miércoles, 19 de octubre de 2011

Diane Arbus en la Tate Modern

Los personajes arrinconados por la sociedad, los travestis, los enanos, los nudistas de carnes arrugadas y generosas, los deficientes mentales, las señoras con ínfulas de un pasado glorioso, los alcohólicos, la fauna nocturna en todo su decadente esplendor, los niños que tapan con bolsas de papel sus rostros deformes y amongolados, los viejos sin dientes destruidos por lo miserable y lo precario de sus existencias. Todos ellos están ahí, en un blanco y negro que añade aún más patetismo a las imágenes, en una de las exposiciones de la Tate Modern, tres años después de que nos encontrásemos con ellos, cara a cara, en el MOMA de Nueva York. El impacto sigue siendo el mismo, brutal. La atracción por todos ellos, la punzada en el estómago, la fascinación y la compasión (dicho sea esto en el mejor de los sentidos). Diane Arbus logra captar la vida que tienen todos ellos. Ese halo de una vida miserable, en la mayoría de los casos, que ellos no escogieron y a la que tienen que enfrentarse cada mañana. Hay un instinto de supervivencia en todas esas vidas. El travesti fuma y mira con descaro a la cámara, acaso buscando esa oportunidad que no le concedieron, esos quince minutos de fama de los que hablaba Andy Warhol, presente también, con uno de sus autorretratos en rojo y negro, unas salas más allá. Los nudistas de carnes arrugadas y generosas están sentados tranquilamente, sin importarles el rubor que puedan causar sus desnudos en las mentes más reaccionarias: el sexo minúsuculo de él tapado por los kilos de más y ese pelo enmarañado que ya se va cayendo o volviendo canoso, los pechos caídos de ella, la seguridad en la mirada, el reproche siempre es de los otros, parecen decir. La dignidad de las señoras que aún viven en sus ostentosos pasados: el cuerpo firme, tieso, con esos sombreros de una elegancia imposible que, alguna vez, puede que estuviesen de moda y que les otorgan ante sus ojos el respeto que buena parta de la sociedad "bienpensante" ya no les tiene, pero del que ellas no hablan, faltaría más. Los alcohólicos y los viejos sin dientes muestran con orgullos sus miradas vidriosas -el llanto y el alcohol en sus ojos, las noches que hay ahí detrás, peleándose con el mundo y consigo mismos en una batalla perdida de antemano-, un punto desafiantes y muy conscientes de que están así, y lo saben, aunque ya nada importe. Los niños, con sus risas inocentes, conscientes de su deficiencia (la sociedad que les tocó vivir ya se encargó de recordárselo), ríen y ríen, como si en esas carcajadas estuviese el único poder de su salvación. Diane Arbus no edulcora jamás nada, ninguna situación, ni por un mínimo instante. Parece como si ese, el edulcoramiento de las cosas, fuese su mayor temor. Muestra la crudeza de la vida de un modo apoteósico, casi abrumador. Esto es lo que hay y aquí está, parece señalarnos detrás de su cámara fotográfica. No hay filtros que suavicen las situaciones, no hay un gesto que quiera ocultar el dolor, el vacío, la desolación. Así son las cosas. Le guste a quien le guste. La vida -en todos sus sentidos- no deja de ser como un espectáculo circense, no nos engañemos. Ninguno, en nuestros respectivos papeles, dejamos de ser esos guiñoles que, como arriesgados trapecistas a los que no les queda otra opción, pendemos de un hilo al que agarrarnos. Y ella, Diane, lo sabe y lo muestra. La cara y la cruz de una moneda que jamás queda escondida en el cajón. Las luces y las sombras que, embarulladas, se enredan como en esas mañanas de invierno en las que parece que nunca amanecerá.

4 comentarios:

  1. Me gusta mucho ese conocimiento enciclopédico tuyo: pintura, fotografía, cine, literatura, filosofía, sociología, arquitectura, geografía… me gusta mucho porque nada que este en el aire, en la tierra o en el agua te es indiferente… te imagino ahí, siempre mirando, ese señor agazapado detrás de una taza de un buen café o un té o un magnífico Rioja, que siempre toma notas de todo… ese intelectual de otros tiempos…
    Un abrazo y suerte.

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  2. Me han prohibido de leerte, pero aquí sigo, esperando todas las mañanas tu relato, el cual ire rumiando durante todo el día, ese verbo tan sagaz, esa palabra tan extraña, ese sencillo y rústico adjetivo, esos rotundos adverbios,... ay! ya quisiera escribir como tu, como los maestros...
    Solo puedo darte las gracias por estos momentos, sin los cuales ya no podríamos pasar.

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  3. Acabo de ver algunos trabajos de Diane Arbus en la red."La belleza de los mosntruos".Por la época(1970)más parece que la provocación era el efecto más buscado.No lo sé.La supuesta"mosntruosidad" de las personas retratadas impacta en los que jamás vieron algo así;la rareza choca frontalmente con los estereotipos inculcados desde la familia o desde las escuelas.Un ser humano"raro" sólo es fruto del prejuicio con el que es visto.Ignorar la "diversidad" humana es ignorar a la Humanidad misma.El niño con una granada en Central Park fue la única foto que no me gustó(vano intento de escandalizar manipulando).Todo lo demás entra en los parámetros de lo conocido y lo que debe ser respetado como tal...

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  4. Es una exposición estupenda que vi hace más de un año y que lleva tiempo viajando po el Reino Unido. Te recomiendo, Ovidio, la biografía de Arbus que escribió Patricia Bosworth. Ayuda a comprender bastante a esa mujer (y que no siempre te caiga bien, no obstante).

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