jueves, 2 de junio de 2011

Leonard Cohen

Con el tiempo terminó convirtiéndose en una imagen un tanto tópica. La habitación en penumbra, la tormenta al otro lado de la ventana y la aguja del tocadiscos acercándonos su voz ronca. Ah, cuánta verdad se esconde a veces detrás de ciertas imágenes que el tiempo puede terminar tansformando en tópicas. Merendando versos y porros, como cantaba Adriana Varela homenajeando a otro poeta, Joaquín Sabina, con la frente siempre marchita y las nieves del tiempo plateando la sien. Eran los años ochenta, como se dice al principio de esa canción genial, y allí estábamos, en aquella pequeña habitación repleta ya de libros y de fotografías de nuestros ídolos, emborronando cuartillas, escuchando la lluvia, haciendo que estudiábamos, dejándonos llevar -cuando nadie nos veía- por los efluvios de algunos paraísos artificales, sintiéndonos diferentes. Soñábamos con estar en el hotel Chelsea porque él había estado y ahora se lo cantaba a Janis Joplin. Luego estaríamos cerca de ese hotel, el Chelsea, a través de muchas páginas de la literatura. Y finalmente, lo haríamos ante sus desvencijadas puertas, buscando la ventana desde la que se habían asomado él, y Janis, y tantos otros. A vueltas con la mitomanía. Queríamos viajar cerca del río con Suzanne, decirle hasta luego a Marianne y sentirnos como pájaros en el cable, como borrachos a medianoche, intentando a nuestra manera ser libres. Y lo éramos, acaso sin saberlo bien del todo, a nuestra manera lo éramos, imaginando otras vidas, hilvanando historias, tirando hacia delante como fuese, escuchando a aquel poeta de voz profunda. El tiempo se encargaría de demostrarnos que los hombres con esa voz sólo podían ser dos cosas: poetas o canallas. De los primeros hay pocos y de los otros, casi mejor no hablar. Mejor escucharlos en los discos, verlos en las películas, imaginarlos, como si fuéramos Woody Allen, saliendo de un poema o de una novela y cobrando vida, siempre lejos. Leonard Cohen, en aquellas noches (creativas) y en tantas otras (destructivas). Leonard Cohen, siempre ahí, al alcance de la mano, en un viejo disco, cuando la tristeza o la melancolía se apoderaba de nosotros, cuando el frío de la habitación era más intenso que el del otro lado, pero era el único refugio posible. Nuestro refugio, sí, después de perder la batalla, de conseguir las primeras heridas. Y ahí, tras la derrota, también estaba él, Leonard Cohen, nuestro hombre, haciéndonos olvidar que la vida, la que seguía fuera, era un engaño. Un completo engaño. Por eso, cerrábamos los ojos y escuchábamos.

5 comentarios:

  1. Yo me he sentido ligeramente confundida al leer tus dos últimas entradas en tu blog.
    Es muy difícil para mi elegir entre Leonard Cohen y Alice Munro, cuando ayer me enteré por la prensa de la concensión del Príncipe de Asturias al gran bardo canadiense me alegré infinito, sin embargo hoy viendo tu reseña sobre la escritora de ese mismo país, me entristezco un poco.
    Siempre es difícil escoger, distinguir, optar por una u otra cosa, ir a un concierto o a una exposición.
    Faltaría a la verdad si no reconociera mis grandes dudas en todas estas cuestiones del arte y la vidad, que es el arte más completo.
    Aunque tus dos glosas creo que, al final, me reconfortan lo suficiente y espero que pronto la gran Alice tenga un reconocimiento más allá de los que somos sus fieles seguidores.
    Tus bellas palabras y tu forma de exponer ambas figuras son tan claras, tan prístinas, que sólo cabe encontrar la paz interior.
    Aún falta una semana para tu firma en Madrid y conocerte personalmente, pero quiero adelantarte que ese día espero contarte una pequeña anécdota personal de una visita de hace años de Cohen a Barcelona, estoy segura que te gustará.
    Montse Grimau

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  2. Yo no quería pasarme todo el fin de semana sin que tuvieras noticias mías.
    Me ha pasado un poco como a Montse. Sinceramente después del miércoles pensaba que tu apuesta era Alice. También Elvira Lindo en RNE ponderó su figura e hizo mención a algo muy importante al compararla con Ian McEwan: su edad. Comentó que la escritora canadiense ya va teniendo edad para que la reconozcan.
    Sinceramente yo nunca le hubiera dado el premio a Leonard Cohen, si acaso, el de las Artes como se lo dieron en su momento a Dylan,
    aunque no sean comparables.
    De todas formas, yo quería comentarte otra cosa, ayer estuve leyendo la historia de tus abuelos. ¿Eres consciente de que es el argumento de una novela?
    Me encanta la forma que tienes de hacer especiales cualquier cosa que te ocurra por pequeña que sea (como los guantes desparejados sobre el asfalto de la calle un día de invierno)
    Me desasosiega también pensar en todos mis recuerdos (tan semejantes a los tuyos) Estás removiendome por dentro.
    Lo que menos comparto es tu mitomanía, nunca me ha dado por ahí, pero bueno,... también me gusta la forma que tienes de admirar hasta el límite (me parece divertido y también un punto loco)
    Muchos besos
    Todavía no me he comprado lo de Munro, pero de hoy no pasa, yo que soy de las afortunadas que todavía (crossing fingers) conservo mi trabajo, he tenido una semanaaaaaaaaaaaaa....menos mal que hoy, por fin, es viernessssssssssssss

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  3. Uy, Montse, pillina, qué le hiciste al Cohen?

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  4. al igual que Leonard Cohen es un caballero, yo soy una dama, con seny, y hay ciertas cosas que solo se comentan en confidencia con un café, con un vino, con un licor
    Montse

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  5. siempre he discutido amablemente, o más bien debatido, con Montse sobre nuestro compromiso necesario y la necesidad de leer más libros en catalán,
    sin embargo, aconsejada y abrumada por su insistencia, me he hecho con El extraño viaje y he vuelto a reconocer, como tantas veces, que la calidad y lo excelso de un autor no tiene relación con la lengua en la que escriba
    gracias Montse y gracias a Ovidio
    Carme Rocafort

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