Si tuviese algún tipo de pericia con los pinceles (no es el caso) y me decidiese a ello, el cuadro que pintaría con mi hermana de protagonista estaría lleno de colores, de mil colores. Esos colores, mil, son los que quiero ver todos los días de este año, pese a las circunstancias, propias y ajenas. Y si no los hay, me los invento, qué demonios. Es el propósito para este 2012: poner colorido y risas allí donde sólo hay grisura. La otra tarde, en una estupenda entrevista que me hizo Alberto Piquero y que saldrá este sábado en su periódico (El Comercio), me preguntó si tenía una concepción amable de la vida. No, le dije, no creo que sea ésa la palabra. La vida rara vez es amable. Los que estuvimos en el infierno de verdad (aquí que cada cual ponga el suyo), bien lo sabemos. Más bien, pese a los momentos en que todo se vuelve adverso y te tira hacia abajo (y en los cuales prefiero utilizar la ironía que la tragedia), es un sentido positivo. Hace ahora diez años que sufrí una depresión importante. Dos años en los que ir del sofá a la cama y viceversa eran arduos caminos que recorrer, pese a ser los únicos que deseaba realizar. Cuando, a duras penas, logré salir de aquello, me dije que nunca más. O, por lo menos, que lucharía con todas mis fuerzas para que algo así no se volviese a repetir. Y de momento, toco madera, lo voy logrando. De mil colores estuvo repleta la otra noche cuando, después de la entrevista de la que hablo, llamamos a nuestros amigos y nos tomamos unos cuantos gin-tonics con gominolas (más colores), que es así como los ponen en la coctelería de abajo y que me viene muy bien ahora que he sustituido (hasta el lunes, que empieza la dieta contra este non-stop de excesos que están siendo estas Navidades) nicotina por dulce. De mil colores son mis charlas con Emilio, ese amigo que conocí hace ya tiempo a través de las redes sociales y que comparte unos cuantos universos conmigo. Emilio tiene talento, estilo, palabra, chispa y picardía. Y supongo que una noche de estas beberemos champán y convertiremos cualquier pista de baile en la pista del Studio 54, que es la que nos hubiese gustado conocer para bailar hasta el amanecer. De mil colores es la sonrisa que todas las mañanas se despierta a mi lado y que me ayuda a buscar esos otros mil colores con los que quiero embadurnarlo todo. Sé que lo conseguiremos, pese a los tiempos que nos está tocando vivir. A mal tiempo, ya se sabe, buena cara. De mil colores me imagino que se llenará mañana la casa cuando nuestros sobrinos abran los regalos que les han traído los Reyes, que una casa con niños es donde se celebran como se tienen que celebrar las Navidades. Quién no recuerda la magia de aquella noche cuando la inocencia aún era nuestra. Pero vuelvo a mi hermana, que hoy es su cumpleaños. Otra que tal baila en esto de darle colorido a todo. De los gorros que pone sobre su cabeza a los paraísos que se inventa para salir adelante. Y en eso anda. Treinta y cinco años, y aún recuerdo aquella mañana en la que dejó de gatear y se puso a caminar por el pasillo de la casa. Largo recorrido que pasó en un soplo, sin apenas enterarnos. Seguiremos buscando colores y carcajadas. Y que el sol salga por donde quiera, que, tan caprichoso como es, es por donde va a salir.
De mil colores son también tus palabras, ésas que llegan a nosotros, tus lectores y algunos ya tus amigos. Mis días no serían los mismos si al abrir la ventana del ordenador, no estuvieras al otro lado. No sería lo mismo si este blog se apagara; no sería lo mismo si al menor detalle no pensara en ti, en cuanto te gustaría disfrutar esto o aquello que he visto o vivido hace un rato.
ResponderEliminarDe mil colores apareces en mi corazón.
Añado a esos mil colores los de esas gominolas que ayer, después de hablar contigo me compré, y que hoy tengo delante para dar buena cuenta de ellas, por si no tuviera ya bastante y me sumo a esa búsqueda de arco iris y carcajadas, que repito, contigo son tan sencillas de conseguir.
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