Ayer, ya en la cama, después de un largo domingo de resaca intensa y persistente (la noche anterior habíamos ido a la boda de Samuel y María, tan enamorados como parecen), escuchando Radio 5, me encontré con una historia que me conmovió profundamente. Era en esa sección donde los oyentes pueden dedicar canciones a otras personas. Pues bien, en esta ocasión, Rafa, de sesenta y pocos años, se acababa de quedar viudo y quería dedicarle a su mujer una canción de la cantante de boleros Tamara, "Gracias", donde la protagonista da las gracias a la otra persona por existir, por haberse encontrado, por haberle sonreído, por todas sus palabras de amor. Poco antes de morir, ella, Marisol, su mujer, agarrándole con fuerza la mano, se la había dedicado a él delante de sus hijos. Y, tras su muerte, él, contaba, la escuchaba todas las noches, antes de irse a la cama, al menos un par de veces. La conductora de la sección (tan fabulosa como el resto de las secciones de esa radio), Teresa Pascual, le decía que debía dejar de hacerlo, que la escuchara sólo una vez por semana, que sería mejor para él, ya que, tras hacerlo, siempre se echaba a llorar, como también lo hacía mientras nos relataba su historia. Pero él, insistía, no podía evitarlo. También nos contaba que, poco antes de morir, ella le había pedido que, tras su desaparición, no se pusiese triste, que no se quedase en casa, que saliese a la calle, que hablase con la gente, que conociese a otras personas, pero él, añadía, no podía hacer aquello que ella le había pedido. Estaba triste, demasiado triste, para intentarlo siquiera. Su recuerdo era una constante. La voz se le rompía contándolo. Me imaginé, ya con la canción elegida sonando, cómo habría sido aquella historia de amor, cómo se habrían conocido, las dificultades por las que habrían pasado, las penas, las alegrías, los hijos, las dudas, los miedos, los años compartidos. Otra novela, sin duda. Cada historia de amor -tan parecidas y tan distintas unas a otras- contiene una dentro. Eso le diría a Rafa, si pudiese. Y también que, aparte de escuchar canciones melancólicas, leyese novelas. Eso siempre ayuda a salir del pozo. La última de Henry Roth, por ejemplo, "Un americano". La que estoy leyendo yo ahora mismo. Un espléndido hallazgo. Dice el protagonista de Roth, tras la muerte de su amada: "Había escrito sobre ella a comienzos de primavera, cuando las hojas de los árboles del exterior de la ventana de su estudio eran translúcidas y tiernas. Y ahora, a finales de otoño, el ciclo arbóreo llegaba a su fin; las ramas se habían enmarañado, el follaje estaba sombrío y sin lustre. La primavera volvería, pero ella no, ella no; vuelve sólo en su cerebro". Las palabras donde nos sentimos reflejados siempre hacen más llevadero el peso de la vida. Eso le diría a Rafa, si pudiese, aunque él creo que ya lo sabe.
Complicadas las penas de amor, pero más complicadas si la persona querida se ha ido para siempre. Yo le diría a Rafael, que su esposa seguirá viviendo para siempre en su corazón, que un día la canción dejará de hacerle llorar, pero nunca dejará de emocionarle, un día le hará sonreír pensando en lo que compartieron juntos... ahora que sólo puede pensar en lo que ya no compartirán más...
ResponderEliminarTremenda la pérdida de un ser querido,... siempre igual de mala, siempre igual de dolorosa...
Si, decididamente, cada historia, nuestra historia es una novela en potencia esperando que gente como tú la escriba para darle inmortalidad.
Besos
Bea
aunque la mia sea más bien vulgar y corriente
ResponderEliminarOvidio, qué maravilla, mostrarnos el podercurativo de los libros y no solo de los de autoayuda. Desde que una amiga me descubrió lAs flores de bag, me apunto a toda medecina o poder de sanación al margen de la industria farmacéutica. Gracias, Ovidio, eres un solete.
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