domingo, 2 de octubre de 2011

El peluquero

Había luz en el interior (una luz de fluorescente blanco), pero la puerta estaba cerrada. En el escaparate, aparte de los típicos productos de una peluquería masculina de toda la vida, había recuerdos de alguna boda y varios recortes de prensa en los que se hablaba de ese oficio, el de peluquero. Al separarme de la puerta, sentí el sonido del claxon de un coche viejo y la voz de un hombre que salía de la ventanilla del mismo coche: ¿A quién estás buscando? Al peluquero, contesté. Soy yo, espérame tres minutos ahí, que estoy buscando sitio para aparcar y vuelvo, esto hoy está imposible, chico... Ya voy, ya voy, les decía a los conductores de los coches de atrás, que ya le estaban dando sonoros y prolongados bocinazos. Esperé. No sé por qué lo hice, pero esperé, que es justo lo que no quiero hacer cuando voy a arreglarme el pelo o la barba. Me fijé con más detenimiento. En la puerta había un cartel que decía: Vuelvo en 0,001 segundos. Y la decoración me recordaba a algún local del Buenos Aires más pintoresco y al taxi de Guillermo Montesinos en "Mujeres al borde de un ataque de nervios". Una mezcla de estilos y excesos. Ya estoy aquí, sentí a mis espaldas. Abrió la puerta y entramos. Una música salsera sonaba a todo volumen. La bajó. Tenía un montón de libros (pude atisbar a Millás, Vargas Llosa y una recopilación de artículos de Pérez Reverte) apilados al lado de varios Interviús atrasados, el MARCA, dos periódicos gratuitos y numerosas revistas de coches. ¿Qué quieres hacer? Arreglar la barba, respondí. Y ahí comenzó una cháchara que no cesó hasta que, veinte minutos más tarde, abandoné el local. Que si las barbas muy recortadas son una moda pasajera y una horterada, que si la influencia de la televisión, que si lo que de verdad tiene estilo es la naturalidad, que si tú pareces un tío muy natural, que si estoy haciendo una dieta que me recomendó el médico, que si es la mejor dieta del mundo, que si descubrieron que tenía el colesterol y el azúcar altos, que lo mejor para bajar kilos es no mezclar unos alimentos con otros y beber mucha agua, que si caminar es sanísimo, que si tuve que dejar por completo la sidra, que si ni te imaginas lo que es eso para un sidrero de los de verdad, que si es ver una botellina (de sidra) y ponerme malo, que si los políticos son todos iguales, que si las elecciones, que si tu cara me suena, que si parabas en ese bar de la esquina, que si los bares ya no son lo que eran, que vaya precios, que no sé dónde vamos a ir a parar, que si esto y que si lo otro y lo de más allá... Apenas me dejaba asentir o sonreír en señal de que tenía razón en lo que decía. Mira que tengo visitado peluquerías a lo largo de mi vida y conocido peluqueros (del gay más gay al machirulo más machirulo), pero nunca me había tropezado con un peluquero que, tres minutos después de verle por primera vez, me pusiese al corriente de los últimos treinta años de la suya, incluido el sitio donde vivía, donde había hecho la mili y los niveles de colesterol y azúcar en sangre. No me pareció un mal tipo, ni siquiera, pese al torrente de información, me puse de peor humor del que llevaba. Casi al contrario: todo me parecía tan surrealista que le encontré hasta el punto simpático, que es el punto que hay que encontrar en estos tiempos. Berlanguiano, almodovariano, costumbrista y hasta neorrealista, pero simpático, después de todo, el buen hombre. Pero lo mejor aún estaba por venir. Cuando me levanté y, sacando la cartera de la bolsa, le pregunté lo que le debía, va y me dice que dos euros. ¡Dos euros!, exclamé. Sí, hombre sí, dame dos euros, que bastante paciencia has tenido con aguantar todo el rollo que te solté. Que lo que te digo: que tu cara me suena y no sé de qué: anda, ya me acordaré para la próxima. Dos calles más abajo, si me apuras, aún se escuchaba aquella música salsera cuyo volumen volvió a subir nada más que salí de allí.

5 comentarios:

  1. Un articulo precioso. Yo también he estado en Cuba pero yo en cambio no me he atrevido a cortarme el pelo... Un saludo!

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  2. Qué magnifica y elaborada crónica, Ovidio, me impactas cada día, francamente se notan tus años de oficio como escritor y filológo, porque a mucha gente le parece una escritura fácil y amable la tuya, pero eso es el resultado de tu talento, y por horas y horas de trabajo desde los 9 años. Tienes un don especial. Y cada día, cada cada cada día lo das todo. Y nosotros, tus lectores fieles, siempre queremos más.

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  3. Estoy con Sergio en que queremos mas. Yo creo que DOS por día seria un regalo para todos los que cada día entramos en el blog buscando nuevos tesoros de la literatura... Un saludo a los 2!!
    Ernesto

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  4. hAY UNA CANCIÓN QUE ME GUSTA MUCHO DE aLANIS QUE SE LLAMA BAD HAIR DAY... lA VERDAD ES QUE SIN QUERER DARNOS CUENTA SOMOS MUY AFORTUNADOS PORQUE LO TENEMOS TODO Y SIEMPRE NOS ANDAMOS QUEJANDO, ASÍ ES LA INCORFOMIDAD DEL SER HUMANO...

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  5. ¡Qué gracia! Ayer fui a la peluquería(soy de los que jamás se peinan y dejan siempre una montaña de pelo(es un decir)bajo la "butaca. Yo "huyo" de MéxicoDF cada que voy a la peluquería.Voy al "pueblo" de al lado;cruzo el lago de Texcoco(es un decir también lo de lago).Me gusta la peluquería de pueblo en domingo;todo son prisas y frenesí para ir presentables a misa de doce(los más).Yo aprovecho ese torbellino para "infiltrarme" y salir trasquilado sin tener que escuchar monsergas,opiniones políticas,cuestiones atmosféricas o conflictoas conyugales a medio resolver del peluquero de turno.Luego un paseito por el palacio de Nezahualtcoyotl y tan a gusto. Un saludo Ovidio.

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