Ana Botella es una mujer desconcertante. Aún no sé si sube o si baja, si entra o si sale, si se cree lo que dice o si nos quiere tomar el pelo, si es muy lista o muy tonta. De verdad que no lo sé. En todo caso, como comprenderéis, no se encuentra entre mis preferidas, más bien al contrario. Aún pulula en el ambiente (y fuera de él) aquella historia de las peras y las manzanas, historia que, vista a día de hoy, puede resultar hasta graciosa (si nos ponemos positivos: pongámonos, que luego nos sube la tensión y es peor), por surrealista y por absurda, pero lo terrible es pensar que detrás de todo aquel patético lío lo que flotaba en el aire era una postura profundamente homófoba. No, diría ella (como muchas otras personas que piensan de igual modo), no tengo nada en contra de los gays, más bien todo lo contrario, pero que ponen el grito en el cielo cuando las leyes dan pasos gigantescos y necesarios a favor de nuestros derechos o cuando uno de esos gays, hombre o mujer, besa en público a su pareja, sin ir más lejos. Sí, vale, todos los derechos que queráis (es un decir: para ellos sólo algunos), pero que no se note mucho la cosa, no sé por qué tenéis que hacer esto (besarse) en público, he llegado a oír yo con estos oídos cansados. Lo que nos remite a lo viejo, a lo antiguo, a lo arcaico. A Pilar Urbano, que es la reina de todo eso y que ha dicho recientemente que, aparte de que ella tiene muchos amigos gays, ve muy bien que un gay, hombre o mujer, tenga un amigo íntimo. Ah, las palabras que nos delatan, Pilar. ¡Amigo íntimo! Una pareja (un marido o una mujer, si así lo decides) es un amigo, sí; íntimo, por supuesto, pero también es muchas cosas más: un compañero, un amante, la persona que tú elegiste libremente, como cualquier heterosexual, y, por lo tanto, dado que todos pagamos los mismos impuestos, queremos los mismos derechos. Punto. No creo que sea tan difícil de entender. Todos sabemos que el discurso de Pilar es lo de siempre. Y lo de siempre también es ella, Ana Botella, que nunca se corta lo más mínimo en decir lo que piensa (y eso, en un político que no quiera tener la leyenda y el prestigio del señor Gil, aquel hombre que fue alcalde de Marbella y cuyo recuerdo en estos tiempos se nos viene -por desgracia- más de una vez a la cabeza, debería controlarlo). Como ahora mismo, con el tema de los voluntarios que deben ocupar cargos en los servicios públicos. Con más de cinco millones de parados en este país, algunos ya en verdaderos estados de desesperación porque ninguno de los miembros de su familia puede aportar un duro a la casa, ¿cómo se atreve esta mujer a proponer semejante cosa? Alucinante. Pues lo hace, se atreve, y se queda tan pancha. Espero que no cunda el ejemplo en las ciudades donde tenemos alcaldes de su mismo partido. Vivimos tiempos en los que estamos demasiados paralizados, como si todos aceptáramos con resignación todo lo que estamos viviendo: desempleo, falta de oportunidades, vivir contando y recontando la peseta, miedo a lo que va a venir después, que, según dicen, va a ser igual o peor. Sin embargo, el otro día, tras las declaraciones de la señora Botella, las redes sociales comenzaron a arder (ahí es donde nos desahogamos, como dice con acierto Maruja Torres), indignadas ante tan tremendo despropósito. Bien. Lo malo -me temo- es que la cosa quede ahí, en un pataleo indignado, y punto. Aparte de algunos insultos que se vertían hacia ella (no me interesan: creo que la educación y las formas no deben perderse jamás, por mucho que nos repatee un personaje o lo que dice, como es el que caso de Botella), la mayoría estábamos de acuerdo: que practique con el ejemplo, ella y el resto de su familia, incluido su marido, que cobra un sueldo del Estado (normal) por haber sido presidente del gobierno y también lo hace por sus conferencias, lo que al Estado no le parece incompatible como le parecería si yo cobrase por estos artículos y lo alternase con mi (miserable) prestación por desempleo. Así están las cosas. Y ella, a practicar con el ejemplo, o a pedir disculpas por su propuesta, que es la mejor manera de que a algunos se nos despeje la duda de si sube o si baja, si entra o si sale, si se cree lo que dice o si nos quiere tomar el pelo, si es muy lista o muy tonta.
Absolutamente de acuerdo con todas y cada una de tus palabras. Me gustaría añadir como madrileña que soy, que, este señora, "desconcertante", como tú dices, de un plumazo se cargará algunos logros conseguidos gracias a Enrique Tierno Galván. Ovidio, necesitamos escritores como tú: no desesperas.
ResponderEliminarBeso fuerte.
Ovidio, es superdotada como su marido. Y respecto a Pilar Urbano, decirle que un amigo íntimo no tiene los derechos (sucesorios, sobre una vivienda en alquiler, sobre un pensión, sobre un seguro asistencial o sobre una decisión medica en caso de enfermedad grave) que un cónyuge. Tampoco en la adopción de hijos. Así que en este terreno no son igual peras que manzanas, ni matrimonio legal y amistad íntima.
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