La primera vez que escuché a Chavela Vargas fue en un programa de radio nocturno. Lo conducía Isabel Gemio, en Radio Nacional, hace casi veinticinco años. La gente llamaba a la radio, contaba en dos o tres minutos una historia de amor, toda clase de historias, historias tristes o alegres, con final feliz o con final desgraciado, las suyas propias o las de algún familiar cercano (sus padres, sus hermanos, sus abuelos), y entre medias, Isabel hacía entrevistas a personajes descatados del mundo de la cultura, leía poemas -José Agustín Goytisolo era el poeta de cabecera del programa- y ponía músicas de uno y otro lado del planeta, siempre con el amor por bandera. "Macorina" fue la canción escogida aquella noche. Aún recuerdo, en la penumbra de la habitación, el impacto que me causó aquella voz, aquel desgarro. Cuánto sentimiento en apenas unos minutos. Cuánta verdad. Isabel hizo un breve repaso por la vida de la cantante mejicana, que encajaba a la perfección con aquella canción que estaba sonando de fondo. El alcohol, los amores imposibles y los posibles, la fuerza, la valentía, la lucha, la voz desgarrada... La leyenda, ya por entonces, estaba forjada. Luego, vendrían las películas donde Almodóvar utilizaba sus canciones (quizá la más espectacular fue la inclusión de "El último trago" en "La flor de mis secreto", que sigue siendo una de sus mejores películas, mientras el personaje de Marisa Paredes, completamente destrozado porque la historia de amor que se acababa de romper definitivamente, sin posibilidad alguna de recuperación, la escucha en un bar, muy emocionada, poco antes de perderse entre una multitudinaria manifestación y descubrir en un escaparate aquella frase que utilizaba con su amor como una espedie de código secreto), su presencia en los teatros españoles y aquella amabilidad, aquella educación y aquella exquisitez que desplegaba en cada entrevista que le hacían en sus visitas a este país. Y luego vino el concierto, en el teatro Jovellanos. El recuerdo de la presencia de aquella mujer sobre un escenario completamente desnudo pertenece de lleno a esos recuerdos que uno conserva de los genios de verdad, de los mitos que lo son sin ningún género de dudas. Con su poncho rojo y su voz única, repasó todas aquellas canciones que ya se habían instalado en la memoria colectiva. Sobre todo, en la de todos aquellos que alguna vez habíamos sufrido por amor y utilizamos sus canciones como bálsamo, como refugio, como desahogo para liberar nuestras penas, nuestro dolor, nuestra impotencia. El silencio, como siempre ocurre cuando se tiene a un genio delante, era intenso, respetuosísimo. Y aquel vozarrón, que yo creo que se podía escuchar perfectamente desde la calle (tal era el grado de su fuerza), llenándolo todo de sentimiento y pasión, de esa extraña nostalgia que más que ponernos tristes nos reconcilia con la vida. Una noche inolvidable, muy viva aún en la memoria (como la de la noche que Isabel la puso en la radio), pese a que ya han pasado también unos cuantos años. Ahora México propone a Chavela para el Príncipe de Asturias y ella confiesa que su último deseo es viajar a España para presentarnos ese disco homenaje a Lorca, "La luna grande". No se debería hablar más: el Premio, si hubiese justicia y sentido común, tendría que ser para ella. Por esa fuerza, por esa lucha, por esa genialidad. Por ese recuerdo que todos conservamos de ella, escuchándola, mucho más poderoso ya que las historias de amor rotas por las que colocábamos sus discos y nos entregábamos a aquel revoltijo se sentimientos y emociones. A todo aquello que pudo haber sido y no fue, insignificante ya al lado del recuerdo de su voz, no importa qué canción interpretase ni de qué época de nuestras vidas estemos hablando.
¡Totalmente de acuerdo!!!
ResponderEliminarA Chavela la escuché por primera vez en una fiesta del PCE en la Casa de Campo de Madrid. Los altavoces recogían pequeños saltos propios de aquellos discos de vinilo. Recuerdo (igual que tú) el silencio absoluto que se impuso en aquel espacio abierto y amplio. Chavela (como tantos otros grandes) a escrito algunas de las páginas de la banda sonora de nuestras vidas. Sabina creció mucho a su lado.
ResponderEliminarAh,Chavela. Desde México poco más se puede añadir a tu extraordinaria semblanza.Añadir,quizás, que aquí no se la valora en su justa medida; que hubieron de venir de "afuerita" para que se le otorgara a Chavela el lugar que le corresponde.Con sus "escuincles" y su jorongo, esta mujer parece tratar de esconderse tras una fragilidad aparente; ay, pero cuando canta...cuando canta se le llena a uno la boca de tequila y de la amarga melancolía que evoca con su canto. A mi me gusta su "No volveré" que canta como nadie. Ojalá le concedan el premio por la sola ilusión que a ella le produciría recibirlo y por poder recogerlo en España.
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