lunes, 16 de enero de 2012

Marian

Marian es una mujer fascinante, divertida, única en sí misma. Me cito con ella en un café del centro, a media tarde. Es un día triste: nos acabamos de enterar de que Íñigo, justo un año después que yo, se queda al paro. Marian habla y habla, gesticula, mueve los ojos y las manos, juega con su móvil, lo observa si en la mesa de al lado suena el pitido que delata la llegada de un nuevo mensaje de texto, y por un momento consigue que me olvide de esa terrible noticia que nos ha dejado completamente hundidos, noqueados. En una hora, con su palabra rápida, clara y divertida, me pone al día de los últimos acontecimientos de su vida. Constantes viajes de trabajo, el cuidado de las hijas, la serenidad de esta nueva etapa que está viviendo. Marian tiene esa capacidad, tan femenina y admirable, de reinventarse constantemente. Si hay problemas (que siempre los hay, desde luego), no se achica: se sienta, los comenta y trata de buscar la mejor solución para ellos. La vida le enseñó a ser práctica. Los años, en este sentido, siempre sirven para algo. Nunca es tarde si se aprende uno la lección. A ratos, mientras la escucho, me recuerda a alguna de las heroínas de Tennesse Williams (la misma coquetería, ese aire un poco antiguo que contrasta con su espíritu libre y con su indignada posición contra las injusticias), pero no en plan atormentado ni frustrado, sino como si aquellas mujeres hubiesen podido vivir un momento de serenidad, de plenitud, como si la vida les hubiese dado una pequeña y bien merecida tregua después del largo y angosto camino. En otros momentos, me recuerda a su madre, tan poderosa y atractiva mujer: la más guapa, novia aparte, de la boda de su propia hija, celebrada el julio pasado. Remueve el azúcar de su té verde y lo bebe a pequeños sorbos. No toca la pastita que la camarera nos ha puesto con las infusiones: ni siquiera la mordisquea o duda entre cogerla o dejarla, no: la ignora por completo. Así se conservan los tipos, me digo: el de Marian es espectacular. La encuentro más guapa que de costumbre, el pelo más rubio, los ojos más brillantes, el nervio más asentado. Y recuerdo aquel tiempo -ya tan lejano, afortunadamente- en el que las cosas no nos iban demasiado bien sentimentalmente hablando. Reíamos por no llorar y, como siempre, a veces salíamos a bailar y a beber vino, que siempre lo cura todo. De aquellos años, siempre recordamos las charlas y las risas, que resultan el reverso perfecto de las cicatrices que van quedando, de las arrugas del rostro, de esos dolores de los que ya no hablamos. Nos despedimos en la calle. Ya ha oscurecido: las luces están encendidas en la mayoría de las casas, su reflejo ilumina las ventanas. Es la hora de la merienda, de los deberes, de la rutina cotidiana: otro día que se nos escapa. Aunque ahora, pese a vivir muy cerca uno del otro, nos vemos con menos frecuencia, conservamos la complicidad. Y ese punto un poco loco y teatral que nos une y nos ayuda a enfrentarnos a las cosas negativas, que no sólo no descansan, sino que, como ahora mismo, se presentan a lo grande, casi con redoble de tambor incluido.

4 comentarios:

  1. Qué importantes los amigos que te hacen abstraerte de lo que verdaderamente te preocupa y sabedores de que en ese momento del café compartido deben ayudarte a apartar los problemas y a centrarte en el momento.

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  2. Qué malos tiempos los que estamos viviendo, pero serán mejores los que vendrán... ya se sabe que "todo lo que no nos mata, nos hace más fuertes" Se trata de resistir y saldremos adelante. Seguramente tendremos que plantearnos algunas cosas, pero saldremos adelante...
    Besos para Iñigo

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  3. Querido Ovido.
    Para alguien como yo, que cada día cuando salgo a la calle, me esperan infinidad de problemas, de obstáculos y he de reinventarme, estirar el cuello y decir: "aquí estoy yo, ¡qué pasa!", la publicación que has hecho hoy, podría ajustarla perfectamente a mi medida, pero la protagonista es la protagonista y la AMISTAD el patrimonio que mejor tenemos como seres humanos. Salir adelante es confiar en uno mismo y en lo que tiene a su alrededor.
    Beso.

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  4. Gracias Ovidio por lo poco que me cuesta leerte... y gracias también por decir cosas tan bonitas...

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