lunes, 13 de febrero de 2012

Los 80 siguen siendo nuestros

Es domingo y me levanto con la triste noticia de la muerte de Whitney Houston. Afuera, sigue haciendo mucho frío. Preparo café y me entero de algunos detalles: la bañera, la habitación de hotel, sus recientes rehabilitaciones, los preparativos para su eterno regreso a los escenarios... Dos noches atrás, la del viernes, en casa de unos amigos, después de la cena (exquisita, por cierto), con un gin-tonic ya en las manos, hablábamos, precisamente, de eso, de los mitos americanos de los años ochenta, de las series innovadoras de las que pudimos disfrutar ("Cheers", "Fama", "Dinastía", "Enredo", "Las calles de San Francisco", "Las chicas de oro"...), de las películas, de los cantantes, de los grupos musicales, de los vídeos (¿qué persona de las hoy ronda los cuarenta, año arriba o abajo, no recuerda la conmoción y la fascinación que supuso ver por primera vez "Thriller", el vídeo de Michael Jackson?), de las divas... No nos acordamos de Whitney esa noche, aunque ella estaba, sin duda alguna, en aquella larga lista. Era, por méritos propios, una auténtica diva (también, según cuentan, con sus caprichos como tal). Sus primeras canciones, aquella voz poderosísima, la rotunda belleza, el futuro más que prometedor. El ascenso y el posterior y salvaje declive: alcohol, drogas, intentos de rehabilitación, la pérdida de la voz, las constantes peleas y enfrentamientos con su marido, la extrema delgadez, los excesos, las revistas y los vídeos donde la pillaban demacrada, a un tris (parecía) de ese desenlace que tuvo lugar la otra noche... Tantas y tantas cosas que intentaban arruinar la vida de una chica que parecía tenerlo todo a raudales: talento, belleza, dinero, seguidores, éxito... Todo eso que, unido a su voz, ya la han convertido en lo que es, un mito. Un mito que nació en los ochenta y que se murió una noche de febrero, sola, en la bañera de la habitación de un hotel, sin que aún sepamos las causas aunque podamos imaginarlas. La historia no es nueva (ahí están el recuerdo y la leyenda de Jim Morrison, de Janis Joplin, de Amy...), pero ello no le resta un ápice de interés. La fragilidad y la fortaleza de una mujer que empezó a cantar cuando apenas era una adolescente, que estuvo arropada por su madre, Cissy Houston, también cantante, por su prima Dionne Warwick, por la gran Aretha Franklin, que la amadrinó. Todo eso que nos fascinó desde que compramos su primer disco, desde que la vimos en sus primeras apariciones televisivas, en sus vídeos musicales, en sus películas. Sobre todo, en aquella tontería que tuvo tanto éxito, "El guardaespaldas", donde lo único destacable eran su presencia y sus canciones y aquel Kevin Costner en sus últimos coletazos atractivos (pocas veces se ha visto un declive artístico tan tremendo como el de Costner: de ser el heredero de Gary Cooper, según proclamaban todas las revistas y críticos especializados, a películas de serie Z que no se estrenan más que en dvd y eso con suerte). Éramos jóvenes, muy jóvenes, entonces, pero ya empezábamos a distinguir lo que nos gustaba de lo que no nos gustaba tanto. Todo aquel esplendor que venía del otro lado del Atlántico y que contrastaba poderosamente con aquel blanco y negro que había por aquí y que sólo unos pocos -desde estas tierras- nos ayudaban a dejarlo atrás (Almodóvar, Alaska, Tino Casal...). Ah, los años ochenta. Cuántos cambios. Cuántos intentos de renovar las cosas. Momentos fascinantes, momentos donde la leyenda supera a la realidad y momentos llenos de estremecimiento. Aquellos primeros casos de sida que se extendieron como la pólvora y que cambiaron de un modo rotundo las cosas. Tantas gentes, famosas o conocidas o cercanas a nosotros, que se fueron quedando por el camino. Y tantos mitos traspasados por la fatalidad que, para nosotros, siguen estando ahí, en lo más alto. Donde nosotros habíamos puesto los sueños y aquellas ganas de comernos el mundo que, a ratos, seguimos haciendo propias.

1 comentario:

  1. Entrañable historia, Ovidio, que me trae el recuerdo de todas esas canciones que en su voz forman parte de la banda sonora de nuestras vidas.

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