Todos los que andamos alrededor de los cuarenta, año arriba año abajo, descubrimos el talento interpretativo de Paco Valladares en la televisión. Eran los tiempos en los que María Teresa Campos era la reina de las mañanas y allí estaba él, hacia el mediodía, dispuesto para el teatrillo que montaba junto a la propia Campos. Ella, mostrando siempre ese lado cómico que lleva dentro, salía airosa, pese a no ser actriz. Y él, con una facilidad asombrosa, con ese dominio del que abarca muchos terrenos de la interpretación, otorgaba a aquellos teatrillos el porte, la sabiduría y la experiencia que llevaba a sus espaldas. Un dominio absoluto del tiempo, una desenvoltura natural, una voz que, aparte de ser poderosa, servía para que cualquiera, en cualquier parte, aún sin verle, le identificase de inmediato. Alguien que sabía interpretar a los clásicos con la misma desenvoltura que otras cosas más ligeras. El público siempre le quería, hiciese lo que hiciese: pocas son las figuras que pueden decir lo mismo. Formaban, María Teresa y él, una pareja singular. Así se les asoció durante muchos años, hasta que ella, por esos caprichos de la audiencia, perdió su trono en las mañanas. Pero, aún en aquellos programas de mucha audiencia, entretenidos y dignísimos programas en los que cabía un poco de todo (Jesús Hermida, precursor de este tipo de magazines y el que cedió paso a la Campos, situó la magnífica serie americana Cheer´s a las tres y media de la tarde, algo que pocos se atreverían a programar ahora mismo, sin ir más lejos), Paco hacía más cosas: cantaba, bailaba, representaba trozos de obras famosas, recitaba... Aunque ahora nos parezca imposible, en aquellos programas que algunos tanto criticaban sin prever lo que vendría después, se recitaba poesía. Si un autor sacaba un nuevo libro, si se moría o se conmemoraba alguna fecha relacionada con la poesía o con algún poeta destacado, allí estaba Paco Valladares, con su voz honda, con su modulación perfecta, poniendo sonido a las palabras. Hace unos veinte años de todo esto. Luego, aquellos adolescentes de provincias, tuvimos la oportunidad de verle en el teatro: en los musicales y en otro tipo de obras. Paco tocó todos los géneros. Alguien dijo el otro día, tras su fallecimiento, que era un verdadero galán. Y sí: lo era. Y un buen actor, que algunas veces el galán es sólo un galán, y eso no siempre está bien considerado por la crítica. Paco era un galán y un gran actor. Creo que la última vez que lo vi sobre las tablas fue en el Jovellanos, en la obra "Inés desabrochada", de Antonio Gala, junto a esas otras dos imprescindibles de la interpretación que son Nati Mistral y Concha Velasco, tan amiga suya. ¡Vaya trío de voces! Fue Velasco la que, arropando al amigo muerto, denunció la falta de premios que tenía Paco, reclamando así el verdadero lugar que le corresponde. Sí, se ha ido sin grandes premios (como tantos otros, por otro lado), lamentablemente, pero el buen hacer, el recuerdo de su arte y de su oficio, de su presencia y de su elegancia, de su cercanía y de su buen humor, permanecerá en la memoria de los que tuvimos la oportunidad de verle en acción. El tiempo, para bien y para mal, siempre coloca las cosas en su sitio. Y el suyo, el de Paco, es un lugar bien destacado en la interpretación de este país.
A veces, cuando alguna persona famosa se va, uno se queda indiferente y recuerda con una media sonrisa las cosas que se van con él. El lunes cuando empecé la semana escuchando que el gran Paco nos había dejado, se me llenaron los ojos de lágrimas, algo se va con esa voz prodigiosa, con esa presencia de hombre, galán, caballero... ACTOR con mayúsculas. Descanse el paz.
ResponderEliminar...Que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero. Un beso, Paco.
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