lunes, 30 de abril de 2012

Cosas que merecen la pena

No era Nueva York, pero, aunque sólo fuese por un momento, podía parecerlo. Una de esas terrazas situadas en el último piso de algún edificio de la Quinta Avenida, cualquier viernes por la noche. Las calles estaban llenas de gente, el último viernes de abril, a diferencia de otros días, de la mayoría. Por un momento, parecía que todos hiciésemos oídos sordos a la crisis, a la ausencia de trabajo, de posibilidades. Llovía y veíamos caer la lluvia bajo la cristalera de la terraza. A nuestro lado, dos chicas iban vestidas y peinadas como las chicas que aparecen en las revistas de moda y hablaban de novios y bebían cócteles de imposibles colores y fumaban Ducados y reían sonoramente. La noche de los viernes, ya se sabe, están siempre llenas de presagios, de cosas que pueden llegar a ocurrir, aunque luego ocurran o no. Llovía cada vez con más fuerza y el espectáculo de las gotas rebotando en el suelo y en la cristalera era muy bonito. Más que eso, relajante. Relajante, sí, y esperanzador. Como si la realidad que nos está tocando vivir a (casi) todos fuese sólo un espejismo. Un mal sueño. Bebíamos nuestras ginebras con limón y mucho hielo muy picado y comentábamos la obra de teatro que acabábamos de ver, la última de Lola Herrera. Veinticinco años atrás, la había visto por primera vez sobre el mismo escenario, el del Campoamor, representando la famosa obra de Miguel Delibes, "Cinco horas con Mario". Un clásico indiscutible. Aún podía recordar la emoción con la que salí de aquel teatro, veinticinco años atrás. La obra que acabábamos de ver, "Querida Matilde", era más ligera, pero sin olvidar, como pasa en las buenas comedias, la reflexión sobre cosas importantes, trascendentes. La vida, con sus altos y sus bajos, como siempre. Comentamos que lo que más nos gustó es la positividad del personaje que representa Lola Herrera. Poner cara de risa frente a la adversidad. Y sentido del humor. Y risas. Muchas risas. Qué remedio. Ella, Lola, está espléndida, como acostumbra. Y Ana Labordeta, a quien no habíamos visto antes en teatro, también: pidiendo a gritos un protagonista cuanto antes, como tantas otras actrices de este país, por otro lado. Ver una buena obra de teatro, o leer un libro o visionar una película o escuchar ciertas músicas, siempre cambia la percepción de las cosas. De casi todas las cosas. De repente, piensas que todo puede ser posible, hasta lo que parece más difícil o imposible. No es ingenuidad, es sólo saber captar ese momento en el que te das cuenta de las cosas que merecen realmente la pena. Sólo eso. Un libro, una película, una obra de teatro, una serie de televisión, una música, una ginebra compartida. La gente no dejaba de entrar y salir de los bares de los alrededores, de la terraza en la que estábamos y en las de enfrente. Corrían a causa de la lluvia, casi todos iban sin paraguas, como si, después de tantas semanas de lluvia, ya no pudiésemos más. La calle entera estaba llena de gente, un viernes cualquiera, como en los viejos tiempos. No era Nueva York, pero, aunque sólo fuese por un momento, podía parecerlo, ya digo. No dejaba de llover y tampoco teníamos paraguas, pero no importaba. Sólo por ese momento, por sentir que la luz estaba siendo menos difícil merecía la pena la posible mojadura hasta llegar a casa. Sí, claro que merecía la pena. Algunas cosas la siguen mereciendo, a pesar de todo. Pensemos -mientras podamos- que no todo está perdido.

2 comentarios:

  1. Un lunes cualquiera, hoy, hasta este momento yo estaba vacía, me sentía cansada, sin ganas y con el firme propósito de cerrarlo todo y dejar que mañana amaneciera un día con sol o con ganas. Después de leer este blog, como un buen libro, como una buena música..., me dispongo a seleccionar momentos inolvidables, instantes de una vida que me gusta vivir al máximo. Material indiscutiblemente valioso (para mí, claro).

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  2. ¡Que el arte redima nuestros pecados políticos!!!

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