viernes, 7 de octubre de 2011

Fotografía desde Nueva York

Es un día soledado del mes de septiembre. Es nuestra primera visita a Nueva York. Aún faltan unos días para nuestros cumpleaños, pero esos días, los de los cumpleaños, ya no estaremos aquí, en esta ciudad que nos ha seducido desde el primer momento. Decidimos que es un día tan bueno como cualquier otro para celebrarlos, sólo una semana separa ambas fechas. Tiraremos la casa por la ventana. Aún falta mucho tiempo para la llegada de este año. Aún no sabemos que cuando llegue este año que ahora nos ocupa, el 2011, me pondrán de patitas en la calle y que con tu trabajo quién sabe lo que pasará. Por eso, nos sentamos en una terraza del Village y pedimos una botella de vino blanco. Una de las más caras. Las baratas que se las beban Bukowski y su mujer allá donde estén tirados escribiendo versos, meando por las calles o peleándose. (Cuando hablo de vino barato, siempre me acuerdo de la cantidad de botellas que mi amiga Araceli y yo nos bebimos, cuando éramos mucho más jóvenes, por las calles de nuestra ciudad: y también éramos felices, no voy a negarlo, con nuestras ilusiones y aquellas ganas de comernos el mundo teníamos y que seguimos temiendo, pese al sosiego -¡bendito sosiego!- que otorga el paso del tiempo, que no sólo va a servir para acumular arrugas). No es día para escatimar. No queremos un vino dulce, le decimos al dueño del local (parece sacado de una de las cintas de "El Padrino": la corbata ancha, el traje negro, el anillazo en el dedo, la barba cerrada y la mirada turbia), que al poco rato nos trae una botella con su cubitera y una cuenta con un importe con el que hoy haríamos la compra de media semana, que esa nevera, por mucho que la llenemos, siempre vuelve a estar vacía. Qué importa. Estamos ahí, en Nueva York, y estamos celebrando nuestros cumpleaños. Quizá mañana estemos muertos, quién sabe. Quizá no podamos celebrarlo así nunca más. Brindamos y hacemos planes (iremos a cenar al Odeón, en la zona de Tribeca, como nos recomendó Elvira Lindo) y vemos pasar a la gente a nuestro alrededor, una de nuestras actividades favoritas. Cuando queremos fumar, pese a estar en una terraza, tenemos que salir del recinto y hacerlo en la calle, a unos metros de la misma. Creemos que una chica que pasa y nos dedica una sonrisa un poco torcida es Ellen Barkin, pero no decimos nada porque en Nueva York siempre hay una chica que se parece a Ellen Barkin buscando a un tipo que se parece a Al Pacino: como Frankie y Johnny bajo el claro de la luna, esa obra de teatro que hemos visto ya varias veces, en diferentes ciudades del mundo y con distintos actores. Si pudiese deternese la vida, ese día estaría en un lugar destacado. Ha llovido mucho desde entonces, desde aquella tarde cercana al otoño del 2008. Han ocurrido cosas buenas y menos buenas. Estas últimas siempre ajenas a nosotros, aunque seamos nosotros los que suframos la repercusión. Unos rompen los platos y otros tenemos que pagarlos. Un lema más viejo que el mundo. Pero hoy, 7 de octubre, nada de eso importa: es tu cumpleaños. Y lo celebraremos de la mejor manera posible. El vino no será como el de aquella tarde en el Village. Tampoco pienso beber uno de los bricks de Bukowski (a este paso, todo se andará). Lo importante es estar aquí y ahora. Y sentir cómo me pones la mano en el hombro mientras termino de escribir esto, y saber, con ese roce, que estoy vivo. Feliz cumpleaños, Íñigo.

7 comentarios:

  1. Aspiro a conseguir un hombro en el que descansar tras la dura (o no) jornada de trabajo, alguién que escuche el último cotilleo, que admire el último vestido que me he comprado, alguién con quién hablar del libro que estoy leyendo. Deseo que esto sea recíproco. Aspiro a que él ponga su mano en mi hombro. Tener una excusa para beber esa botella de vino fantástica en compañía...
    Mientras tanto, mientras espero,... sólo quiero desear feliz cumpleaños a Iñigo!

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  2. Es muy tierno, cierro los ojos y puedo ver esa mano que abandona la serena quietud para depositarse en tu hombro en medio de la penumbra del amanecer o el atardecer, qué mas da. Esa mano transmisora de paz, vida y esperanza que mas tarde asirá una copa de rojo vino, en brik o en botella, tampoco importa para brindar y quien sabe si en esa nevera estan noche, quiza aceche oculta una deliciosa tarta de cumpleaños. FELIZ CUMPLEAÑOS IÑIGO

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  3. Quiero agradecerle desde Madre de Dios, que se haya convertido en un referente por la lucha de los homosexuales en lengua hispana en nuestra comunidad mapuche para nuestros jóvenes. Vaya con usted mi mas sentida felicitación.

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  4. En el filo de la navaja.Parece que un brote de nostalgia,otro de melancolía, uno más de desazón e incertidumbre se quisieron imponer en la felicitación del cumpleaños de Iñigo. Que si el lugar,que si el vino,que si "El Padrino...Casi,casi se impone el pesimismo y una cierta amargura.Por fortuna llegaron el Petrus Borgoña,lo mejor de Broadway,el Waldorf Astoria,la limousine,"Los soprano" y el paseo en helicóptero para disfrutar el "skyline" de New York al atardecer.Todo llegó en este 7 de octubre de manera real e incontestable gracias al simple roce de su mano sobre tu hombro.Felices en el cumpleaños os deseo a ambos.Saludotes.

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  5. Muchas gracias por las felicitaciones a todos los seguidores de este blog.

    Íñigo

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  6. Estimados amigos,
    Creo que hay algún problema para dejar comentarios en el blog. Supongo que se solucionará en breve. Paciencia y gracias de nuevo a todos por vuestras aportaciones.

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  7. Decirte que acabo de estar en la obra de teatro “Yo lo que quiero es bailar”. Concha Velasco está fantástica en una interpretación de dos horas donde no deja nada por comentar. Me ha gustado el recorrido que hace, desde las actrices de cine y teatro hasta cuando saca de su bolso las cosas personales y habla de ellas. Celia Gámez lesbiana, jaja. Recita a Santa Teresa “muéveme tú, muéveme el verte”. Las canciones entrañables y los guiños de humor que le caracterizan, es única. Ayyyy, dice que tiene un defecto la impaciencia, como yo. El guión de José María Pou y la puesta en escena muy buena. Ah, la orquesta fantástica y además cantan. Al final,Concha, los músicos y el público todos en pie cantando y bailando “una chica YEYE” ha sido emocionante. Pues eso, hay que ir a verla, todo un lujo.
    Un saludo:
    Jaione

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