Son muchas las satisfacciones que me está dando este libro, El extraño viaje. Desde el primer momento en que mi compañera y amiga Esther Prieto me lo propuso, hace ya unos cuantos meses, hasta este viernes en el que acabo de presentarlo en Gijón, ciudad tan importante en mi vida y tan significativa en el propio libro. No olvido la tarde en la que mi querido compañero Samuel me enseñó la maravillosa portada que, con tanto mimo, había creado para mis textos; ni la mágica noche en la que recibimos el prólogo de Elvira Lindo, siempre tan señora; ni las palabras que le han dedicado personas a las que admiro como José Luis Piquero, Laura Freixas o Alberto Piquero. Las entrevistas de Antón García, Mercedes Marqués, Isabel Gemio o Damián Barreiro. La presentación en la plaza de Trascorrales, con casi doscientas personas escuchando, silenciosas y muy atentas, mis palabras y viajando -una vez más- conmigo. La complicidad con Azucena Vence, con Carmen Suárez. Ni las estupendas ventas que está teniendo en estos tiempos de tantas dificultades económicas. Ayer, en la presentación del libro en Gijón, en esa acogedora librería, La buena letra, que con tanto entusiasmo regenta mi colega Rafa, surgió de nuevo la magia. La escritora Vanessa Gutiérrez, tan cercana y buena comunicadora, fue la causante de que apareciese esa magia (que sólo aparece cuando le viene en gana, como bien sabemos). Con un estilo impecable, Vanessa fue desgranando las claves del libro -el yo como punto de partida, el yo con relación a los demás, la creatividad y la cultura como partes esenciales de la vida, y la figura de la mujer y la idea del viaje como centro del libro-, deslizando las preguntas, respetando los silencios, las pausas, las palabras del otro, yo, que escuchaba, embelesado (al igual que el público), cómo esas palabras que había escrito habían llegado a ella, tal cual las concebí en su momento. La conexión era total. Vanessa tiene clase, encanto, profesionalidad, talento como creadora y como comunicadora. Eso ya lo sabemos todos los que la seguimos con fidelidad, no estoy descubriendo nada. Lo que no sabía, aunque pudiese intuirlo, era el alcance que esas palabras, mis palabras, tuvieron en ella. Y de ahí, de ese alcance (impagable), surgió esa complicidad que, como escritor, uno siempre busca en el lector, en los lectores. Sobre todo, cuando quien te lee, es una mujer tan estupenda como ella, Vanessa Gutiérrez, con la sabiduría por bandera, la experiencia y el constante estudio como tablas imprescindibles, y todo un futuro luminoso por delante. Poco después, ya para finalizar, escogió uno de mis textos preferidos del libro, El café de la abuela Luisa, para leer en voz alta, y ahí sentí que de aquella boca pintada de un rojo intenso (¡ese rojo tan chic y cabaretero!) no sólo surgía una preciosa voz, la suya dando sonido a la mía, sino la de todas las mujeres que están ahí, en ese texto, y en todas las historias de mujeres y de hombres que están detrás y que se reconocen en las mías. Vanessa, te debo un largo poema. Éste es sólo un primer esbozo.
leerte cada mañana es la recompensa de los madrugadores. Maru
ResponderEliminarMadre, nenu, munchísimes, munchísimes gracies. Sabes que fue un placer y que nun fixi más nada que tener la oportunidá y la suerte como llectora de charlar contigo de too aquello que me suxirió El extraño viaje. Así que gracies por too ello: por esti regalu d'hoi (inmerecíu pola mio parte) y polo d'ayer. Esa maxa tan especial y guapa que dices dase en momentos asina: cuando dalguién al escribir tien el don de despertar con palabres dalgo que nosotros (los llectores) llevábemos dientro.
ResponderEliminarPa lo que quieras, yá sabes: escribiremos ún y munchos poemes.
¡Un besu mui grande, guapu!
Vanessa
Muchas gracias a los dos por habernos hecho pasar una tarde tan maravillosa.
ResponderEliminarPoo cierto Ovidio se me olvidó comentarte otra de las casualidades que nos unieron incluso sin conocernos. En tu libro dedicas un relato al día de tu boda con ïñigo y cuentas que el concejal José María Pérez os leyó un fragmento de Muñoz Molina. Hace u parde años se casó mi cuñado en ese mismo salón del ayuntamiento y ofició la ceremonia también José María Pérez. Luis y Vane (mis cuñados) me habían pedido que les leyera algo durante la ceremonia y entre otras cosas les leí un fragmento del final de El Jinete Polaco (n libro que me gustó tanto hace veinte años que no me atrevo a volver a leer por miedo a que ya no vuelva a ser como la primera vez))ese que comienza con "quinquiera que no seas y donde quiera que no estés, señor de las bestias y de los océanos..." y que temina con " Pero si es posible concédenos el privilegio de no saciarnos jamás, alúmbranos y ciéganos, dicta para nosotros un porvenir del que por primera vez en nuestras vidas ya no queramos desertar".
Aquel día José María me pidió el papel que llevaba parapoder utilizarlo en otras bodas. No sabes lo feliz que me hizo saber que lo usó en vustra boda. Pues eso, no os saciéis jamás.
Un abrazo
rafa