui de la Mateo y de Gabilondo. Pero no quiero acabar este comentario sin hacer mención a uno de los grandes, al menos para mí, un periodista de los de verdad que me hacía vibrar o enfadarme, pero por encima de todo, me contaba al oído las cosas como son, nada más y nada menos que el gran CARLOS LLAMAS. Un beso Charly.

    ResponderEliminar
  2. Me apunto al recuerdo de Carlos Llamas que hace Mayte Mejía. ¡Le extrañamos tanto!
    Y quiero también agradecer, ya que tus palabras me invitan a ello, a Radio 3. Me acompaña todos los días y me hace disfrutar de la música, sea la que sea, pero siempre buena música.
    La radio forma parte de nuestra vida como no lo ha hecho ni lo hará la tv, y seguirá acompañándome-acompañándonos hasta el final.
    Gracias por tus palabras.

    ResponderEliminar
  3. Algunos de mis recuerdos más antiguos también están asociados a la radio. Mi madre cosiendo, castañas asandose en la cocina de carbón, yo haciendo los deberes o estudiando las lecciones y la radio sonando(que ya era yo capaz de hacer varias cosas a la vez de pequeñina)Siempre sonando, mi madre escuchaba Radio Asturias, yo no recuerdo los nombres de aquellos locutores, pero seguro que si le pregunto a mi madre, ella si se acordará. Y los seriales o las novelas... aquellas tardes si que eran buenas, ... mi madre, mi hermano y yo esperando a mi padre para cenar todos juntos. No había tele en las cocinas (al trastero llevaría yo todas las teles de las cocinas y de las habitaciones) Luego mi madre tuvo un radiocasette con radio incorporada, allí alternabamos los programas favoritos con las cintas de moda... qué tiempos aquellos.
    Ahora sigo siendo adicta, ya lo he contado muchas veces por la radio escuche como ETA ponía fin a una de sus múltiples treguas asesinando una vez más, la caída de las Torres Gemelas, los atentados de Madrid, etc etc, siempre me acompaña en el trabajo y en casa, por la mañana y por la noche, en las madrugadas de insomnio que gracias a Dios, no son muchas, al llegar a casa después de una juerga, siempre, siempre enciendo la radio. A veces incluso se la dejo a Lola encendida para que sepa que no voy a tardar. Bendita radio, bendita compañía.

    ResponderEliminar
  4. Me enamoré de la radio escuchando a Julia Otero por las tardes...la sigo todas y cada una de las tardes...algún día la conoceré...otra grande de la radio su compañera y paisana Isabel Gemio...que aun los fines de semana me hace madrugar...mis dos grandes preferidas

    ResponderEliminar
  5. mi aita me enseño el placer de la radio escuchando "Guay del Paraguay" en Radio Euskadi... y ultimamente me he hecho fan de Yolanda los viernes a la noche con su programa de cine mientras yo cuidaba de mi abuelo en el hospital... dulce compañía siempre!

    ResponderEliminar