Antonio Gala acaba de recibir un premio importante, el Quijote de Honor. Y al recibirlo, emocionado, ha comentado que ese premio quizá sea el paso previo al último adiós. Lleva luchando varios meses contra un cáncer complicado y parece que la cosa no va demasiado bien. Hubo épocas en las que todo el mundo le leía y otras en las que se puso de moda criticarle. Ah, la envidia. Pueden faltar muchas cosas en este país, pueden faltar incluso la decencia, la honradez y el respeto, pero ella, la envidia, nunca lo hace. Y si un autor vende muchos libros tiene todas las papeletas para ser criticado, independientemente de la calidad de sus escritos. Así son las cosas. Gala tiene una carrera muy extensa que abarca todos los géneros. A mí lo que más me interesa son algunos cuentos, algunas de sus obras de teatro, representadas siempre por las actrices más importantes (Mary Carrillo, Nati Mistral, Amparo Baró, Encarna Paso, Concha Velasco...), y sus artículos largos. De todos ellos, me quedaría con dos: los primeros y los últimos que escribió. "Texto y pretexto", publicados durante el franquismo y los primeros años de la democracia en "Sábado Gráfico", y "La casa sosegada", escritos, como el resto, excepto esos primeros, en el suplemento dominical del diario El País y recopilados posteriormente en libro. En los primeros, Gala habla con total desenvoltura de todos los temas, sobre todo de los temas tabú en aquellos años: el amor, el sexo, la libertad... Y eso le acarreó algunos problemas considerables, muchas amenazas, persecuciones por parte de los intolerantes, que son siempre los mismos y nunca engañan por muchas caretas y disfraces que se pongan. Mítico es su enfrentamiento durante toda la vida con Fraga, sobre todo en la etapa en la que el gallego fue ministro. Eran otros tiempos, ya se sabe, aunque ahora parezca que estén a la vuelta de la esquina y que aquí no ha pasado nada. Siguen conservando la frescura con la que fueron escritos: toda la vigencia. En los últimos, se acerca a los temas de siempre -el amor, el sexo, la libertad, la pareja, la soledad, los miedos, el paso del tiempo, las ocasiones perdidas y las que aguardan, la esperanza que pese a todo no hay que perder...- de un modo más filosófico. A sus espaldas está ya constituida una prolífica carrera y la sombra de la vejez va asomando por las esquinas del jardín. De ese jardín del que nos ha hablado en numerosas ocasiones y en el que tanto le gusta sentarse a recibir invitados, a reflexionar. Nunca perdió Gala su ironía, que me imagino que le ha servido para batallar contra todo lo negativo, enemigos incluidos. Ni siquiera los más acérrimos detractores de su obra, indispensables en una carrera de tantos éxitos y premios, le han negado esa cualidad. Antológicas son, a este respecto, algunas entrevistas y aquellas míticas charlas con Jesús Quintero, otro que tal baila en cuanto a ironía o inteligente socarronería se refiere. Como antológicas son las colas y las multitudes que se forman para que estampe su firma en los libros de sus lectores. Ahí estoy ahora, en una de esas colas, muchos años atrás, con mi amiga Araceli, auténtica seguidora del escritor, lectora de todas sus libros, relectora de la mayoría de ellos. Era una tarde de primavera, con calor. Habíamos salido a comer y ahora ahí estamos, esperando nuestro turno. Una auténtica algarabía. Público de todo tipo y todas las edades, aguardando también su turno, riéndose con la ironía de su autor preferido, con las constantes puyas que lanza contra no sé quién (parece que está de mal humor por algo). Pero no importa: la gente espera. Le sigue con una devoción nunca vista. Nosotros también esperamos. (Una vez, tras rodar con ella "Sé infiel y no mires con quién", Fernando Trueba dijo que Carmen Maura disfrutaba tanto actuando que pensaba que no cambiaría el rodaje de un solo plano por estar en la cama con Paul Newman. Pues bien: yo creo que aquella tarde, Araceli hubiese hecho lo propio: no creo que cambiase estar allí, delante de su autor preferido, ni por un revolcón con el mismísimo Paul Newman de sus años mozos, que ya es decir). Porque, además, más allá de la firma, sabemos que esa tarde volverá a nuestra memoria como un divertido recuerdo. Uno de tantos de aquellos irrepetibles años. Antonio, larga vida y que Dios, si existe, reparta suerte.
Me emocioné esta mañana al oirle decir que no tenía miedo, me imagino que no ha tenido miedo en su vida, pero qué importante es decir que no le tiene miedo a la muerte. La muerte que es innata a la vida y que camina junto a nosotros en el camino diario. Yo también espero que tenga suerte y por lo menos, tenga tiempo de solucionar todo lo que tenga pendiente y acabé la comedia que dijo le iba a escribir a Amparo Baró, quizás suponga el último telón de su vida.
ResponderEliminarCada año que Antonio Gala, estuvo en la Feria del Libro de Madrid, yo hice cola, alguna vez hasta hora y media. Ese tiempo me sirvió para anotar en mi cuaderno expresiones de la gente, extrañezas de algunos viandantes que al mirarnos no entendían cómo permanecíamos allí bajo un sol de justicia. Después, Antonio siempre me regalaba la mejor de sus sonrisas y un apretón de manos. Había merecido la pena esperar.
ResponderEliminar"Para Araceli, mi esperanza, mi simpatía, y un beso", eso es lo que me escribió en su libro "Ahora hablaré de mí". Me preguntó si era andaluza, por mi nombre, y al igual que tú recuerdo perfectamente aquel día y ese momento en el que tuve delante al mismísimo Antonio Gala, al que leía, leo y seguiré leyendo, al que jamás me he cansado de escuchar y a quien recurro en tantos momentos que necesito de sus palabras. Hoy, cómo no, volvió a mi cabeza mientras preparaba mejillones, él que tantos comió con aquel amor que luego descubriría que tampoco le gustaban.
ResponderEliminarPreciosas como siempre tus palabras Ovidio,como aquel día, como aquella tarde, y como tantos y tantos momentos compartidos.