Cuando, en 1995, Jessica Lange recibió su segundo Oscar, descubrimos que el tiempo es inflexible, que los años ciertamente no pasan en balde. Tenía, entonces, 45 años. El rostro de Jessica había cambiado por completo, se había transformado. Seguía siendo una mujer bellísima y muy atractiva, pero los años estaban ahí: en su rostro y en sus manos. El paso del tiempo, las experiencias, las arrugas que demuestran que se ha vivido con plenitud: todo lo poético que queramos decirlo pero el caso es que, quizá porque hacía tiempo que no la veíamos (por entonces, aún viviendo en su rancho de Virginia, se prodigaba poco), la transformación chocaba, llamaba poderosamente la atención. Se iniciaba otra etapa de su carrera de la que Jessica, con la inteligencia que ha demostrado a la hora de escoger sus películas a lo largo de todos estos años y pese a las trabas que ponen a las actrices después de cumplir los cuarenta en Hollywood y en casi todas partes, ha salido airosa, triunfante. La mejor, junto a Susan Sarandon, de su generación por muchas nominaciones que quieran darle a la previsible Meryl Streep. Hace poco me sucedió lo mismo con esa espléndida escritora que es Paula Izquierdo, que ahora, por cierto, publica nuevo libro, "El nombre no importa". Conocí a Paula hace años, en la feria del libro de Oviedo, cuando vino a presentar "El hueco de tu cuerpo", su segunda novela. Una chica abierta, amable, encantadora, que no encajaba demasiado en el acartonamiento -ya por entonces bien palpable- de esta feria. Además, evidentemente, de poseer una belleza que, a su lado, deslumbraba aún más que en las fotos promocionales. Me dedicó el libro y, desde entonces, sigo su interesante carrera literaria con atención. Hace poco descubrí una foto suya reciente y, al igual que le sucedió en 1995 a Jessica, descubrí la transformación de su rostro. Sigue siendo una mujer muy bella, con un punto importante a Jacqueline Bisset, otra mujer que ha ganado con los años en todos los aspectos. Con todo el paso y el poso del tiempo reflejado en su rostro, en su mirada, en sus manos. Lo que la hace, sin duda, aún más interesante. Me gustan esos rostros de mujeres bellas e inteligentes: vividos y bebidos, sin operaciones ni retoques (creo que del de Jessica, en estos momentos, ya no se puede decir lo mismo, pese a que ella declaró por entonces -alentada también por su marido, el escritor Sam Shepard- que nunca se acercaría al bisturí, ay), que demuestran que han pasado por la vida plenamente, que la juventud es una etapa más de nuestra existencia, no necesariamente la mejor, y que las experiencias de los años (casi) siempre nos hacen más sabios. Pienso en todo esto después de ver una reciente foto de mi amiga, la maravillosa fotógrafa e ingeniosa mujer Gloria Rodríguez, a medio camino entre Susan Sarandon y Charlotte Rampling: el pelo revuelto, la mirada intensa y profunda, la serenidad, el aire del cine clásico. Qué mujeres. Algunas de las que más me gustan.
Bueno, bueno... Que piropazo!
ResponderEliminarY que bonito lo que escribes..
Yo que la conozco, sé que no pasará por el bisturí..