lunes, 20 de junio de 2011

Helados

Pocos sabores me remiten de un modo más inmediato a la infancia, a aquellas tardes lentas y cálidas de los veranos, tardes que parecía que nunca fuesen a terminar ni en las que pudiese suceder nada malo, que el sabor de los helados. Helados de vainilla o de mantecado, mis favoritos. A veces, pocas, como los de mi hermana o los de mi padre, de chocolate. O, quizá, combinados: una bola de cada sabor, de intenso amarillo y marrón. Siempre, de cucurucho o en tarrina, de gran tamaño. Me gustan los helados que se desbordan, que tienes que lamer rápidamente por uno y otro lado porque se deshacen a gran velocidad con el calor, con el sudor de las manos. Las manos impregnadas completamente con sus azúcares y sus deliciosos olores. Ese olor, sobretodo el de la vainilla, que luego se quedará un largo rato ahí, en las dos manos, pese a que las hayas limpiado con un pañuelo humedecido, con un poco de agua fría. Estos días, en Llanes, me he comido unos cuantos. (Qué ricos helados tienen por aquí). Y he recordado, de pronto, aquellas tardes, las de la infancia, cuando nada malo parecía que pudiese suceder. Aquellas tardes, las de los seis años, cuando me quitaron las anginas, también las recordé. Después de la operación, todos los días a la hora de la merienda durante más de un mes y medio, tenía que comer un buen trozo de helado. Qué maravilloso regalo tras aquella terrible experiencia, la de la operación. Comer aquel generoso trozo de helado, a las cinco en punto, como si fuera la hora inglesa del té, me hacía olvidar aquel sufrimiento. ¿Un poco más? Mi madre siempre cedía y partía otro trozo, más pequeño que el anterior, apenas la mitad del otro, por si acaso terminaba sentándome mal para la garganta o para la barriga, que también podía ser. Los helados, años más tarde, en casa, de madrugada, viendo películas antiguas, en blanco y negro, grandes películas y películas menores de geniales intérpretes. Ambos placeres, el del sabor de los helados y el de la visión de aquellas películas, asociado al sabor de los primeros cigarrillos. Tres placeres que iban estrechamente ligados. Qué feliz me iba para la cama, casi al amanecer, con aquel sabor en la boca y las imágenes de todas aquellas películas en la cabeza. Los gestos de los actores y de las actrices, los movimientos de sus cuerpos, los diálogos, los encuadres, las escenas más memorables. Bette Davis, arpía entre las arpías, fumando como una carretera y haciendo de las suyas. Marlon Brando, en camiseta o con gabardina, llamando a voces a Stella o aullando por las calles de París. Audrey Hepburn, como haríamos muchos años más tarde evocándola, desayunando en Tiffany´s. Bárbara Stanwyck, teñida de rubio platino, con gafas negras, incitando a Fred Macmurray a la perdición. Lee Remick, tan buena intérprete y hoy tan olvidada, emborrachándose con Jack Lemmon. El propio Lemmon enamorando a Shirley... Y tantos y tantos ejemplos. Parte de la formación de aquel adolescente inquieto y con ganas de conocimiento que fui. Aún queda mucho de todo aquello, tantos años después: la inquietud y las ganas de conocimiento siguen ahí, intactas. De conocer el mundo, de atraparlo por unos instantes en la palma de la mano. Las películas, las clásicas y las otras, las protagonizadas por grandes intérpretes en sus momentos más bajos. (Acabo de revisar "La posesión de Joel Delaney", una película muy menor pero que, sólo por ver a la gran Shirley MacLaine, merece la pena). Y el sabor de los helados, en Llanes o en cualquier rincón del mundo, tan delicioso, tan evocador. Las manos impregnadas durante un rato con su olor a vainilla. Y en la memoria, todas esas historias que no cesan.

2 comentarios:

  1. Siempre tan original y ocurrente. A lametazos como un helado te comería yo,, :) sigue refrescandonos con tu agudo ingenio este caluroso verano,, que se resiste a llegar. Un superbesazo de mantecado

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  2. En esta ola de calor que pasa por sevilla, su pozt de hoy me ha dejado frío. Gracias una vez mas por refrescarnos intelectualmente en este valle de prepotentes sin nada que decir nuevo. Le esperamos el corpuss del año que viene. Un abrazo

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