martes, 26 de abril de 2011

Virginia Woolf

Ayer, en el Club de Prensa de La Nueva España, después de la presentación de "Literatura y turismo", ese libro sobre libros y viajes con el que la editorial Septem quiere conmemorar sus diez años de andadura, una mujer se acercó y me dió las gracias por mencionar a Virginia Woolf en mi discurso. Me contó que era su escritora preferida y que consideraba que no estaba siendo tan recordada como debía. Hablaba yo de escritores, mitomanías y ciudades, y la mencionaba a ella, a Virginia Woolf, como parte emblemática de cualquier visita a Londres. Allí, en la ciudad inglesa, uno se la imagina, a ella o a la señora Dalloway, que lo mismo da, caminando por sus calles, en un día fresco y soleado, dejando atrás las sombras por unos instantes, envuelta en sus propias ensoñaciones, comprando un ramo de flores amarillas para adornar la mesa de los invitados que vendrán a cenar esa misma noche o para que su olor traspase la entrada de la casa. Mencionaba también la habitación propia que Virginia Woolf, en su memorable ensayo (ese ensayo, "Una habitación propia", que no ha envejecido lo más mínimo), reclamaba para sí misma y para todas las mujeres. Esa habitación imprescindible para leer, para escribir, para trabajar, para coser, para vivir, para asomarse a la ventana, para descansar, para dejar pasar las horas sin más, para evocar, para estar. Para sentirse una persona con identidad propia, para no depender de los demás: maridos, padres, hermanos... Para no depender de nadie. "Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción".
Sí, quizá sea cierto lo que decía aquella mujer que se acercó a mí para darme las gracias por mencionar a la escritora inglesa en mi discurso. Quizá no la recordemos tanto como se merece. Virginia Woolf: sus tormentos y su talento. Virginia Woolf: sus ensayos, sus novelas, sus relatos, sus páginas autobiográficas, sus diarios, sus cartas... La minuciosidad de sus textos, de todos ellos; el amor por el detalle, los detalles; las palabras que tan mágica y delicadamente retratan esos detalles. Todo eso está en ella, Virginia Woolf. No conviene olvidarlo. No conviene despirtarse. Hay que seguir luchando para tener esa habitación propia, para conservarla. Aquella mujer, la que se acercó a mí tras la presentación, lo sabía. Seguro que lo sabía. Conservo sus palabras de agradecimiento como un buen regalo. La recompensa para aquel adolescente que, en su habitación, empezó a leer a la escritora inglesa y que, después, en las calles de Londres, en medio de sus brumas o bajo ese sol templado tan característico de la ciudad inglesa, evocó en la figura de ella misma, Virginia Woolf, o de la señora Dalloway, que viene a ser lo mismo.

5 comentarios:

  1. La obra de Woolf, si la tiras al mar, flotaría, desdoblaría un par de alas. Para mí, al menos, es imprescindible, favoritísima siempre. Gracias por este post.

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  2. Te lo debo a tí y a una amiga que compartimos un tiempo haber descubierto ¨UNA HABITACION PROPIA¨. Gracias a los dos.

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  3. Ay, aquella amiga... Gracias, querida.



    Gracias, Susan Urich. Muy bonitas palabras.

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  4. Estimado Ovidio:
    Disculpe que me dirija a usted sin conocerle. Una de mis amigas de la merienda me habló de este blok, y cuando lo leí sus palabras parecían escritas para mí; o al menos para la mujer que fui.
    He tenido que esperar a que falleciera mi querido Antonio para tener mí propia habitación. He convertido su lúgubre despacho revestido de oscura madera de nogal en mi refugio, en mi habitación pintada de azul, sin máquinas de coser, con los libros de Angélica en primera línea de estantería sin necesidad de esconderlos detrás de libros de cocina o de manuales de la perfecta ama de casa. Tengo mi espacio y tengo tiempo para mí ahora que mis hijos se han ido de casa y tienen sus propias vidas. ¿Y ahora qué? A ratos pienso qué soy demasiado mayor para tener estos problemas existenciales ¿o no? Sólo sé que después de leerle me sentí con la necesidad de escribir algo. Y que aunque no vuelva a escribir seguiré leyéndole.
    Un saludo
    Greta
    PD.: No es mi verdadero nombre pero siempre admiré a la Garbo. Permítame que no le diga el verdadero, quizás más adelante.

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  5. Bienvenida a este blog, querida Greta. Me encantan sus palabras. Y nunca es tarde para tener una habitación propia. Disfrútela. Algunas de las entradas de este blog y otras inéditas están publicadas en un libro, "El extraño viaje". Me gustan lectoras como usted. Bienvenida de nuevo. Un abrazo. Y déjeme todos los comentarios que quiera.

    Gracias a todos por vuestros comentarios.

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