Cecilia Bartoli, al entrar en la ciudad, interpreta una de nuestras arias favoritas de Handel. El sol calienta el interior del coche, hace mucho más calor que en Asturias, apetece quitarse la chaqueta de inmediato. Ya en la calle, lo hacemos: nos quitamos las chaquetas. Hay ciudades (pocas, en realidad, en nuestro caso: siempre hay una calle, una plaza escondida, un bello rincón perdido o un riachuelo cargado de literatura que consigue salvarlas) que pasan por nuestra vida sin pena ni gloria. Hay otras, sin embargo, que sientes que formas parte de ellas nada más pisar su suelo. La actitud de la gente, el modo en el que rápidamente te haces con la ciudad, la manera en la que te atrapa. Bilbao es una -otra- de ellas. Al lado del hotel, descubrimos una tienda de antigüedades bastante interesante, y en su interior, algunos libros se segunda mano a buen precio. Las calles están tranquilas. Paseamos por ellas. El sol, alrededor del mediodía, calienta nuestras cabezas aún más que antes. Tomamos una cerveza en una terraza del casco viejo. La vida discurre apacible. Hoy no existen los malos rollos ni los quebraderos de cabeza por los asuntos laborales. Qué necesario es viajar a menudo, alejarte de tu ciudad, de los problemas que siempre acechan, de la monotonía. Saborear lentamente esa cerveza, contemplar a la gente que pasa, charlar relajadamente, hojear los viejos libros, la revista que compramos para leer el artículo neoyorquino de Elvira Lindo. El tiempo sólo parece existir para ese momento, para disfrutarlo plenamente. Poco después, descubrimos que en el centro mismo de la ciudad, a pocos metros del teatro Arriaga, hay un cine con cuatro salas, uno de esos cines que tanto echamos de menos en las tardes de los domingos ovetenses. Entramos. Antes de comenzar la proyección, saboreamos el placer de estar en esa sala antigua, nada de atestados centros comerciales. Después de la película, pienso que Natalie Portman se merece todos los premios que le están dando, y que, con el tiempo, si su carrera no se pierde por el camino, puede llegar a ser como Romy Schneider en su madurez. Y no sólo porque viendo "Cisne negro" me haya venido a la cabeza "Lo importante es amar", sino por la tristeza que transmiten sus ojos, los ojos de Natalie, tan parecida a los de la última etapa de la vida de la gran y olvidada Romy. Tremenda y extraordinaria película. Barbara Hershey, siempre tan admirada, dando vida a su madre, un personaje con mucha miga dentro, también se merecería algún premio importante.
Del cine al teatro. El tiempo se echa encima. Atravesamos la manifestación, pacífica y multitudinaria, por la legalización de Sortu y llegamos a la sala bbk. La programación para los próximos tres meses no tiene desperdicio, qué maravilla y qué asco de dinero, ay. La actuación de Núria Espert en "La violación de Lucrecia", dando vida ella misma a todos los personajes creados por Shakespeare, merece capítulo aparte, así que ya aparecerá la crónica de su interpretación por aquí cualquier día de estos.
Ya es de noche cuando salimos, conmovidos, de ver a la actriz catalana. La manifestación ya se ha disuelto. Sin embargo, ahora, las calles continúan llenas de gentes. Gentes de todo tipo y edad. Pensamos en lo diferente que es el tema político vasco visto desde fuera que desde aquí mismo. La manifestación, como toda manifestación respetuosa, cívica y multitudinaria, imponía respeto, como lo hace siempre la opinión de un gran grupo de gente que quiere ser escuchada. Las calles están muy iluminadas. Las luces consiguen otorgarle una extraña belleza al Guggenheim, a lo lejos. Seguimos hablando de esto y de lo otro, rodeados de mucha gente, tomando unos vinos, mientras, en el cielo, una luna completamente redonda vigila. No hay niebla que pueda con ella. La vida palpita en estas calles, sí. Y nosotros, esta noche de febrero, nos sentimos parte de ese latido.
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