miércoles, 23 de abril de 2014

Días y libros

El niño aprendió a leer enseguida y empezó a pedirle a su madre que le comprase libros. Y ella, la madre, se los compraba. Todos los libros que el niño le pedía. Sin rechistar. Cuando el niño se fue haciendo mayor, la madre siguió comprándole libros hasta que él, con su propio sueldo, pudo hacerlo. Pero un buen día todo eso terminó. Ya no hubo más sueldo. Y la madre volvió a comprarle libros y todas las demás cosas que un hombre necesita para sobrevivir cuando aún está vivo. Sin rechistar. El hombre intentó denodadamente buscar trabajo en otras librerías. Pero unos libreros le decían que, dada la situación económica que se está viviendo en los últimos años, no podían contratar a nadie. Y otros, también le decían lo mismo, aunque luego contrataban a otras personas. Así es la vida. Cuando alguien le pregunta al hombre los motivos por los que no deja esta ciudad de una maldita vez y se va a vivir a otra parte (a Islandia, por ejemplo, como el protagonista del extraordinario cuento de Sergi Bellver), el hombre siempre contesta lo mismo: una madre que te compra libros no es una madre a la que debes dejar sola cuando los años se le van echando encima y está enferma. Cada uno podrá tener sus teorías, pero la teoría de este hombre es ésta. Y no hay más planteamientos que hacer.
El 23 de abril del año 2010, un día antes de casarme, fue el último año que trabajé en una librería el Día del Libro. A las ocho y media de la mañana estaba colocando libros en la mesa que ponía en la calle para esas ocasiones. Trabajé, sin salir de la librería en ningún momento, hasta las nueve y media de la noche. Hora en la que me fui a cenar con el hombre que, al día siguiente, se convertiría en mi marido y con los dos tipos que actuarían de testigos en el acto y que hoy ya no están en nuestras vidas. Así es la vida, sí. Recuerdo que aquel día fue un día feliz. Un día perfecto, como diría Lou Reed. Un día que recuerdo con frecuencia, aunque, al hacerlo, me invada la nostalgia o algo parecido. También recuerdo que aquel día no llovió. Y eso siempre contribuye a que la jornada sea más luminosa y fructífera. Sé que han cambiado muchas cosas desde entonces, y no me refiero sólo al ámbito personal. Hay mucha gente que está pasándolo mal y no tiene dinero para libros (ni siquiera para comer). Y hay otra que sí lo tiene y que prefiere conseguirlos gratis. Allá cada cual. El día que otras personas consigan gratis los productos con los que ellos se ganan la vida, si es que esto llega a ocurrir, tal vez cambien de opinión. No hay nada como vivir en las propias carnes los problemas de los demás. Lo ajeno se convierte instantáneamente en propio. Y ya no digo más.
Por lo demás, Feliz Día del Libro a todos. Si podéis, compraros un libro. El que más os apetezca. El de Sergi Bellver, "Agua dura", como ya comenté aquí hace poco, es una buena recomendación. Y el de Juan Bonilla, y el de Richard Ford, y el de Jean Stafford (son los tres que estoy leyendo estos días), y el de...  La oferta es amplia y variada.
¿Mi madre? Luego quedaré con ella.    

3 comentarios:

  1. Sabes que soy de la misma opinión. Quienes tanto nos han querido, ayudado, mimado, y siguen haciéndolo, se merecen que seamos igual de generosos, así que aquí nos quedamos, luchando contra viento y marea, pero felices, porque habrá otra vidas, pero preferimos ésta al lado de los nuestros. Quizás tengamos menos cosas materiales, pero a ciertas edades los afectos están muy por encima de todo eso, y sabemos encontrar esa felicidad que muchos añoran en nuestras pequeñas cosas; en eso somos muy afortunados, en eso y en esos afectos que la vida ha tenido la generosidad de regalarnos. Sigo tus recomendaciones, a ver qué libro me traigo hoy para casa. Feliz día

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  2. Mi madre también fue la que me inició en la lectura, mi madre y después mi padre. Recuerdo a mi madre leyendo de madrugada hasta acabar el libro que tenía entre sus manos. Mi padre es más tranquilo, no creo que hiciera nunca eso. Yo he heredado de ella esa costumbre, si me engancha lo puedo leer en una tarde, en un día dependiendo de las páginas que tenga. No es posible entender nuestra vida sin la impronta que dejan en ellas nuestros padres, los dos, cada uno a su manera. Siento profundamente la desazón que impregna esta entrada: la ausencia de trabajo que no de proyectos, las traiciones de los que se llamaban amigos ¿Cuánta gente deje en el camino? Hay que pasar página y seguir adelante, el lastre que se pierde, no era más que eso, lastre. Para avanzar no nos hace falta. Besos Ovidio.

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  3. Bien por esa madre y bien por ese hijo. Emociona leer tus vivencias. Siempre.

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