domingo, 6 de marzo de 2011

Merce, otra mujer trabajadora

Íñigo la recuerda muchas veces con cariño y emoción, como se recuerda a una tía querida, a una abuela o, incluso, a una madre. Se llamaba Merce y trabajó durante casi treinta años en la casa familiar: haciendo las tareas domésticas, sacando a los niños adelante, a los tres hermanos, pero sobretodo a él, a Íñigo, el más pequeño y su ojito derecho. Era una mujer dura: de aspecto y de carácter. Poseía esa fortaleza de las personas que han sufrido mucho en la vida y tienen que salir a flote por sí mismas. En la década de los sesenta, se quedó embarazada sin casarse. Y tuvo que hacerse cargo de aquella hija sin la ayuda del padre de la pequeña ni de ningún miembro de su familia, que la rechazaron al conocer la noticia del embarazo. Así eran la mayoría de las mentalidades de este país en unos años no tan lejanos. Ninguna casa la quería para trabajar porque traía consigo a aquella cría espabilada, muy despierta. Los padres de Íñigo la aceptaron y allí estuvo hasta el final. Era una trabajadora incansable. Las tardes de los domingos, las de su descanso, las empleaba en leer todas las revistas del corazón y escuchar a la Pantoja, su cantante favorita. Vivía los avatares de la tonadillera con el mismo entusiasmo que si se tratasen de los de su propia hija. Ni que decir tiene lo que la mujer sufrió cuando Isabel se quedó viuda. Quizá, a través del sufrimiento de la cantante, veía reflejado el suyo propio. A veces, las tragedias de los demás sirven para empatizar con las nuestras. También visitaba a una amiga que trabajaba en una casa cercana, la única de su mismo pueblo con la que tenía relación. Aquel pueblo al que volvería muchos fines de semana, años más tarde, ya reconciliada con la familia, para enseñarle a Íñigo y a sus hermanos muchas de las vivencias y las costumbres del campo. La dureza de todo ese trabajo: la siega de la hierba, la matanza, el ordeño de las vacas a primera hora de la mañana, la recogida de los huevos en el gallinero... Y tantas otras cosas.
Supongo que habrá muchas mujeres como ella, como Merce, en la historia reciente de nuestro país. Mujeres que tuvieron que salir solas adelante por ser madres solteras, repudiadas por unos y por otros. Mujeres trabajadoras que no tuvieron una vida nada fácil. Mujeres que sobrevivieron con una enorme dignidad. Y supongo que habrá hoy muchas personas que, como hace Íñigo tan a menudo, las recuerden como parte fundamental de sus familias. Pienso que estos días en los que hablamos de las mujeres y de sus necesarias reivindicaciones no es mal tiempo para recordarlas a todas ellas.

2 comentarios:

  1. Igualmente no creo que esos sacraficios sirvan para dedicarles un día sólo a ellas que las diferencia más, día del trabajador por igual sin distinción de sexo.

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  2. Aquilina se llamó la que ayudó a mi madre a criar a cuatro demonios que no la dejábamos en paz ni un minuto.No puedo por menos que emocionarme ahora al recordarla.Desde bañarnos hasta sufrir por la "desgracia" de un constipado, Aquilina fue una parte importante de mi familia.Gracias por traer ese recuerdo con tu relato.

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