Lees la noticia en el periódico y piensas: ojalá pudiese ir a verla. Una exposición de Ron Galella, el fotógrafo neoyorquino obsesionado por retratar a figuras públicas en momentos privados. El Paparazzo extraordinaire, le definió la revista Newsweek. Y de repente estás ahí, en la amplia sala del Círculo de Bellas Artes y en la parte de arriba de la tienda Loewe de Gran Vía (con una decoración muy apropiada para la ocasión: con sus telas negras y plateadas, sus lámparas retro, sus luces moradas y sus múltiples espejos), rodeado de muchas de esas fotografías de personajes famosos. Más estrellas que en el cielo, que diría mi añorado Terenci Moix. Todas en riguroso blanco y negro. Marlon Brando, Paul Newman, Jooanne Woodward, Sofía Loren, John Travolta, Andy Warhol, Gala y Dalí, entre muchos otros... Y sus dos principales obsesiones: Elizabeth Taylor y Jackie Kennedy. La primera, en sus propias palabras (se puede ver un interesante vídeo con entrevistas, reportajes y retratos del propio autor dentro de la misma sala), más asequible que la segunda. Liz y Richard Burton en un estreno, Liz delgadísima, Liz hinchada por el alcohol y las pastillas, Liz bailando, con gesto sorprendido, tras la entrega de los Premios Tony... Siempre -gorda o delgada- bellísima, siempre deslumbrante en su papel de estrella absoluta. Hay unas imágenes terribles de los dos, Richard y Liz, captados mientras preparan una fiesta en su barco. Galella está escondido en un piso del edificio de enfrente (se pasó horas allí) y capta sus entradas y salidas, sus desayunos con tormentosas peleas incluidas que evocan los momentos de la mejor película que hicieron juntos, "¿Quién teme a Virginia Woolf?", y el instante en el que los famosos actores tienen que poner plásticos alrededor porque barcos de turistas, al descubrirlos, fotografían sin piedad su intimidad. Y Jackie, harta de tener al paparazzi tras su propia sombra, llega a ser captada por su objetivo corriendo por Central Park nada más verle. La fotografía es impactante. Tiene algo de terrible, pese a su gran belleza, porque, viéndola, casi puedes sentir la angustia de aquella mujer que demandó varias veces al fotógrafo al que Marlon Brando llegó a romper la mandíbula y varios dientes. También están Rita Hayworth y Greta Garbo en sus respectivas y dignas decadencias. Elton John, Cher, Mick Jagger, Bianca, Jerry Hall, Liza Minnelli (todos ellos captados tras abandonar algún local de juerga: los ojos vidriosos, el gesto incómodo, las luces del amanecer al fondo) y Grace Jones, semidesnuda, bailando en la fiesta de Año Nuevo de 1978 del Studio 54, rodeada de camareros y bailarines exhibiendo sus poderosos culos desnudos. "Uno busca capturar el encuentro persona a persona, la reacción, y ver, pero no a través del lente, a través del lente no se ve", dice Galella. Cientos de reacciones y de personas están aquí, en esta extraordinaria exposición donde, tras verla detenidamente, quedan claras varias cosas: la obsesión de un hombre por retratar al famoso, la importancia del trabajo de ese famoso (su trabajo le da la fama, eso a lo que tan poca importancia se le concede hoy en día) y que algunas estrellas, las que están aquí, lo fueron realmente por algo. Por su obra, por su talento, por su glamour. Ah, qué lejanos parecen hoy esos conceptos. Otros tiempos, sin lugar a dudas. Los que Terenci Moix, en toda su obra, supo plasmar tan bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario