viernes, 26 de febrero de 2010

El amor

Estos primeros días de sol y temperaturas agradables, después de tanto e intenso frío, me traen recuerdos de otros días así. Ahora que ya puedo despojarme de las chaquetas más gruesas y abrir un poco la puerta de la librería para que se cuelen esos tímidos rayos de sol templado, pienso en aquella otra librería en la que antes trabajaba, en su puerta también abierta y en aquellos rayos de sol de la primavera ya en todo su esplendor que se colaban a través de ella. Dentro, detrás de aquel cartel con la preciosa portada de "Historia de un abrigo", al principio de todo, tú y yo, tres años atrás. Miles de proyectos, de ilusiones, de complicidades. Miles de sueños que se resumían en uno solo: estar juntos. Todo eso que, ahora, casi mágicamente, se está cumpliendo. Lo que empezábamos a soñar se está convirtiendo en realidad, nuestra realidad, sí. Qué vértigo. ¡Cuántas risas en aquella librería! Qué aventuras. Las aventuras que conlleva siempre el hecho de vivir, de vivir intensamente y sin tapujos, y enamorarse. Enamorarse sin miedo, que es como hay que enamorarse y como hay que vivir. Superadas ya las barreras de los primeros miedos, las barreras de las mentes más estrechas, somos, en la medida de lo posible, dueños de nuestro propio destino. Hacemos lo que nos da la gana, sin tener que entregar cuentas a nadie. Todo lo demás sobra. Trabajamos, leemos, viajamos, organizamos miles de cosas, nos moviliza la curiosidad, nos planteamos cientos de proyectos. Un futuro en común. Qué importa lo que digan los demás. Digan lo que digan. Y nos reímos, nos reímos mucho. La risa puede con todo lo malo, con todo lo feo: con las personas que no están a la altura. La risa es uno de los lazos que más une a la gente. La risa y la libertad. Esa libertad que nos permite hacer lo que nos da la gana sin molestar a los demás. Que es lo que debería hacer todo el mundo, por otro lado. Madrid, Nueva York, Londres, París, Gijón, Roma, Lisboa, Buenos Aires... No concibo ninguna de esas ciudades sin ti, como no concibo ya casi nada sin ti. Por eso, porque estamos aquí, porque ya casi es primavera, y esta casi primavera me hace recordar todas las primaveras que llevamos viviendo juntos, porque estamos a puntos de casarnos, porque es fácil si lo intentamos, como dice John Lennon, ese poeta, porque lo intentaremos mientras nos quede aliento, te dedico estas palabras, también esas otras dos que tú y yo sabemos. El sol, ya ves, que hoy me pone un poco tonto.

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