La vieja maleta hecha con cuatro trapos y unas cuantas ilusiones. El abrigo que ellas mismas o sus madres o abuelas habían arreglado varias veces ante la imposibilidad de comprar uno nuevo: darle la vuelta al abrigo, se llamaba. Las medias recién estrenadas, eso sí, esas que llevaban un tiempo en el fondo del armario esperando una buena ocasión, la mejor. La pena por dejar atrás a sus familias en el brillo de los ojos, en esa lágrima que contienen hasta que el tren se aleja del andén donde los familiares las despiden con las manos en alto, los ojos también vidriosos, ignorando cuando las volverán a ver o a hablar con ellas. El miedo por ese futuro incierto en una ciudad desconocida, en un país que, según les han dicho, nada tiene que ver con el suyo. La esperanza por encontrar pronto trabajo y porque los dueños de la casa o de la fábrica donde van a trabajar no sean demasiado estrictos o, directamente, unos explotadores. Ese montón de folios en blanco que van en el interior de la maleta y que aguardan el momento de que en ellos vayan contando lo que irá sucediendo al cabo de las próximas semanas, de los próximos meses. No hay que olvidar que, entonces, no había móviles y que la casa que tenía teléfono era una privilegiada. Todo esto me imagino que les sonará a chino a las nuevas generaciones, pero los que vamos teniendo unos años sabemos de lo que hablamos. Algunas de ellas, de esas mujeres, ya tienen ganas de sacar los folios y de escribir en el tren, de decirles a sus madres y a sus padres lo mucho que les quieren y les echarán de menos, pero no lo hacen: se contienen. Algunas no saben escribir. Algunas dejan atrás hijos cuyo padre no quiere saber nada de ellos ni de ellas mismas. Mejor eso, emigrar, que meterse en un convento. Otras lo han hecho: se han metido a monjas, medio obligadas o voluntariamente. Son los años cincuenta y sesenta, y todas estas mujeres se iban de aquí, de su país, al extranjero en busca de trabajo. Pienso en ellas (algunas las he conocido) mientras veo "Las chicas de la sexta planta", la película por la que Carmen Maura obtuvo el César a la mejor actriz de reparto por uno de esos papeles en los que Carmen ofrece naturalidad, desparpajo y un rostro lavado y lleno de arrugas que le otorgan aún más autenticidad a su trabajo. Todas las actrices están bien: es una pena que el magnífico trabajo de Lola Dueñas se vea un poco eclipsado por una voz que no es la suya. Por un lado, se agradece que la película (irregular) esté tratada en tono de comedia. Por otro, hubiese sido interesante reflejar las cosas con un mayor tono de crudeza, como me imagino que debió de suceder en la realidad. Del mismo modo que también sería de agradecer que en esos programas que se han puesto ahora de moda sobre gente que se va a vivir a otros países, sacasen también a los que no ganan 3.000 euros al mes ni viven en los barrios más cool de las ciudades en los que se instalaron con unas parejas que suelen ganar lo mismo. Supongo que los habrá, digo yo.
Pero vuelvo a aquellas mujeres, las que emigraron en los años cincuenta y sesenta de este país. Creo que aún se les debe alguna buena película o novela que refleje su situación. Los miedos, las incertidumbres, la solidaridad entre ellas (o no, según los casos), la soledad, la pena y, pese a ello, la fuerza que sacaban de no sé dónde (imagino que de la necesidad) para salir de sus casas, dejar atrás a sus familias, atravesar medio mundo, y trabajar en un país del que, mayoritariamente, desconocían hasta la lengua. Mujeres que sólo llevaban consigo esa vieja maleta, un run-run en la boca del estómago y una esperanza a la que agarrarse como a un clavo ardiendo. No deberíamos olvidarlas. Sus historias forman parte de las nuestras.
No hay estación de tren que no esté llena de literatura.
ResponderEliminarPienso también que muchas se irían a respirar libertad lejos de los suyos, abriendo las alas que aquí no les permitían abrir, y seguro que muchas fueron felices a su manera. Si, se merecen una novela, claro que si... hay miles de historias esperando ser contadas y miles esperando ser leidas. Besos para todos
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