martes, 15 de mayo de 2012

Pesadilla

Desde lo alto de este edificio, si miras hacia abajo, los transeúntes parecen hormigas que se desplazan apresuradas de un lado a otro. Como aquellas que veíamos, cuando éramos unos niños, a ras de suelo, mientras huían hacia sus hormigueros con un trocito de pan o de cualquier otro resto de comida (un pedazo de jamón, de tortilla o del tomate de la ensalada) en la boca y nuestro aliento sobre ellas. El cielo, tan gris y apagado, no ayuda a embellecer un poco el panorama. Todo lo contrario. No somos nada, pienso. O sólo eso: minúsculos puntos intentando salvar el pellejo, huyendo no se sabe muy bien hacia dónde. Más aún en estos momentos tan complicados. Demasiado tiempo ya de dificultades, en algunos -muchos- casos. Ayudas que no llegan, proyectos que no salen, bonitas palabras de unos y otras que se las lleva el viento: los meses que corren y corren y no dejan vislumbrar un atisbo de esperanza en ese futuro que está a la vuelta de la esquina, cada vez más cercano, acechando. No hay metáfora en todo esto. Sólo el reflejo de una realidad que se mueve a nivel de la calle. Ya en ella, en la calle, las hormigas adquieren la figura humana que apenas podía distinguirse desde lo alto del edificio y te miran, cuando lo hacen, de tú a tú. Algunas de esas figuras te saludan con desgana o se paran para contarte lo que tú ya sabes: el problema de (casi) todos. (Hay casos que te duelen especialmente, como el de esa amiga que creó su empresa hace casi quince años y que estos días también la está desmantelando: sé bien lo que se siente ante una situación así, aunque la empresa que desmantelase en su momento no fuera mía). Asientes con la cabeza y sigues caminando. Es lunes por la mañana y parece domingo. Domingo todo el día. Supongo que cada vez hay más gente sin trabajo y de ahí el poco movimiento a estas horas, las primeras de la mañana. Me siento como en una película de ciencia-ficción. Como si el paisaje que tengo delante no fuera real. Y las personas que me voy encontrando, tampoco. Un hombre, a mi lado, esperando a que cambie el semáforo, va cantando. Tendrá unos cincuenta años, quizá menos, y la borrachera que lleva es tan grande que apenas se distingue la canción que entona. ¿Va o viene de ronda? Quién sabe. Aquí ya todo se confunde. Otros caminan absortos en sus auriculares, escuchando música o quizá una de esas radios (todas) que cada vez que las sintonizas te ofrecen un nuevo recorte del tipo que sea. Casi todos, incluso el hombre de la borrachera, con uno de esos periódicos gratuitos bajo el brazo, que, a este paso, serán los únicos periódicos que se lean. (El otro día, a primera hora de la mañana, hubo hasta peleas por uno de esos periódicos porque regalaban con él un paquete de galletas nuevas). Entro en un bar, el único que está abierto, y, aunque lo que me apetece tomar es un coñac doble, pido un café con leche. Es uno de esos bares donde el espumillón de hace varias Navidades sigue pululando por encima de las botellas y donde la filosofía de sus contertulios habituales (todos con un buen vaso de cazalla delante) es que todos los políticos son unos sinvergüenzas, en especial los de izquierdas. No tengo ganas de que se me dispare (aún más) la tensión y, cuando tan ilustres tertulianos se disponen a atacar el tema del 15-M, salgo de nuevo a la calle, que sigue teniendo ese aire de escenario fantasmagórico, ya no sé si de película de ciencia-ficción o, directamente, de terror. Y es que, después de todo, la culpa va a ser mía por no quedarme tranquilamente en mi casa, perdido en algún libro, alguna película o algún paraíso artificial. La vida es un engaño, ya lo sabemos. Pero hay días en que el engaño se hace insoportable, francamente.    

2 comentarios:

  1. Hay luz al final del túnel. Siempre la hay. Mucho ánimo. Tienes algo que te hace especial, una capacidad para expresar que no todos tenemos. Lo tuyo es una carrera de fondo, pero llegarás y vencerás. Que no decaiga!!!

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  2. Querido Ovidio. Ésta vez discrepo contigo, amigo. La vida no es un engaño, sino ciertas malas hierbas que crecen en el camino y la enturbian. Estoy de acuerdo con Esther: llegarás lejos, y todos nosotros estaremos ahí, tu gente, quienes creemos en ti y sabemos, que a pesar de todo, tú sigues riendo.

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