Una vieja conocida con la que comparto complicidades acaba de quedarse, a sus cincuenta y pocos años, viuda. Otra mujer, muy cercana a mí, pasados los treinta, ha roto una relación después de siete años de convivencia. Las dos, como es lógico, están un poco perdidas y desorientadas. (Las dos, después de años y esfuerzos por dejarlo, han vuelto a fumar como carreteras). ¿Quién no se ha sentido así alguna vez? Sé que hacen grandes esfuerzos por salir adelante, por reponerse de esas pérdidas, cada una de la suya, pero es muy complicado. Todos buscamos el refugio, el amparo, la protección y el cariño de otra persona. Necesitamos sentirnos queridos. Buscar una mano o una mirada, y saber que están ahí, a cualquier hora del día o de la noche, si se las necesita. Nos cuesta aceptar la soledad, habitar en ella, por mucha palabrería que le pongamos al asunto de la autosuficiencia. Está bien pasar unas horas solo, refugiados en nuestras cosas y en nuestros quehaceres, pero luego reclamamos que alguien esté pendiente de nosotros y nosotros estar pendientes de ese alguien. Compartir la vida. La soledad es muy dura. Los amigos y la famlia estamos ahí, claro, pero no es lo mismo. Nunca es lo mismo. Siempre llega un momento en el que cierras la puerta de tu casa y tienes que enfrentarte con la realidad. Cada uno busca la definición amorosa que mejor le viene. Creo que una de las más bonitas que he oído recientemente está en una pequeña sorpresa, de apariencia insignificante, que le dieron ayer a otra amiga. Después de pasar dos días fuera por asuntos laborales, mi amiga llegó a casa y se encontró con una tortilla de patatas recién hecha por su chico encima de la mesa. ¿Se puede definir mejor el amor? En ese pequeño detalle de la vida cotidiana está todo: la complicidad de saber que es uno de sus platos preferidos, el cariño que demuestra el hecho de estar pendiente uno de la vida de la otra y el esfuerzo que supone hacer una tortilla de patatas, que no siempre apetece arremangarse a pelar patatas y demás. Como bien sabemos los tortilleros de verdad.
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