martes, 26 de enero de 2010

Concha Velasco

He tenido a Concha Velasco, en el teatro, a escasos metros de mí, separados tan sólo por esa mínima distancia que hay entre la primera fila que siempre ocupamos los más entusiastas y el escenario. He visto sus arrugas, sus risas, sus lágrimas, sus gestos de ira, de alegría, de desesperación, de satisfacción, de rabia, de amor, de temor y de dolor. La pasión que pone en su trabajo, el arte que inunda las tablas cuando ella aparece -ya sea sola o acompañada-, la entrega total y absoluta. Pocas como ella se merecen los premios, todos los premios que le den, como ahora la Medalla de Honor del Círculo de Escritores Cinematográficos. La he visto en el cine y en la televisión, claro, en sus buenas y en sus malas películas, en casi todas. Pero no es lo mismo. En el teatro, Concha, sublime actriz, poderosísima presencia, se crece. El teatro es su vida (no lo puede ocultar), su pasión. Esa pasión que transmite siempre a lo bestia, ya esté representando una obra de Tennesse Williams, de Antonio Gala, de Adolfo Marsillach, o de Romain Gary, como la última, la que está mostrando ahora por todos los teatros del país, "La vida por delante", dando vida a una ex prostitua judía: triste, melancólica, noble, cansada, muy cansada, bajo la dirección de ese otro enorme actor que es Josep María Pou. Dice Concha que se retira, que será su último papel. No lo creo. No lo quiero creer. No lo quiero ver. Espero aún muchas interpretaciones de esta vasilloletana tierna, aguerrida, vulnerable, fuerte, débil, sensible, de poderoso carácter y hermosa voz ronca. Le quedan muchos papeles en los que demostrar que está ahí, a medio camino entre Anna Magnani y Shirley MacLaine, dispuesta a darlo todo, a contagiarnos su pasión, el teatro, que es la nuestra. Iré a verla a cualquier rincón del país. No quepa la menor duda.

2 comentarios:

  1. No te quieres enterar que te quiero de verdad!

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  2. Creo que sabes lo que Concha significa para mí. creo que sabes que ella fue mi primera entrevista. Creo que lo sabes y, sin embargo, ahora la tengo en la nevera. Me he prohibido ver nada de ella, recordar nada de ella, valorar nada de ella porque no quiero cogerle manía, no quiero apearla del pedestal, no quiero pasarla a la lista negra.

    La última vez que hablé con ella casi me hace llorar y por eso ahí está, en la nevera. Esperando un mejor momento por eso, porque no quiero cogerle manía.

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