Hay veces en que lo normal se convierte en extraordinario a causa del interlocutor que tenemos enfrente. Ahora que ya ha pasado todo el barullo de compras navideñas -compras, a veces, un tanto aceleradas y sin demasiado sentido-, ese ajetreo que en el fondo tanto me divierte y entretiene, me acuerdo de él. Era un hombre atractivo y elegante, de piel muy negra y muy brillante (con esa tersura única que tienen las pieles negras), con una educación exquisita, alrededor de los cuarenta años. Entró en la librería el día antes de Reyes, en un momento de tranquilidad, buscando un libro para su chica. Por su acento no parecía español, pero hablaba el castellano con bastante corrección. Me contó que no era un gran experto en literatura, que se había fijado varias veces desde el autobús en el escaparate de nuestra librería y que, por favor, le recomendase algunos libros. Así lo hice. Munro, Oates, Puértolas: le presenté varias obras recientes de algunas de mis escritoras favoritas. Quizá por mi entusiasmo o quizá por ese cielo tan azul y estrellado que aparece en la portada, se decantó por "Cielo nocturno", la última y estupenda novela de Soledad Puértolas, a puertas -por cierto- de ocupar un sillón en la Real Academia y de publicar -¡qué ganas!- nueva recopilación de relatos, "Compañeras de viaje". Había algo en él, en sus tranquilos movimientos, en su pausada y dulce manera de hablar, en la delicadeza con la que compraba aquel regalo, que lo convertía en un cliente especial, en un tipo especial. No todos los días tiene uno clientes así, desde luego. Y no todo el mundo, experto o no en libros, compra regalos con ese cariño con el que aquel hombre estaba adquiriendo aquel libro para su novia. Ni mucho menos, y menos aún en estas fechas que dejamos atrás, tan cargadas de abundantes falsedades y compromisos de pacotilla. Se notaba, en cada gesto y en cada palabra, el amor que sentía por ella, por su chica, las ganas que tenía de sorprenderla, de agradarla con aquel detalle, quizá uno más o quizá el único que le regalaría al día siguiente, no lo especificó. Con él, con aquel detalle, podría explicarse toda una historia de amor.
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