Llevo varios días en la cama con una fiebre altísima. La garganta, más aún que el gobierno, me exige que deje de fumar de una vez por todas. Creo que, esta vez, esta fiebre tan pesada y desagradable que me impide hacer cualquier cosa, va camino de conseguirlo. En medio de esa somnolencia pesada que detiene el reloj y te impide saber muy bien si es de día o de noche, si llueve o luce el sol al otro lado de la persiana, escucho desde Radio 5 la voz pausada de Julia Guitérrez Caba. Qué clase la de esta mujer y la de toda su familia. Habla de su andadura sobre las tablas, de los premios que ha recibido, de la familia, de ese cine que, como de tantas otras grandes damas de nuestra escena, se olvidó (casi) por completo de ella... Lo hace de un modo sosegado, reflexionando cada respuesta, modulando perfectamente esa voz maravillosa, tan característica. La vi varias veces en el teatro -alguna de esas veces, en Gijón, muchos años atrás, con su hermana Irene, cuya nieta, según cuenta, ya está dentro de este oficio, haciendo esto y lo otro-, y su elegancia y su talento interpretativo merecieron siempre mi aplauso más sonoro y encendido. En "Feliz aniversario", de Adolfo Marsillach, ofrecía un auténtico e inolvidable recital interpretativo. Es de esas actrices que, con una mágica elegancia, sin aspavientos ni sobreactuaciones de ningún tipo, llena por completo el escenario. Sus interpretaciones fluyen siempre naturalmente. Una mujer sabia y discreta, una actriz poderosísima que, dice, espera no haber dicho la última palabra. Y que, por unos minutos, escuchando sus reflexiones y recordando sus interpretaciones, consigue que me olvide de este lamentable estado febril.
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