Me gustaría por un instante volver atrás y recuperar el tiempo de esa fotografía, pero no por ti y por mí, que somos los mismos, ampliamente mejorados, si cabe: en afectos, amor y complicidad. (Me doy cuenta, mientras escribo, de que ya estamos, según la publicidad y los grandes centros comerciales, en el día de los enamorados -¡hasta google me lo recuerda con un gran corazón dibujado entre sus letras!- pero ya sabes que para mí ese día deben de ser todos los días). Me gustaría recuperarlo, entre otras cosas, por el trabajo que tenía entonces, en aquella pequeña librería, por el contacto con la gente: ese contacto que echo tanto de menos ahora, cada día. Nuestros mejores amigos nos la hicieron con una vieja polaroid que habían sacado de no sé dónde. Era el principio de todo y estar allí, en su casa, era como estar en una especie de refugio. Estar allí, en su casa, siempre fue un buen refugio. La fotografía ahora está ahí, encima de una estantería atiborrada de libros, de muchos libros, algunos de mis preferidos. Una vela, muchas veces encendida, como encendida está esta noche, la alumbra. La luz se tambalea, parpadea en la oscuridad, busca su reflejo en el techo, en los cristales de las ventanas, de un lado y de otro. Ese fuego que flota, que flota... La fotografía refleja muchas cosas, que afortunadamente aún perviven. También refleja, o más bien acusa, el paso del tiempo, casi cuatro años. El tiempo, el transcurso del tiempo, siempre tan veloz, tan clarificador. Ese tiempo que pasa tan rápido como los trenes cuando los observamos muy alejados de las vías, esos puntos negros que están y ya no están, ¿hacia dónde se dirigirán?, parecidos trenes detrás de los que se escondía Sally Bowles para gritar bien alto y desahogarse del mundo: de aquella oportunidad que no le llegaba, de aquel amor que se volvía a esfumar. ¡Cuántas cosas cambian en ese tramo de tiempo! A veces el paso del tiempo acarrea un importante cansancio, de un modo u otro, me temo que es inevitable. La fotografía -lo que representa- puede con todo, con casi todo. Atrás han quedado muchas cosas ya. La veo, como te veo a ti, cargado de vida, sin rastro de rencores, bailando esta noche, la noche que vino después de un día terrible, y me reconcilio de nuevo con todo, con casi todo, porque hay ciertas cosas con las que es imposible reconciliarse, así que pasen cinco o cincuenta años. Eso te lo digo yo.
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