La presentación de un libro no es cualquier cosa. Más aún cuando el libro que se presenta lo has escrito tú y tú eres uno de esos escritores que se implican a fondo en todo lo referente al libro que has escrito, respetando no sólo tu trabajo sino el de los que han apostado por él. Quieres que todo salga bien, que te arrope el mayor número de personas posible, que se acerquen luego a saludarte, a decirte algo, a que se lo dediques. Los días previos traen consigo cierto estrés, cierto nerviosismo, cierta sobreactuación. Intuyes que todo saldrá como lo planificas, pero hasta que suceda no puedes decir la última palabra. El trabajo está hecho, pero la vida, una vez más, puede ser imprevisible (¿cuándo no lo es?). Llevas semanas escribiendo las palabras que vas a leer, dándole vueltas y más vueltas, tachando y volviendo a escribir. Subiendo a las nubes y buscando las palabras adecuadas, como definió una vez Truman Capote, ese genio al que siempre vuelves, la escritura. Escribes esas palabras antes de que amanezca, como siempre, cuando la casa está en silencio y Francesca no deja de reclamar su primera ración de mimos, de husmear en la taza de café que se va quedando fría, de juguetear con los botones de la chaqueta que dejamos olvidada en el sofá, con los cordones de unos zapatos. Escuchas el trajín de las otras casas, la vida que empieza de nuevo: persianas que se levantan, el agua de la ducha que sale con fuerza, la madre del piso de arriba que grita a sus hijos porque no quieren levantarse, el llanto de uno de ellos, quizá el más pequeño... El discurso ya está terminado, la personas que te van a acompañar en la mesa hace tiempo que están avisadas, las invitaciones enviadas. Sólo queda esperar. Alguna vez lo escribí, y vuelvo a hacerlo: la vida es una continua espera (a ratos, desesperante espera). Pero ha llegado el día, el 3 de noviembre. Y estás ahí, en la mesa, rodeado de personas que se han implicado en tu libro. Y las escuchas, y te emocionas, y luego lees tus palabras, esas que escribiste durante semanas, y la sala donde presentas el libro, abarrotada (hay, incluso, algunas personas, al fondo, de pie), guarda un silencio sepulcral. Y después, suenan los aplausos. El mejor regalo de los cómicos, de los escritores, de los que realizamos un trabajo que necesita el reflejo de los demás, del público. Esa gente que ahora está ahí, esperando en una larguísima cola para que le firme un ejemplar. Todas las palabras de agradecimiento serían pocas para ellos. Llegar a una librería y escoger un libro, uno determinado, y comprarlo (más aún en estos tiempos tan duros), siempre debería de ser motivo de infinito agradecimiento por parte de ese autor elegido. Antes de publicar libros, ya lo pensaba así. Ahora que los publico, sigo pensándolo. Y lo agradezco infinitamente, por supuesto: a cada una de las personas que se acercan a la mesa, que reclaman mi firma tras adquirir un ejemplar del libro. Y mientras lo hago, mientras estampo mi dedicatoria en cada libro, y sonrío, y siento los flashes de las cámaras de fotos sobre mí, pienso que la vida es un cúmulo de azares y de circunstancias, de esfuerzo y de trabajo, de empeño y de más empeño. Y mientras pienso en eso y evoco velozmente el camino que me trajo hasta aquí, sé que las fotografías que salgan de esas cámaras reflejarán parte de esa emoción, la bruma de los ojos, el nudo de la garganta, los nervios del estómago, el agradecimiento, la satisfacción final... Y miro a la cámara, a una de ellas, y sonrío, como si esa sonrisa fuese a quedar ahí, en su interior, como un guiño cómplice entre ella y yo, ajeno al resto de las instantáneas.
Palabras como siempre cargadas de una inmensa emoción. Palabras que nos llevan hasta esa sala a quienes no hemos estado. Palabras que hacen que aún abriendo los ojos de la realidad, la de ahora, la que en estos momentos palpo, visualice tu firma estampada en el libro, ése que ahora mismo tengo delante de mí, aunque no estuve y la página de la firma esté en blanco. Palabras, en definitiva, que unen.
ResponderEliminarUn beso muy grande, amigo.
dioxxxx¡¡¡...qué suerte hemos tenido contigo.
ResponderEliminaryo hice la cola, a mí me dedicaste tu libro,yo te escuché en silencio, yo me emocioné,yo fuí a la presentación y en la entrada nos miramos cómplices y nos besamos nerviosos y expectantes...
qué suerte tengo de tenerte y leerte¡¡¡
Yolanda
El libro se merece las bonitas palabras escuchadas allí, en la presentación.
ResponderEliminarY su Autor, merece el reconocimiento que se les concede a las personas que usan cada día su voluntad para crear , y para trasladar esa creación a los demás para que la disfrutemos.
Si al esfuerzo necesario se añade el talento para elegir la frase exacta que te hace hasta percibir el frío en tu cara, o la melancolía , la felicidad ........entonces... ya es increíble... FELICIDADES OVIDIO !!!!!!!!!!!!!!!!!
Marian
Una de las incógnitas(ahora resuelta)era saber cuál es el timbre de voz de un escritor tan extraordinario.Soy de aquellos que defienden la "oralidad" de los escritos(un texto nace no sólo para ser leído,sino también para ser escuchado en una lectura en voz alta-para uno mismo o para los demás)como culminación final del proceso creativo literario.Escuchar tu voz,Ovidio,fue también una grata sorpresa.Es la voz del "orfebre" que artesanalmente modela con palabras las emociones que plasma en sus escritos.Hay una armonía,una coherencia entre el escritor y sus escritos.Un privilegio el haber "asistido" a tan emotiva presentación.Un grado más en mi admiración.Espero que el "momentun" se repita cuando llegen(más pronto que tarde)los premios literarios que correboren tan buenos augurios.Felicidades Ovidio.Un abrazo desde México.
ResponderEliminarLa vida también está llena de éxitos, aplausos y flashes, sólo hay que esperar para recibirlos. Todos tenemos nuestra pequeña o gran porción de ellos, algunos los recibiremos no en forma de aplausos sino en forma de abrazos... será lo mismo y nos producirá la misma emoción, el mismo sentimiento... Te mando mi cálido abrazo y aunque "el que espera, desespera" No dejes nunca de soñar, no dejes nunca de ser tú, no dejes nunca de crear.
ResponderEliminarBesos desde Oviedo
El otro día llevé a mi prima Anastasia a la presentación, quería que te conociese. Anastasia pasa largas temporadas en NY debido a su trabajo y se quedo muy impactada ante esa clase de elegancia, buen gusto, refinamiento, respeto y saber estar. Maravillada se quedo y yo muy chula de haberte descubierto para ella.
ResponderEliminarUn abrazo