Odio los insultos. Y más aún los que tratan de denigrar al contrario por su condición sexual, de género o de raza. El ser humano está capacitado para defender las posturas en las que cree sin necesidad de caer en estos rastreros campos, obviando reminiscencias del pasado, que es de donde proceden todas estas cosas. El chiste del negro, el del mariquita y el de la mujer referido siempre y de la manera más vulgar a su sexo: ya está bien. Ya está bien. La ley Sinde, sin ir más lejos. Puedes estar a favor o en contra, apoyarla o manifestarte de modo contrario, cada cual es muy libre. Lo que no se puede hacer, bajo ningún concepto, es denigrar a la ministra que la creó, como se está haciendo estos días de la manera más zafia y despiadada, atacándola en todo aquello referido a su sexo. Tampoco se puede acribillar a otra ministra, como también se está haciendo últimamente, por su físico. Te puede gustar o no gustar la política que hace Leire Pajín, que es para lo que le pagan, se puede criticarla por esa manera de hacer política, pero estar constantemente defenestrándola por su físico, como llevan meses haciendo en este país, me parece decididamente repugnante e intolerable. Y más aún cuando quien lo hace -televisiones, radios, políticos, etc- tiene una responsabilidad con los ciudadanos. ¿Por qué algunos se olvidan de esa responsabilidad? La permisividad, en este sentido, debe tener un límite. Y marcar ese límite no es reaccionario ni antiguo, es de sentido común. Otro tanto ocurre con el tema de la homosexualidad. Ahí están las declaraciones en esa televisión de extrema derecha sobre Carla Antonelli. Llamar Carlos a una mujer que se llama Carla, aunque haya nacido con otro sexo, es un insulto, sí. Un insulto a su persona, a sus durísimos años de lucha por sus derechos como ciudadana y a los de todos los que tenemos un mínimo de sentido común y sensibilidad. Por no hablar de cuando del modo más cuartelario llamaron maricona vieja (siempre, desde esa cadena, con lo mismo, ¡qué obsesión!) a Antonio Gala, o de ese tipo que acaba de escribir en esa misma casa que le han dado el Goya a Agustí Villaronga por ser homosexual. No sé si Agustí es homosexual o no, ni me importa en este momento. Lo que no se puede tolerar es esta demagogia tan barata, grosera y dañina. Quien escribe en un medio o habla en otro debe tener una responsabilidad, reflexionar antes de plasmar su opinión en un espacio en blanco o de abrir la boca. La responsabilidad que debemos de tener todos en un sistema democrático.
Y lo de tirar huevos con el rostro tapado, como todas estas otras acciones de las que estoy hablando, me retrotrae a la triste década de los 70 de este país cuando a todos los diferentes, aunque fuésemos unos niños, nos tiraban piedras por ese hecho, por ser diferentes, y por la mala educación recibida por quien -tan valientemente- ejecutaba la acción. Que esa mala educación no se instale aquí definitivamente. Es lo que todos deberíamos pedir.
¡qué bien expones las flaquezas de esos zafios y como dejas claro que nunca podrán imponer sus groseros argumentos!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarUstedes deberían hacer caso omizo de esas alimañas ponsoñosas que solo saben insultar, como desía mi abuelita española: no insulta quien quiere si no quien puede.
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