Hoy, uno de diciembre, es día para recordar que el sida es una enfermedad que nos puede tocar a todos. No es día para mirar hacia otro lado, lavarse las manos, como hacen algunos, con la iglesia católica y sus absurdas conclusiones a la cabeza (el otro día, cuando el Papa visitó Barcelona, entrevistaban por la calle a una monja jovencísima que decía que estaba científicamente demostrado que el condón no evitaba el contagio: es sólo un ejemplo, un terrible ejemplo, sin duda, de lo que podemos escuchar cada día desde ese lado de la sociedad, y hacerlo, escuchar declaraciones así, produce bastante más miedo o indignación que risa). El problema es de todos: gays, heterosexuales, hombres, mujeres... Incluso de esa monja imprudente, por mucho que ella se empeñe en lo contrario. De aquí y de allá, de un continente y de otro. No conviene despistarse. Todos conocemos casos cercanos, muy cercanos incluso. Amigos que se fueron quedando, que se están quedando en el camino. Estadísticas que producen vértigo. Mucha ignorancia, mucha intolerancia (la discriminación laboral es, según los expertos, el principial problema de los seropositivos en nuestro país), y no sólo por parte de la iglesia católica.
Hoy es 1 de dicembre, día mundial de la lucha contra el sida, y está bien que se celebren días así para recordar -una y otra vez- la situación, los problemas, la necesidad de usar el condón. Pero no conviene olvidar que no es sólo eso, que no basta con ponerse hoy un lazo rojo bien grande y bien solidario en la parte más vistosa de la chaqueta, que hay que recapacitar, reflexionar y aceptar que mañana podemos ser cualquiera de nosotros los infectados. Me gusta esa campaña promovida por la ONU, la de los tres ceros. "Cero nuevos casos de infección por VIH. Cero discriminaciones. Cero muertes relacionadas con sida". Y, sobre todo, ponerse (antes de juzgar) en la piel del otro, que siempre resulta la mejor manera de aceptar a lo demás y de aceptarnos a nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario