Saber envejecer consiste en acumular experiencias, aprender de ellas, de los inevitables errores que siempre las acompañan. No somos perfectos, por fortuna. Nos caemos y nos levantamos. Y al hacerlo, al levantarnos, lo más lógico sería no volver a recorrer ese camino que nos llevó de cabeza al suelo. No siempre se consigue, claro. Somos humanos: y muchas veces tropezamos más de dos veces con la misma piedra. Es lo que hay. Me gustaría llegar ahí, a la vejez, sin perder la cabeza y con sosiego. Eso es lo que más valoro, hoy por hoy, el sosiego. Así que, si llego a viejo, espero valorarlo doblemente. Entiendo que tiene que ser difícil, muy difícil. No olvidemos que, entre otras cosas, la vejez es el paso anterior a la muerte y siempre, incomprensiblemente, ha estado muy mal vista. Y eso conlleva un vértigo añadido. El sosiego del que hablo no quiere decir quedarse amodorrado en casa, ni mucho menos, sino acoplarse a las circunstancias, a esos muchos años encima del cuerpo, y disfrutar de las cosas, de todas las cosas, sí, pero seguramente que de otra manera. En mis largos paseos por los parques de la ciudad, me encuentro cada día con muchas mujeres mayores que, en grupos de dos o tres, con sus zapatillas de deporte y sus camisetas de vivos colores, caminan a un paso casi tan rápido como el mío. Van charlando, riéndose, comentando algún concurso de la tele o el último libro que han leído. Otras, con sus auricales puestos, caminan solas de un lado a otro del parque, al mismo ritmo, escuchando a Bisbal o a Bach. Son mujeres activas, que hacen ejercicio, que leen, que asisten a clubs de lectura, que hacen teatro en sus centros sociales, que van a clases de baile o a otras para ejercitar la memoria, que están al tanto de la actualidad más allá de los cotilleos, que acuden al cine una vez por semana, que cuidan de sus nietos, que aceptan que las cosas de hoy no son como las de antes. Son, algunas, mujeres que van a misa los domingos, que rezan, y eso no les impide querer y aceptar a sus nietos homosexuales (por poner un ejemplo cercano), por mucho que diga el señor Rouco Varela, o a los amigos de sus hijos o de sus nietos que lo son. Muchas de ellas, ya viudas, quizá tengan un compañero (tal vez, en algunos casos, una compañera) con el que salen a pasear por la tarde (distinto paseo que el de por la mañana), a cenar, a tomar una copa, al cine, qué sé yo... Lo cual siempre es estupendo. Nadie dijo que el amor tuviera edad, sino diferentes maneras de sentirlo. Pienso en todo esto después de ver a la Duquesa (esa señora a la que todo le ha sido regalado y que nunca sabrá, como esas otras mujeres que me encuentro en mis largos paseos matutinos, lo que es adaptarse con una pensión de 450 euros al mes), a la salida de su boda, con sus lazos y su vestido rosa, intentando bailar sevillanas como cincuenta años atrás. Es una imagen cruel y patética. Una imagen que demuestra que no ha sabido en absoluto asimilar el paso del tiempo, esa tarea tan difícil (de lo cual está en todo su derecho, ojo). Pero lo que tiene sentido en el cine ("¿Qué fue de Baby Jane?"), en la vida real me temo que ya no lo tiene tanto.
Hoy suscribo cada letra que has escrito y pienso que esa mujer cuando se mire al espejo ¿verá el esperpento en el que se ha convertido? Yo que soy de las que creo a pies juntillas que la arruga es bella y que hay que reinvindicar de una puñetera vez las canas en la mujer, me horrorice ayer al ver el espectaculo que dio para los sevillanos y para el resto del mundo, pero que conste que en una cena que también hubo ayer en mi casa dónde a la mesa estabamos 6 mujeres entre 31-42 años: todas opinaron que olé por la duquesa, todas menos yo, que también discuto con mi madre por lo mismo.
ResponderEliminarNo hay imagen más bella que la de una abuela, sabia, animosa, entusiasta, voluntaria, deportista, lectora, cinéfila,... pero abuela al fin.
Besos
Bea
Ayer vi en el Telediario Internacional de tve las imágenes de la duquesa zangoloteando por la alfombra roja del brazo de su anonadado esposo que asistía boquiabierto al arranque por peteneras de su sevillanísima esposa.Ella puede.Emparentada con la realeza a ella se le aplica el cuento del "Emperador desnudo"(todos alaban su vestimenta por temor,por conveniencia,por adulación,por papanatería y nadie se atreve a decir que va desnudo).Ella lo sabe y se mofa.Lo curioso de ese Telediario fue como terminó;con Audery Hepburn cantando"Moon River" en la escalera de incendios más famosa de New York.Recordarla en el fin de sus dias abrazando a aquellas criaturas famélicas(como embajadora de la Unicef) nos puede hacer entender que otros mundos son posibles; que otras formas de vivir la vejez pueden llegar a ser muy enriquecedoras.Quizás la conexión entre ambas mujeres sea antipódica,pero siempre será un placer ver a Audery cantando en aquella escalera.Un abrazo.
ResponderEliminarMe pareció un espectáculo bochornoso, y creo que si me la encuentro en un ascensor no solo le cedería el paso x sus títulos nobiliarios sino que la dejaría subir sola. Dios mío que miedo da, prefiero subir en el ascensor con Donatella Versace!!!
ResponderEliminarErnesto
Si "flasito" levantase la cabeza...
ResponderEliminarDavid
Yo creo que ese debería haber sido unos de esos momentos para no ponerse el mundo por montera, porque es evidente que hacer siempre lo que uno quiere puede jugarte malas pasadas, como lo que le ocurrió ayer a esta pobre mujer, que creo debería haber estado mejor asesorada. Dignidad es la palabra, hacer lo que sabemos o lo que no nos sale peor, pero de lo que al menos salgamos airosos, y sino practicarlo en privado y que nos contemplen únicamente los íntimos. Está claro que hay cierta edades en las que aunque uno piense que está al cien por cien hay alguna neurona que nos recuerda lo contrario, y éste parece ser uno de esos casos
ResponderEliminarPues a mi me encantó, la ví muy Goyesca...
ResponderEliminarRosa Nuñez
Pues para mi era un híbrido de Krusty el payaso y el viejo inventor de regreso al futuro...
ResponderEliminarFelicidades Ovidio por tu libro "Ventanas compartidas"
Yo no entiendo cómo permiten poner las imágenes de esa momia ladrona -Antón, hay tanta, tanta, tanta verdad y sabiduría en tus palabras- y explotadora bailando en horario infantil, yo las vi ayer y esta noche tuve pesadillas. Estoy de acuerdo con Rosa en que era muy goyesca, pero el Goya de las pinturas negras, peor que Saturno comiéndose al hijo, o a la inversa, porque los hijos también telita... o no?
ResponderEliminarEs un camino lleno de sexo, pescaito frito y caviar, extravagancia, alcohol, drogas, castañuelas y violines, amantes despechados, alocados drogadictos, fenómenos de feria, animales ebrios, poetas arruinados, infiernos rosa, curas ateos… fuego de una noche de San Juan...
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Un abrazo muy fuerte a todos los Ovidioadictos que compartimos viaje y miramos desde extrañas ventanas, que todo es posible con nuestro querido Ovidio.
Mucha suerte con el próximo libro.
Una aristócrata nunca se debería haber quitado los zapatos para bailar delante del populacho. IMPERDONABLE
ResponderEliminarYo tambien gusto duquesa, ella está tan tan tan groyesca... una anciana muy extrafaldaria. Yo pienso parejas mejores mujer mayor que hombre.
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